Informe XVII In-Edit (2): Biografías archivadas, vidas intensas
Si algo ha impulsado a lo largo de su historia un festival como In-Edit ha sido precisamente aportar a la construcción de estas micro/contra/sub historias contenidas al interior de la música pop, como potencial subversivo, biografías intensivas o acontecimientos políticos. En este segundo informe de la 17ª versión del festival sumamos reseñas de Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan, Billie y All I Can Say, tres documentales que abordan el archivo desde la perspectiva de la reconstrucción biográfica.
¿Qué más se podría agregar al boom archivístico que viene activándose al interior del cine documental musical? Tal como anotaba Héctor Oyarzún en el reciente informe, películas como las dedicadas a The Velvet Underground por Todd Haynes, la épica reconstrucción de The Beatles por Peter Jackson o la aún más interesante historia oculta del soul en The Summer of soul dirigida por Questlove, hacen de esta temporada 2021 un claro hallazgo de las potencialidades históricas, experimentales y contraculturales que son posibles de iluminar a través del rescate, la valoración y el remontaje crítico de los materiales. Si algo ha impulsado a lo largo de su historia un festival como In-Edit ha sido precisamente aportar a la construcción de estas micro/contra/sub historias contenidas al interior de la música pop, como potencial subversivo, biografías intensivas o acontecimientos políticos.
Los tres documentales en los que me quiero centrar de esta pasada edición del festival, abordan el archivo desde la perspectiva de la reconstrucción biográfica. Algo que las hace interesante en cadza caso es asumir un determinado trabajo exploratorio que los distancia del mero “reportaje cabeza parlante”, para, de entrada, complejizar tratamientos y narrativas.
1.-Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan (2020) es un nuevo trabajo de Julien Temple, “capo” del documental musical a quien le debemos trabajos ya clásicos como The great rock and roll swindle (1979), The filth and the fury (2000), Joe Strummer: The future is unwritten (2007), Ray Davies: imaginary man (2010) o Glastonbury (2006), por mencionar solo algunas piezas, por lo general muy vinculadas a la contracultura rock y punk británica, quien siempre hace gala de un trabajo de remontaje de archivo que excede la ilustración historicista, para trabajarlo con ironía y humor. Crock of Gold es un homenaje casi tardío a un héroe del punk irlandés como es Shane MacGowan, centralmente conocido por la banda The Pogues. La historia Temple la construye desde el mito de los orígenes, acompañado de acontecimientos históricos y políticos, así como el lugar de la poesía y la música folklórica irlandesa. El recorrido de McGowan, en la mirada culturalista de Temple, está íntimamente ligada a sus orígenes de clase, las relaciones campo-ciudad y a fenómenos amplios como el surgimiento del IRA, el punk, y la lucha contestaria. McGowan, una figura única que pasó por diversos períodos hasta descubrir el punk y fundar su primera band The Nipple Erectors, encuentra un destino ya en la década del ochenta, reaccionando contra el “synth pop” de la época a la búsqueda de experiencias más viscerales. La rebeldía punk sumado al aire etílico-literario y la música folklórica irlandesa es la que da la propuesta de The Pogues, lanzando a MacGowan hacia el estrellato del underground internacional. El documental trabaja con base de archivos tanto del retratado como apoyado por noticias, películas y documentales que ayudan a fijar determinados sentidos en la construcción juguetona de Temple. Se acompaña, además, de entrevistas y algunos registros de conversaciones, centralmente con su actual pareja y el actor Johnny Depp, muy buen amigo de Macgowan y productor de la cinta. McGowan aparece muy demacrado, en silla de ruedas, pero a su vez vivo y asumiendo su condición de superviviente de una época. Su sarcástica y ebria poesía, sus aires lúdicos e infantiles, su condición de outsider y deseo de morir con las botas puestas, desde la mirada de Temple, lo encumbran hacia una figura icónica única de la cultura del siglo XX.
2.- El documental Billie (2019) de James Erskine es otro acercamiento biográfico, que tiene una historia e investigación apasionante atrás. Por un lado, es la reconstrucción realizada a partir de una investigación que nunca llegó a puerto. Se trata de la que realizó la periodista Linda Lipnack, fallecida en la década del setenta, y que quedó sin terminar. Se trataba de una obsesiva reconstrucción biográfica de Billie Holiday desde la voz de sus amistades, colaboradores y ex parejas. Convencida de la complejidad de su personaje, la periodista estaba convencida de la necesidad de construir un relato coral, lleno de aristas y matices. El registro de esta investigación estaba en archivos de audio -cassettes, cintas de nagra- y es la base del documental, que se acompaña centralmente de fotografías y algunos registros televisivos. Tomado de esta estructura, el documental aborda la biografía de Holiday. Nos vamos a Harlem y a sus inicios como cantante, para luego convertirse en la estrella que se convirtió, desde la voz que buscaba sonar como un saxofón y que relataba historias autobiográficas en las veladas nocturnas de la ciudad. Se destila de esta reconstrucción la intensa vida bohemia del período en la cual estaba totalmente inmersa la cantante (décadas del 30 y 40), sumida en las drogas y el alcohol y también en una intensa vida afectiva y sexual. Un carácter único, intenso, deslumbrante en muchos sentidos. El documental también hace patente el racismo y la violencia ejercida hacia los músicos afrodescendientes, que van desde la usurpación simbólica del jazz a la represión y persecución policial. Todo ello queda grabado en la historia de la música bajo la increíble composición “Strange fruit” que Holiday, desoyendo a su casa productora, decide grabar a modo de denuncia. El documental construye un paralelismo trágico entre Holiday y la periodista. Como en otros documentales -ver la miniserie: El asesino sin rostro- la investigadora se desdobla en su objeto de estudio, lo que decanta en un final trágico doble, en paralelo al proceso de decadencia de Holiday sumida en escándalos diversos con la ley y sus relaciones de pareja.
3.- Por último All I Can Say (Danny Clinch, Taryn Gould, Colleen Hennessy, Shannon Hoon, 2019) se trata de un trabajo vívido a partir de los registros en vhs que realizó a lo largo de sus últimos años de vida Shanon Hoon, vocalista de la banda Blind Melon, banda símbolo del grunge durante la década del noventa. A lo largo de un recorrido de cinco años, el documental registra “desde dentro” la carrera meteórica al estrellato de una banda one hit wonder, que con algo de suerte pudo poner en el top del número uno de los charts su himno “No rain”. De algún modo, el documental gira en torno a este momento. Los años de “alza” del grunge y la celeridad de contrataciones por parte de las multinacionales a bandas de jóvenes que se asimilaban en este estilo. ¿Cómo olvidar el desfile de bandas como Candlebox, Stone Temple Pilots o Soul Asylum, todas bandas fichadas por grandes sellos con la característica en común del estilo de Seattle? ¿Y el “boom” de Nirvana en ese momento, a modo de señeros de un itinerario que termina fatalmente con el suicidio de Cobain en 1994? Todo este material doméstico, a ratos divertido, tiene como telón de fondo la época y, particularmente, el destino de un muy joven e ilusionado Shanon Hoon a quien le cae de la nada la exposición mediática, para luego afrontar el olvido y la vida “real” que asoma, y que sobrevive a costa de las drogas. Un viaje afectivo a través del “texturado” vhs, un recorrido a una época desde sus entrañas con el gran espacio off de la fragilidad emocional y la volatilidad de un fenómeno que duró tan poco como la esperanza de las bandas por hacerse el espacio en la industria. Un documental tan gozoso como melancólico, que se pregunta por el destino de una banda veinteañera con algo de suerte, que luego de su “hit” poco pudo hacer para sacarse esa imagen de encima.
Tres documentales, tres biografías, tres tratamientos. El primero Crock of Gold, usa el archivo como modo de ilustrar y contraponer con humor y distancia las menudencias de una vida visceral y punk como la de MacGowan bajo un montaje etílico y literario. El segundo, sobre Billie Holiday, basa su investigación material en los registros sonoros de las voces que dan testimonio, los cuales hay que imaginar en un gran off, mientras fotografías desfilan frente a nuestros ojos. Un documental “reconstructivo” que tiene la fuerza de retomar dos biografías cruzadas por fijaciones comunes. Por último, el registro vhs de Hoon: un diario de vida autobiográfico sumamente rico en detalles y “sentimiento de época” que apela, nuevamente, a cierto sino trágico de su personaje, sin dejar de lado el homenaje. Como vemos, hay larga vida para el archivo musical.