Descubriendo a mi hijo: La paternidad después de la muerte

La película de Shavei Gabizon resignifica los ritos del amor y la muerte, de la paternidad y el matrimonio por medio de un hombre que se involucra espiritualmente con su hijo muerto. Ariel experimenta el luto desde la necesidad de conocer -y conocerse- para luego sentirse padre.

A medida que crecemos y nos abrimos paso durante la infancia, inevitablemente,  descubrimos que la muerte existe. Desde ese momento, nos enseñan que esa persona no volverá a caminar entre nosotros ya que su cuerpo descansa en paz. En películas hollywoodenses esperamos que las tumbas tengan escrito: “R.I.P” -rest in peace- pues asumimos que aquellas almas están tranquilas, en calma. Sin embargo, ¿tenemos la certeza de que descansan en paz? Si la respuesta es no, o no estamos seguros del todo, ¿hay manera en que podamos ayudarlos desde aquí?

Descubriendo a mi hijo es un drama/comedia israelí que busca responder a esta última pregunta. En su película, Shavi Gabizon nos presenta una intrigante y fresca visión sobre el luto que se configura desde una paternidad que con cada giro y personaje, complejiza y atrapa.

Todo comienza en un café donde Ariel (Shai Avivi) un exitoso y soltero empresario, se entera que tiene un hijo de 19 años llamado Adam (Adam Gabay). Su exnovia, Ronit, (Assi Levy) le explica que nunca le contó pues sabía que él no quería hijos. Al principio nos quedamos con esta clásica -o predecible- premisa, sin embargo, Ronit, remata agregando que Adam acaba de morir producto a un accidente automovilístico. Desde este giro la película se convierte en el viaje de Ariel, que va tras la huella de Adam descubriendo una paternidad invisible, después de la muerte. De manera constante la película gira entorno a los esfuerzos de un padre por conocer al hijo, esfuerzos que cada vez son más satisfactorios para Ariel, quien se esmera por entender y -defender- el actuar de su hijo frente a los otros.

El luto de Ariel nace y crece a medida que conoce a Adam desde otros. Ariel busca encontrarle un sentido al luto, pues para sentirse padre necesita primero conocer las pasiones y obsesiones de su hijo, para él mismo involucrarse y llegar a sentirlo propio, como el hijo de toda su vida. Esta búsqueda transforma el film en una fábula donde cada escena presenta un personaje testigo de Adam: un amigo, profesor, o novia, que nos van revelando aspectos de su persona. Como un cuento de detectives, Ariel va armando un imaginario de Adam y, ante cada descubrimiento, busca desesperadamente involucrarse con él, entenderlo. En este punto la figura de Adam está orquestada para provocar intriga y chocar con las expectativas de Ariel –y las nuestras.

Con cada personaje Adam se arma y se des-arma, pues lo leemos desde el despecho y la admiración. Por un lado, Adam era un pianista virtuoso, un increíble poeta, un apasionado del fútbol que no se dejaba afectar por la pena. Pero, por otro, descubrimos que vendía drogas, que lo expulsaron del colegio por acosar a su profesora, que drogaba a la abuela de su novia y que mantenía relaciones sexuales con una menor de edad. Con pinzas, Gabizon nos presenta a Adam como un individuo errático, como un dilema que provoca tanto fascinación como desagrado.

A raíz de esto, es interesante mencionar que Ariel es constantemente encuadrado en primer plano, delante de fuentes de luz, como ventanas de vidrio o lámparas de hotel. Ciertamente esa luz puede representar las constantes preguntas que un padre se hace en torno a su hijo muerto. Esas preguntas van escalando al punto donde el padre aprende sobre su hijo y también sobre sí mismo. Ariel nunca pone en duda a Adam sino que, por el contrario, se empeña en entenderlo, en destacar su vertiente sensible pues encuentra en él un sentido propio a su pérdida. Ariel comprende que no debe responsabilizarse por su hijo y, al contrario, se fascina al descubrir que Adam era un rebelde y un romántico, un artista y un vándalo.

Las actuaciones y el guión de Descubriendo a mi hijo logran con éxito complejizar el anhelo que siente Ariel por involucrarse en la vida de Adam, en especial por enmendar su fatal obsesión por Yahel, su profesora de francés (Neta Riskin). De ahí el único encuentro onírico entre ambos, cuando Ariel sueña que conoce a Adam desde el interior de uno de sus poemas eróticos dirigidos a Yahel. Es en ese espacio donde Ariel, como padre y hombre, conecta con Adam, con su mente y deseos, muy en el fondo, desde el lamento de no haber podido prevenir la muerte de su hijo. 

Desde esta reflexión crítica surge el punto de quiebre y desenlace del film. Es aquí donde Gabizon materializa “lo que pudo haber sido”, dándole la oportunidad a Ariel de formar parte activa en la vida de Adam. De forma mundana -y casi de teleserie- Ariel conoce en el cementerio a un padre que perdió a su hija. Abigail, una hermosa joven que se suicidó por depresión, se revela como la pareja perfecta para Adam tanto en vida como en muerte: ambos disfrutan la música clásica, aman el mismo equipo de fútbol y sus personalidades calzan a la perfección. Tras algunas discusiones, ambos padres deciden unirlos en matrimonio con la esperanza de que se encuentren y acompañen en el más allá. Con esto Ariel ve una increíble oportunidad para lograr que Adam -o el alma de Adam- se saque a Yahel de la cabeza y logre encontrar la paz. Así, Ariel culmina su luto: planeando el matrimonio para su hijo, convencido, como padre, que eso es lo mejor para él.

La película de Shavei Gabizon resignifica los ritos del amor y la muerte, de la paternidad y el matrimonio, por medio de un hombre que se involucra espiritualmente con su hijo muerto. Ariel experimenta el luto desde la necesidad de conocer -y conocerse- para luego sentirse padre. Gabizon utiliza con éxito el luto como vehículo narrativo para hablar sobre la paternidad y el amor. El film con cada giro y personaje va mutando en intrigas y realidades que nos impactan y nos mantienen atentos a qué vendrá. Lo más destacable de Descubriendo a mi hijo es que configura su conflicto central desde la memoria colectiva y los imaginarios de terceros, abriendo las posibilidades y nuestra capacidad de empatizar. Adam apenas aparece en una escena, pero Gabizon teje tan bien sus relaciones con el resto que, al igual que Ariel, con cada giro nos cuestionamos a nosotros mismos y a nuestros imaginarios. 

 

Título original: Ga’agua/Longing. Dirección: Shavei Gabizon. Guión: Shavei Gabizon Producción: Tammy Leon, Avraham Farhi, Shave Gabizon, Moche Edri, Leon Edri. Fotografía: Assaf Sudri. Montaje: Tali Halter-Shenkar. Música: Yoram Hazan. Reparto: Shai Avivi, Assi Levy, Adam Gabay, Neta Riskin, Shmil Ben Ari, Shiri Golan, Shimon Mimran, Ella Armony. País: Israel. Año: 2017. Duración: 100 min.