Mala junta (1): Cuestionando la autoridad
La historia de un inadaptado afuerino que llega a instalarse a lejanas y aisladas tierras de la larga geografía chilena puede sonar a buenas y primeras como un cliché bastante común en varias producciones nacionales. Quizás es una de las formas más directas de generar el contraste que existe entre el centro y los extremos. Sin embargo, a veces estas estructuras resultan no solo certeras sino que necesarias. Y eso es lo que sucede con Mala junta, largometraje debut de Claudia Huaquimilla que no ha pasado desapercibido por varios festivales nacionales, ganando premios en FICValdivia, FECICH, FICIQQ, Talca, Lebu y FEMCine.
Mala junta cuenta la historia de Tano (Andrew Bargsted), un joven delincuente que es enviado a vivir con su padre, Javier (Francisco Pérez-Bannen), bajo amenaza de mejorar su comportamiento o ser internado en un hogar de menores. Sin embargo, es evidente que ambos apenas se conocen y les resulta poco natural está relación padre-hijo. En su integración al nuevo colegio, Tano se relaciona con Cheo (Eliseo Fernández), un adolescente que sufre bullying por ser mapuche y que es hijo de una amiga de su padre, Andrea (Francisca Gavilán). Tano, desadaptado y con problemas para cumplir normas, genera interés en los matones del colegio, liderados por Diego (Sebastián Ayala), personaje que será clave en el desenlace de la película.
Resulta evidente que la película cuestiona las relaciones de poder que se establecen como naturales en la sociedad chilena. Javier tiene dificultades para ejercitar su rol de autoridad frente a su hijo. Mientras Tano tiene severos problemas para adaptarse a regímenes incuestionables de normas y deberes como es el colegio, la familia y el estado. Sin embargo, el principal cuestionamiento que los rodea es el conflicto mapuche. Rodada en San José de la Mariquina, zona mapuche, Javier y Tano son testigos como Pedro (Ariel Mateluna), joven comunero mapuche es asesinado en una redada policial, con el fin de tan solo someter y acallar las demandas del pueblo mapuche. El Estado ejerce su autoridad con violencia de la misma forma con que violenta a Tano bajo la amenaza de “obedece o te encerramos”. La metáfora sobre el sometimiento y la violencia es clara en esta relación Estado versus padre-hijo. Y ahí es donde se encuentra la belleza de esta película.
Las metáforas no sólo se enfocan en la violencia y en la represión, sino además en el fuego como elemento purificador. Cheo disfruta de jugar con fuego, disfruta quemando cosas. Como un ritual purificador, él se limpia del dolor de no conocer a su padre y del constante bullying recibido en clases. Es a través del fuego que Tano y Cheo consolidan su amistad, pese a que Tano rechaza cualquier expresión formal de cariño frente a otros. Su incapacidad de adaptarse a normas sociales hace que se cuestione cada uno de los modelos existentes en la sociedad: ser escolar, ser amigo, ser hijo. Ambos adolescentes son extraños para los aparatos estatales de orden.
La belleza de Mala junta está en esta constante tensión entre el poder y los sometidos, entre las estructuras y los que se rebelan a éstas. En este sentido, la dirección es clave al saber usar estos elementos de tensión para desarrollar historias que van más allá de los problemas íntimos de los personajes. Si bien Tano tiene problemas con sus padres y Cheo nunca conoció a su progenitor, esa amargura y ese abandono se transforman en rabia y rebeldía. Es por eso que el giro que toma la película luego de la muerte del comunero mapuche es de un significado mayor, ya que sirve de motivo para que los dos amigos expresen la rabia contenida y descubran quiénes son, independiente de las consecuencias que eso traiga. Mala junta es una película política sobre adolescentes que no encajan en una sociedad normalizadora y represiva, de un padre que no sabe qué es ser padre, pero principalmente, sobre un pueblo que lucha por su libertad.
Al igual que con la ópera prima de Carlos Leiva el año pasado, El primero de la familia, el debut de Claudia Huaquimilla no es menos refrescante y esperanzador. Ambos directores se basaron en sus cortometrajes de título de Dirección Audiovisual en la Universidad Católica, (San Juan, la noche más larga, del año 2012, en el caso de Huaquimilla), para retratar una sociedad chilena injusta, represiva y violenta. Resultaría interesante analizar el rol que pueda tener la casa de estudio en el desarrollo de las temáticas por parte de estos nuevos cineastas, ya que claramente difieren de la mayoría de las otras películas pertenecientes a egresados de otras escuelas universitarias.
Nota comentarista: 8/10
Título Original: Mala junta. Dirección: Claudia Huaquimilla. Guión: Claudia Huaquimilla, Pablo Greene. Fotografía: Matías Illanes. Montaje: Valeria Hernández. Música: José Miguel Tobar, Miguel Miranda. Reparto: Andrew Bargsted, Francisco Pérez-Bannen, Eliseo Fernández, Francisca Gavilán, Ariel Mateluna, Sebastián Ayala. País: Chile. Año: 2016. Duración: 89 min.