Informe XVII In-Edit Chile (1): Biografías colectivas

Pero por cierto, una de sus rutas más claras es la curatorial. Una selección que año a año sabe dialogar con culturas musicales vivas, transferencias generacionales, retazos de la historia cultural de determinados estilos, biografías y relatos que cruzan la historia detrás de las escenas, los sonidos, la historia de las inscripciones y sus recepciones.

18 años del festival y una vuelta con fuerza a la presencialidad marcaron la pauta de este año en INEDIT. Un año, sin duda, de reencuentro, que puede vanagloriarse de haber ido conquistando su público a lo largo de los años, desde una revitalizante relación entre pantallas, evento y audiencias. Charlas, competencias, workshops, presentaciones en vivo, votos del público, competencia de videoclips, entre otros, marcan renovadas estrategias para establecerse como el punto de encuentro entre imágenes, sonidos y música en Chile.

Pero por cierto, una de sus rutas más claras es la curatorial. Una selección que año a año sabe dialogar con culturas musicales vivas, transferencias generacionales, retazos de la historia cultural de determinados estilos, biografías y relatos que cruzan la historia detrás de las escenas, los sonidos, la historia de las inscripciones y sus recepciones. Este año, además de la muestra y competencia habitual, contó con la sección “Splendit” para proyectar algunos documentales destacados de los últimos años. He dividido mi informe entre documentales más biográficos, centrados en individuos, y otros más bien vinculados al repaso histórico de una escena cultural.

 

Biografías resilientes

Si hablamos de expectativas, el documental de apertura Sinéad O'Connor: Nothing Compares de Kathy Ferguson se llevaba el premio mayor. El documental prometía hacerse cargo la la icónica artista irlandesa a la luz de su talento pero también de la polémica de 1992, cuando, en medio de una transmisión televisiva rompió una foto del Papa gritando “luchen contra el enemigo real”, evento que le significó el acoso y la abierta censura de su obra a lo largo de muchos años por parte de los medios y distintos grupos conservadores, esto en medio de la promoción de su tercer álbum Am I Not Your Girl? (1992), que proseguía en una escalada al éxito de su anterior disco I Do Not Want What I Haven't Got (1990). El documental aborda los inicios de una atribulada Sinéad en medio del conservadurismo irlandés y el descubrimiento, en medio de una incipiente banda del under de su país, de su voz por un par de productores musicales, quienes le ofrecen el contrato para su primer disco The Lion and the Cobra (1987). En medio de esto, encontramos a una joven Sinéad luchando contra los estandáres musicales y estéticos de la industria, defendiendo su autonomía artística así como el manejo propio de su imagen, que incluye el mítico rapado. Hits musicales como “Mandinkay luego “Nothing Compares 2 U”, rankeados en lo más alto de las listas, le dan cierto piso y credibilidad, pero nos encontramos aún en los inicios de la década del noventa, donde, por ejemplo, sus carátulas son censuradas y su impulso progresista -pro-aborto , anti nacionalista, crítica a la Iglesia en su encubrimiento a la pedofilia- son problemáticas, particularmente, en el contexto norteamericano. Aquí está el antecedente de 1990, cuando en el marco de una presentación en el Garden State Center, decide no cantar el himno nacional lo que le vale el repudio de muchos medios radiales que se niegan a transmitir sus canciones. Luego del evento del papa y su escándalo, vemos uno de los momentos más álgidos del documental y su propia biografía: la presentación en el tributo a Bob Dylan en el Madison Square Garden, durante su reaparición luego de la polémica, donde fue recibida con pifias. En ese marco, Sinéad cambia de libreto y decide -tal como hizo en el show de SNL- cantar “War” de Bob Marley a cappella. Se trata de un momento único en la historia del rock donde la artista se para frente a la audiencia con dignidad y aferrada  a sus principios para luego romper en llanto en el backstage. Tal como reconstruye el documental, muchas de las causas abrazadas por Sinéad -el derecho al aborto, la crítica a la iglesia, el derecho a romper binarismos de género a través de su cuerpo- fueron eventos avanzados en los que el presente y la discusión pública le ha dado la razón. Rescatar ese legado es parte del enfoque del documental.

Si de biografías resilientes hablamos, la coproducción chileno alemana dirigida por Sebastián Saam (que ganó además la competencia nacional), Andrés Godoy, el arte de perder, se lleva una mención mayor. Mientras Nothing Compares sustenta su tratamiento en el archivo y una voz off de la propia Sinéad, cerrando con una presentación en vivo, el documental sobre Godoy, mezcla testimonios de cercanos, propios, archivos y algo de seguimiento, en la reconstrucción de una biografía marcada por un accidente a temprana edad: la pérdida de un brazo mientras trabajaba en el campo. A pesar de ello, y fruto de un compromiso con la música como agente de transformación social, dedica su vida a enseñar, producir, componer y tocar música, siendo, por ejemplo, uno de los fundadores de las Escuelas de rock. Se trasluce de Godoy una posición sin egos y absolutamente apasionada por su quehacer, construyendo espacios para que otros puedan descubrir la música, así como una posición política progresista y de izquierda, vinculada estéticamente a las raíces de la nueva canción. La ultima parte de su vida lo encuentra poniéndose él al centro de la música para descubrirlo como guitarrista, descubriendo la técnica del “tap-tap”, que consiste en tocar con una sola mano golpeteando las cuerdas de la guitarra. El resultado es la expresión pura de Godoy con arreglos, melodías y letras que recuerdan a la nueva trova y la canción de autor.

El documental de clausura, Alter (Joaquín González, Uruguay), podría pensarse también desde lo biográfico, aunque aquí más bien se trata de una pregunta por la identidad. Cercano al mockumentary pero sin perder una aproximación empática a su protagonista, se siguen las vicisitudes de un psicólogo cesante que se transforma en doble de Luis Miguel, debido a su capacidad de imitar la voz. En medio de cumpleaños, kermeses, asilos de ancianos, Sebastián empieza a encontrar aquí algo más que un pasatiempo, mientras un amigo manager lo presiona a activar redes sociales y promover su “marca”, encontrando aquí momentos hilarantes (para la posteridad la batalla de “dobles” de Luis Miguel fuera del concierto del Luis Miguel real). Sin embargo es el propio Sebastián quien empieza a hacer crisis, a partir de una verdadera vocación de hacer canciones y desarrollar su carrera solista a modo de propuesta personal. Es ahí cuando se presenta el conflicto mayor: entre seguir ganando plata como imitador y vincular toda su vida a esto, o tener una búsqueda personal como artista. Alter va convenciendo a partir de su atribulado protagonista y cierto ambiente decadente que impregna la vida del imitador, construyendo una metáfora cruda de las necesidades del mercado y la audiencia versus la personales y artísticas.

 

Relatos colectivos

Entre lo autobiográfico y lo colectivo Can and Me es menos un documental sobre la banda Can -míticos fundadores del Krautrock de los 70s en Alemania- que sobre la vida de Irmin Schmidt, quizás, el lado más académico de la banda. Formado en el conservatorio y avezado discípulo de Stockhausen y John Cage, tomó del minimalismo, la electroacústica y la música concreta, las bases para una exploración que se mezclase con la improvisación y el legado de la psicodelia, de lo que sale la banda alemana. El documental se nutre de este itinerario formativo de Schmidt y aunque la expectativa es grande, Can toma una parte breve del documental para explorar en las múltiples facetas del compositor, incluyendo composiciones de piezas minimalistas, óperas, bandas sonoras o el dúo Schmidt & Kumo centrado en música electrónica. Hay, también, un foco en la esposa de Schmidt, Hildegard Schmidt, quien desde la década del 70 se ha encargado de administrar el legado de la banda con homenajes sinfónicos y box sets inéditos, en una relación productiva con su marido. Si bien el documental está bien llevado y resulta de interés, puede resultar decepcionante para quien tenga la aspiración de abarcar más la historia de Can y el universo musical del Krautrock del período.

Pero, al menos, dos documentales que pude ver se centraron más en una historia colectiva a partir de escenas culturales precisas, con un enfoque llamativo. El ganador del Oscar Summer of Soul de Questlove, exhibido en la versión anterior y ahora re-proyectado en la sección Splendit, fue, para mí, uno de los platos fuertes. Se trata aquí de la recuperación de un archivo único y excepcional, el registro perdido de una serie de conciertos multitudinarios de 1969 el “Harlem Cultural Festival” con la participación de nombres como Nina Simone, Sly & the Family Stone, Stevie Wonder, David Ruffin (ex The Temptations), B. B. King o Ray Barretto. Mitad revivir mágicamente las presentaciones excepcionales de estos artistas, mitad darles el contexto de un período política y culturalmente movilizado por los derechos civiles y con la muerte de Martin Luther King y Malcolm X a flor de piel. Por otro, vemos como se generó la posibilidad de este festival a partir de la alianza improbable entre un alcalde republicano, un animador de eventos de night-clubs- Tony Lawrence-, las iglesias católicas y los Black Panthers. Summer of Soul es un documental vibrante casi por donde se lo mire: la bella presencia del góspel y voces como las de Mahalia Jackson o The Staple Singers sitúan el concierto como una pieza clave sobre el rol de la música en la cultura profunda del Harlem, mientras en su público se movían distintas generaciones de oyentes, la mitad de ellos, removidos por los movimientos de liberación de los 60s, luciendo orgullosos afro y pantalones pata de elefante. Lo viejo, lo nuevo, lo radical de la música espiritual o de un blues vernacular, traspasan cualquier a priori ideológico, cerrando con la presentación estelar de una Nina Simone tan espléndida como políticamente lucida y orgullosa.

Desde otro ángulo radicalmente diferente, Murder in the Front Row: The San Francisco Bay Area Thrash Metal Story es la reconstrucción coral de la escena trash metal de los 80 en San Francisco, compuesta por bandas como Metallica, Exodus, Testament, Possesed, Anthrax, Slayer y Megadeth. Aunque es una historia en parte ya contada bajo la estructura de un grupo de amigos que quieran hacer algo nuevo en un lugar donde poco pasaba, es fascinante ver la reconstrucción de la escena metalera del período, a la luz de lo anómalo, pero también de el entusiasmo en grabar e intercambiar cintas, cartas, fanzines y revistas, una verdadera cultura que sentaba los parámetros para radicalizar el metal bajo el lema “más rápido, más agresivo”. El premio mayor, claro, se lo llevan Metallica, acaso, la banda que logra llevar a un publico más amplio la música que se estaba produciendo ahí, siguiendo sus vicisitudes (el fallecimiento de Cliff Burton, las entradas y salidas de Dave Mustaine y Kirk Hammet), así como el impacto que producía verlos en vivo, como en el aclamado concierto de 1985 “Day on the Green”, donde la audiencia quedó impactada. Hay muchas anécdotas de destrozos, fiestas y alcohol, en una edición dinámica y siempre bajo la estructura del talking-head testimonial. Sin embargo, se trata de un documental que trasciende la cultural del fan metalero para hablarnos de grupos humanos, autogestión y pasión conjunta.