Informe IX In-Edit: Shut up and play the hits: Todo es un gran cliché
Voy cerrando los últimos días en IX Inedit-Nescafé con Shut up and play the hits la crónica -ultra pensada- del último concierto que marcaba el fin- ultra pensado- de la banda LCD Soundsystem. Banda que no sólo puso en boga el electro rock en las pistas de baile si no que llevó a toda una generación a revisar el cruce entre el disco, el punk y el post-punk, encabezado por James Murphy, a la cabeza también del sello DFA Records y de un montón de producciones musicales.
El documental muestra a un Murphy intentando pensar su próximo paso, pero es difícil saberlo con un personaje que parece ser el mismo un propio cliché, un molesto cliché. ¿Murphy anonadado de su propio monstruo? ¿De querer ser tan “ultra” y a la vez tan consciente de las dinámicas de la industria musical entre el mainstream y lo alternativo? Y a todo esto… ¿Qué era finalmente ser “indie”? ¿De qué se trataba? Los mejores momentos de este documental dan cuenta de esas crisis, pero también de lo autoconsciente que se ha vuelto toda la dinámica ampliada de la cultura. James Murphy es un hijo de eso, casi tanto como el sujeto que lo entrevista a lo largo del filme (quien es incapaz siquiera de hacer una pregunta directa antes de pasar por una serie de muletillas sin sentido). Y parte de la pregunta “¿y cuál era el sentido de todo esto?” circula durante todo el documental. Por que Shut up and play the hits consciente o no de sus operaciones- ser el registro del último concierto de la banda de mr. Murphy– pone en evidencia lo viejo y ruinificado que se ha vuelto toda aspiración de “lo nuevo” y el estar demasiado viejo- y quizás consciente- para jugar ese juego y salir ileso. Murphy, incluso en su renuncia, sigue siendo un gran cliché, ahora el de “la maduración”, el de ser un viejo rockero que se retira, y cuya manía por el control es visible hasta el punto de determinar el cómo quiere ser recordado, como quiere que se termine su banda y esta etapa de su vida. En su momento de “verdad”, Murphy es consciente de ser el relato decadente de la decadencia, un mal show para fanáticos que esperan una épica en la que hace mucho dejaron de creer porque, en parte, de eso se trataba la pista de baile.
El sonido de las guitarras, con una base house, apenas recuerdan al rock como un discurso de fondo, un par de viñetas sobre su propio vacío. Más cerca de Warhol que del punk, Murphy utiliza estructuras- y sonidos, estilos- a su antojo, y todo el recital que se filma es un repaso de ello: desde el punk, al glam rock, pasando por el synth pop, y el house. Todo es un cliché, todo es reutilizable. Lo que toca es ensayar un discurso, su mera negociación nos habla de una plusvalía, quizás, negociable. Un hipermercado de experiencias y objetos de consumo cuyo valor fantasmagórico se negocia en descargas de mp3, recitales y festivales de cine. LCD Soundystem fueron la banda que intentó hablar -y sonar- a eso. Su fin -registrado con potencia en directo por el documental- es su última mueca socarrona.