Informe Fidocs 2014 (2): Formas de experiencia
Formas de experiencia. Pero Fidocs 2014 fue también un laboratorio de experiencias documentales: hablamos de exploraciones en la materia, experimentación con el formato, profundización en la dimensión sensible de la imagen, pasajes abiertos a la percepción y lo sensorial…
El Rostro (2013) de Gustavo Fontán, como bien escribe Pablo Álvarez, se trata de una obra que se encuentra en los intersticios de la división entre “ficción” y “documental”, trabajando una puesta en escena donde archivos, formatos, registro directo se intervienen con un tratamiento visual y sonoro que re contextualiza la imagen. Sin un argumento central y con un énfasis en los procedimientos formales, el entramado de Fontán se pasea entre lo imaginario, lo fantasmático y lo real, proponiendo un acercamiento para el cual es necesario des-aprehender la mirada, ingresar a un universo de evocaciones, referencias y sutiles presencias echan a andar la percepción. Fontán trabaja con próximo, lo primario, su mirada evoca una infancia cinematográfica: los inicios del cine de vanguardia (Epstein, Man Ray e incluso Cocteau) y documental (Vigo, Ruttman), su filme es un viaje donde el paisaje, los personajes, las acciones cobran una dimensión de extrañamiento, por lo mismo, de un mundo inusitado. Fontán es un cineasta muy prolífico y comprometido con su obra, tuvo retrospectiva en Ficviña hace poco, sin embargo creemos que la proyección de su obra en Fidocs encontró un mejor espacio de recepción.
Del lado de los focos, la visita de Peter Mettler habló bien de Fidocs 2014 y causó bastante interés en el público. Mettler, cineasta suizo canadiense, es un explorador de las materias y las formas pero que a su vez posee un rigor que podríamos llamar metodológico. De la palabra “experimentación”, podríamos deducir no sólo el viaje sensorial si no también la dimensión del “experimento” como base de prueba empírica, como trabajo con ciertas hipótesis que se verán comprobadas o refutadas en la exploración documental, el documental como laboratorio. Picture of light (1994), por ejemplo, se plantea una pregunta bastante simple ¿es posible filmar la aurora boreal? Esto lo lleva a un viaje al polo norte, un lugar donde, donde la condición humana de vida se extrema, produce formas singulares de habitabilidad. Mettler incorpora esto en el metraje, y va incorporando no sólo la pregunta por la luz, sino también por las mediaciones entre una imagen y su percepción ¿existe un afuera de la mediatización? ¿Cómo influye ello en la percepción del espacio y el tiempo? La vocación exploratoria de su objeto lleva a su vez al documental a la exploración sensorial sobre su propio procedimiento- captación de luz, recortes temporales, fragmentación- una ensoñación perceptual a la que se llega por medio de las preguntas correctas, de un método. Esto lo lleva a un extremo en Gambling, gods and lsd (2002), quizás su obra mayor de tres horas de duración. Todo el tratamiento sonoro y visual genera un ambiente para el verdadero “trip”, desfilan al frente de la pantalla: evangélicos en éxtasis religioso, paisajes desérticos en Arizona, vendedores de artefactos sexuales en Texas, yonkis heroinómanos, un viaje a la India, una rave, turistas que pagan por ver demoliciones en vivo…sin explicitar directamente el tema, pero estableciendo asociaciones, el documental se hace a sí mismo con algunas intervenciones del propio Mettler, la incorporación del proceso documental en la que van apareciendo las dimensiones de un zetgeist contemporáneo vinculado a la búsqueda de experiencias, espiritualidad y cierta sensación de vacío ¿etnografía experimental? ¿observación participante? ¿documental beatnik? ¿cine experimental formalista? ¿posmodernismo new age? Todo ello parece darse cita aquí, con el acompañamiento sonoro de la música de Fred Frith y Jim O ´Rourke entre otros. La última función de Fidocs consistió en la proyección de The end of time (2012) el último trabajo de Mettler…a sala llena.
Y si de exploraciones sobre lo sensorial se trata, Manakamana de Stephanie Spray y Pacho Velez, confirma el trabajo que se viene desarrollando desde el Sensory etnography lab de Harvard. Una perspectiva que cuestiona las dimensiones del documental expositivo, distendiendo por un lado la temporalidad y por otro implicando relaciones entre dispositivos tecnológicos y narrativos. Un tipo de acercamiento donde lo visual no ilustra pre-conceptos, si no que es el punto de partida para la agudización de una comprensión que es perceptual y sensible. Manakamana está filmada en un teleférico en Nepal, que comunica con un templo. Está constituído por planos fijos instalados en la cabina con sonido directo y un viaje que demora alrededor de 8 minutos por vez. Cada plano es la inmersión en una situación/estado diferente: un padre y un hijo en silencio, una devota, tres hermanas, madre e hija que van comiendo un helado; una pareja de músicos que ensayan durante el viaje con un instrumento parecido al sitar; un grupo de amigos metaleros que van sacándose selfies e incluso un grupo de cabras amarradas y algo asustadas con cada sobresalto del teleférico… Cada plano, como decíamos, es la inmersión en una situación distinta y en cada puerto de llegada, la imagen se va a negro y cambia el pasajero. Esto sirve tanto para articular un ritmo narrativo como para dar cuenta de un off de la escena que es tanto descanso como trastienda. La mirada de Manakamana podría ser tildada de etnográfica, aunque también post-humana, donde lo que está implicado es la capacidad de trasuntar y extremar el dispositivo de la mirada, configurando una experiencia concreta en la observación más allá del directo observacional, más cerca de un viaje perceptual una y cada vez.
Iván Pinto