El diablo es magnífico (2): La estética de la subversión
La segunda película de Nicolás Videla -co-director de Naomi Campbel en conjunto con Camila José Donoso- trata sobre Manuela, una mujer transexual o transgénero que habita en la ciudad de París. El filme está compuesto fragmentariamente, mediante secuencias narrativas y por relatos en primera persona de Manuela, constituyendo una combinación entre la crónica cotidiana de su vida y las reflexiones diversas acerca de su propia condición como chilena y transexual en una ciudad donde la subsistencia se le hace difícil.
Las crónicas de Manuela abarcan diversos asuntos, ya sea su cuestionamiento al matrimonio y el imaginario romántico parisino, o las distintas actititudes “hetero” -que van del odio a la atracción- respecto a su condición. Todos estos elementos son conjurados por la propia protagonista desde una especie de entrevista-ficción en tono confesional que convierten al personaje en un híbrido entre las vivencias “reales” del sujeto documental y sus puestas en relato. De esta forma se establece un nudo donde lo biográfico se vuelve ficción y viceversa, adquiriendo ribetes de una poesía urbana y transgresora. Junto con ello, se introduce aparece un nuevo elemento en la película, se trata de “intervenciones” urbanas que consisten en coreografías de danza en espacios públicos.
Estos tres niveles, la ficción, el documental y la performance, vuelven indistinguible el “género” del filme, al trabajar indistintamente entre ellos. Aunque haya ganado presencia el concepto de un “cine trans”, tal como ha declarado el director, podríamos hablar de que se trata de una tendencia ya marcada, tanto en cine como en artes visuales. Por otro lado, es también el propósito de Camila José Donoso, quien en su último filme, Casa Roshell, combina desde lo documental y la puesta en escena el retrato de una casa transgénero.
La particularidad de El diablo es magnífico está dada por las opciones de estilo y visualidad impresas en la película, donde definitivamente se habría pasado de un concepto “pasivo” del sujeto queer a una idea más bien subversiva y reivindicatoria, que es tanto un retrato como la búsqueda de una ética “otra”; algo que va más allá de cualquier rastro compasivo que pudiera encontrarse en un filme como Una mujer fantástica. Esta actitud también se establece en la visualidad propiamente cinematográfica, vinculada al cine-guerrilla, con una economía de producción que saca ventaja de sus recursos, particularmente en el uso del directo documental y una cámara en mano que tiende a saltarse las reglas. Tal grado de “subversión” se hace presente, además, en la propia Manuela, al parodiar las “musas” cinematográficas de París (que recuerdan los guiños godardianos, pero en versión Lemebel), en la pose “marica” como algo provocador y abiertamente transformador del espacio del consenso social, lo que también se visualiza en las coreografías que, desde los cuerpos trans, irrumpen en la urbe.
Aunque el filme se presenta en tensión con una ciudad de París idealizada, es cierto que las coreografías se sitúan en lugares idílicos de la ciudad y la relación con el espacio no parece del todo resuelta en términos de utilizar los mismos sitios turísticos-postal. Aun así, es notorio que sucede siempre desde la óptica de una cierta marginalidad latinoamericana y chic propuesta por Manuela y Nicolás Videla.
Es este otro lugar donde podría observarse el desarrollo en ciernes de un estilo, como lo es el juego con cierta elegancia trash. Al tratarse de una estética que también fue cercana a la propuesta de Lemebel y las performance de Las Yeguas del Apocalipsis surge como una especie de “cita” y es uno elementos que me parecieron más sugerentes del filme. Creo, también, hay un acierto en la elección de Manuela en el rol, ya que en la práctica es en ella que se sostiene el acercamiento hibrido y subversivo.
Esta estética de la subversión abre líneas de trabajo y profundiza en diversas claves que vienen dándose en el cine chileno de los últimos años: la mezcla ficción/documental, las problemáticas de género, el espacio biográfico. Con ella se fundan expectativas para procesos, metodologías y procesos creativos que puedan venir más adelante, vengan o no del llamado “cine trans” (categoría políticamente interesante, pero que en concreto no asegura efectividad estética para el futuro). Más allá de todo eso, El diablo es magnífico es, para mí, uno de los estrenos más interesantes del año.
Nota comentarista: 8/10
Título original: El diablo es magnífico. Dirección: Nicolás Videla. Guión: Nicolás Videla, Manu Guevara, Sebastián González. Fotografía: Sebastián Pose, Nicolás Videla. Montaje: Nicolás Videla. Música: Santiago Jara, Martín Bruce. Sonido: Sebastián González. Reparto: Manu Guevara, Daniel Larrieu, Vikctor Philip, Isabelle Ziental, Vincent Franchey. País: Chile. Año: 2016. Duración: 69 min.