Festival Cine B: Videofilia (y otros síndromes virales)

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Una película como Videofilia suscita solo provechosas contradicciones. Por un lado es una película inevitable, que tenía que aparecer en algún momento (tarde, tal vez, por los avatares de su financiamiento, como es costumbre) pero al mismo tiempo completamente inusitada en su honestidad cultural. Y ojo, que es un imaginario más difícil de representar de lo que nos han hecho creer, de lo que Cannes nos ha hecho creer. Es una película completamente peruana en sus estrategias en la medida en que es también japonesa, en la medida en que relee al cine de terror gringo, que incorpora la basura teenager de internet y del porno. Un verdadero lomo saltado low-fi.

El análisis de la “identidad nacional” en el cine muchas veces suele ser un ladrillo más dado a sociólogos que a cineastas, y no será el fin último de este texto. Más bien, será exponer algunas de las estrategias formales que se apropian códigos para resultar, como pocas veces en el cine de la región, en un pastiche lleno de libertad y evidente sincretismo.

Digo como pocos, partiendo de la base de que la filmografía de la región hace muchas décadas está enamorada de la idea de un naturalismo (en el mejor de los casos, un realismo animal) que se obstina en jugar el juego objetivista, temático y social que finalmente en la forma se reduce a una cámara en mano a la altura del ojo y al montaje invisible sobre una costosa cámara de alta definición. Postulado que Videofilia se va a encargar de contradecir insistentemente desde el único lugar que puede hacerlo, la pobreza de recursos (los mismos personajes graban travellings de culos con una silla de ruedas), la baja fidelidad como la trinchera ideal para entablar un narrador de video llamada, de chat, el auténtico narrador de la era digital con todos sus pixeles, escatología y levedad.

En ese sentido el trabajo de la imagen no inventa algo nuevo, sino que sabe incorporar principalmente el lenguaje de internet en la medida de que sus protagonistas (adolescentes híperconectados) habitan efectivamente en ese espacio mental y material. Esto se constata en las frecuentes interrupciones narrativas mediante Gifs animados y principalmente en el uso de “glitch” visuales, el error de datos que genera que parte de los campos de la imagen se congele, se repita o modifique generando un ruido en la imagen, que es tanto accidente de nuestra escasez de medios como también espectáculo visual. Y es en ese punto que Videofilia vuelve a disonar con la convención: se trata de una película de forma, que utiliza estrategias del video arte en diálogo con la cultura popular al interior de un largometraje narrativo. El glitch es por ello también protagonista, principalmente en una elocuente escena de viaje en ácido por las ruinas ceremoniales incas en los suburbios de Lima. La conexión indígena no es accidental, toda la música de la película trabaja con gran precisión su hibridez cultural, mezclándose versiones de canciones amateurs vía Youtube con el trabajo de Carlos Gutiérrez, director de la orquesta experimental de instrumentos nativos en La Paz, organización que desde los 80’s sigue la tradición de des-occidentalizar la música andina, llevándola hacia la contemporaneidad.

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El tedio, ese otro gran tema del cine joven latinoamericano, escapa acá del tiempo muerto para introducirse de lleno en la basura más valiosa de Youtube, en Pokemon y en los laberintos de la piratería y los cybers peruanos. El ocio de los personajes de Videofilia no pasa por la melancolía con olor a romanticismo europeo, sino que es incapaz de separarse de su origen barroco con gusto a “mal gusto”, ese del que nos gusta renegar, como si estuviéramos más cerca de París de lo que estamos de Lima.

La mirada aún fuertemente colonialista de Europa (quizás los mayores promotores de nuestro cine) sobre nuestro quehacer cinematográfico se ve acá desafiada. Lejos del buen salvaje tradicional, ese personaje que tanto ha caminado y callado en nuestro cine, hay acá tal vez -a modo de contradicción siempre- otra forma de pobreza igualmente conmovedora pero distinta: somos los depositarios de sus computadores viejos, versionamos sus canciones y nos vestimos como sus caricaturas del pasado. Somos ese material reciclado,  pero no estamos desconectados del mundo contemporáneo, sus temas y sus estrategias.

*Contradicción final: luego de ser rechazada por años por los fondos peruanos y latinoamericanos, Videofilia vuelve con bombos, platillos y entrevistas en matinales a su tierra natal como la primera película peruana en ganar Róterdam. El premio europeo nos permite -aún ante la resistencia de los programadores del cono sur- acceder a ella.

Elisa Eliash

Nota comentarista: 9/10

Título: Videofilia (y otros síndromes virales). Dirección: Juan Daniel F. Molero. Guión: Juan Daniel F. Molero. Fotografía: Omar Quezada. Montaje: Juan Daniel F. Molero. Música: Carlos Gutiérrez. Reparto: Muki Sabogal, Terom, Caterina Gueli Rojo, Michel Lovón, José Gabriel Alegría Sabogal, Alfredo Villar, Manuel Siles, Rafael Gutiérrez, Tilsa Otta, Liliana Albornoz. Año: 2015. País: Perú. Duración: 112 min.