Este popurrí de imágenes inmundas, rayadas, de escasa nitidez y con la ventaja de un buen sonido, comporta una experiencia en sí. Y el monólogo es como una conversación distendida con una vieja amiga, que es, en realidad, una conversación con la ultratumba, siendo la cualidad elegíaca más osada y evidente. Sin embargo, detrás de esa colección inmaculada de referencias pop y un barroquismo aplastante, había algo más. ¿O no?
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