El Cristo ciego (1): El Cristo quiere hablar

tan pronto como se me apareció el Señor

tomé un lápiz y una máquina de escribir

y me puse a redactar mis prédicas

en el mejor castellano posible

Sermones y prédicas del Cristo del Elqui. Nicanor Parra

 

Sabemos de profetas y videntes por estos lares. El paródico Cristo del Elqui parriano o el vidente de Villa Alemana que Esteban Larraín puso en escena en La pasión de Michelangelo (2012), pero que también fue erigido desde retóricas literarias diversas: Enrique Lihn, Pedro Lemebel, Álvaro Bisama, Simón Soto, entre otros. Imposible no recordar la prédica buñuelana de Simón del desierto (1965). Todos ellos quieren hablar, el Cristo de Christopher Murray también. “Te tengo algo que contar”, repite varias veces Michael a lo largo de El Cristo ciego. Es el juego entre la imagen y la palabra que intenta plasmar la película. El contar, a través de la imagen-prédica, permite, sobre todo, dar cuenta de la experiencia precaria del profeta que, como cual loco, busca erigir un relato-espectáculo en el vacío y en el sinsentido de la cruda realidad social que le rodea.

En la película, el tránsito se hace patente en el puente entre oralidad e imagen, pero también en el viaje físico, claro está, y en la articulación entre ficción y cierto guiño al documental. Michael -interpretado por Michael Silva, gesto que exacerba el vínculo entre ficción y documental, ya que este es el único actor profesional-, es un mecánico que busca erigirse como un profeta, un predicador, un sanador, en pocas palabras, el elegido. Al enterarse de que su amigo de infancia, Mauricio Pinto, está enfermo, decide ir a sanarlo, emprendiendo un largo peregrinaje a pies descalzos por el desierto. Como en todo viaje, el héroe sufre, pero también logra sortear los obstáculos con éxito. Al caminar, la resistencia hostil de la gente lo hace más fuerte y este, poco a poco, gana la a veces fría confianza de algunos devotos.

El Cristo ciego presenta una estructura sencilla, de viaje y peregrinaje. La linealidad de ese trayecto desemboca en cierta rigidez episódica del guión (de Murray), que va de la mano con la obcecación poco matizada y tozuda del personaje Michael, y de la improvisación de los personajes (desde el lenguaje subalterno no impostado, el Cristo de Murray apela a cierta documentalidad de lo humano). Sin duda, el director opta por este tipo de relatos, como sucede en Manuel de Ribera (2009, codirigida con Pablo Carrera), donde también prima la cadencia y la ausencia de ritmo, como marca propia de escritura cinematográfica. Sin embargo, a medida que avanza, logra ir aprehendiendo la realidad humana que lo rodea. De ahí que sobresalga el relato social que desde un segundo plano empieza a emerger y a ocupar un lugar relevante. De este modo, el drama social cotidiano de personas alejadas de las articulaciones del poder llega a encontrar sostén y esperanza en el profeta vilipendiado, quien termina siendo el loco, el único que se interesa por el otro, el único que intenta hacer algo frente a ciertos vacíos y dramas sociales: el robo del agua por parte de grandes empresas, la criminalización del trabajador minero, la violencia de género.

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La película muestra un mesurado y adecuado tratamiento de la fotografía -de Inti Briones- y la puesta en escena. Murray y Briones aciertan al no exceder el recurso del paisaje desértico. En ese sentido, la religiosidad popular remarca una puesta en escena acotada y espectacular, en tanto requiere de un devoto-espectador y de un profeta. Tal religiosidad, a la vez, es vista como manifiesta precariedad de la realidad social. En rigor, la misma religiosidad es precaria, por lo cual los materiales de la escena del montaje también lo son.

Sin la ironía del Simón de Buñuel, que termina llegando a la urbe, o del Cristo parriano, que termina tomando un lápiz y una máquina de escribir, Christopher Murray erige un Cristo propio, de corte realista, sin majestuosidad ni pomposa performatividad en su andar. Un Cristo que enfatiza el gesto del habla, de la parábola como construcción de relato y de puesta en escena en un espacio seco y yermo. Así, la espacialidad es trazada y visualizada desde la oralidad y los pasos que da Michael. Entonces, el Cristo ciego habla, no ve, el Cristo solo oye e intenta ver más allá.

Nota comentarista: 7/10

Título Original: El Cristo Ciego. Dirección: Christopher Murray. Guión: Christopher Murray. Fotografía: Inti Briones. Montaje: Andrea Chignoli. Música: Alexander Zekke. Reparto: Michael Silva, Bastián Inostroza, Ana María Henríquez, Mauricio Pinto, Pedro Godoy. País: Chile. Año: 2016. Duración: 85 min.