Informe XXVII Ficviña (2): Navajazo
Cuando pienso en un navajazo automáticamente recuerdo la imagen con la que Buñuel inaugura la provocación formal en el cine, la fisura del corte en el ojo expuesta en su filme de avant-garde El Perro Andaluz (1929). Navajazo también me remite a los cortes en la piel de Nick Zedd en sus filmes de bajo presupuesto y a los sórdidos cortometrajes realizados a mediados de la década de los ochentas por Richard Kern, producciones en las que sexo droga y violencia son expuestos sin tapujos por torcidos e irreverentes personajes del underground neoyorkino. Tanto Zedd como Kern, solían registrar su círculo cercano de amigos y artistas, quienes darían forma al cine de la transgresión.
Navajazo (2014) es el nombre del documental mexicano de Ricardo Silva, ópera prima galardonada en varios festivales, entre ellos Locarno y recientemente mejor película documental en la competencia internacional en el Festival de Viña del Mar. Navajazo expone una perturbante y provocadora realidad, la cámara dispara en los detalles mínimos de la vida común de una serie de personajes resignados a vivir en la frontera de México, individuos marginados de la historia, anti sociales que habitan en las calles de Tijuana, una colección estética contaminada y corrompida por donde desfilan personajes como el muerto, un excéntrico cantante callejero convertido al satanismo, jóvenes prostitutas, asesinos, indigentes adictos a la heroína, un director de cine porno, dealers y un anciano que construye su casa a partir juguetes desechados. Su estética en momentos recuerda a Gummo de Harmony Korine (1997), donde se decodifica la realidad tomando las corrientes más outsider del cine underground norteamericano, instalando una problemática del absurdo, mostrando la vidas cotidianas de un grupo de jóvenes drogadictos y desviados en un suburbio devastado por un tornado, una obra de puro nihilismo marginal.
Navajazo es una visión apocalíptica de la frontera mexicana que imprime un sello particular con un lenguaje bastante hibrido, mezcla, corta y pega, va y viene a través de diversos relatos y episodios apoyada por ilustraciones gráficas y hasta por un excéntrico karaoke. Opera desde el ensayo audiovisual utilizando imágenes de archivo y generando reflexiones a modo de voz over, cruza la frontera del retrato para construir una puesta en escena con sus personajes, la recarga está en lo físico, en el cuerpo, sus tatuajes, los golpes, sus marcas, un chute de heroína y el sexo, una realidad espiada por el cine, a su vez consciente de su intervención a tal punto que ironiza con la ficción, con el morbo, estamos en una correlación entre imagen-percepción, donde los personajes se resignifican en el registro de su decadencia. Por medio de un tratamiento impuro e imperfecto el autor crea una lectura novedosa de realidad social del margen, sin censuras y sin llegar a transformarse tampoco en Pornomiseria -término acuñado por el grupo de Cali y expuesto en su filme Agarrando Pueblo (1978, Ospina-Mayolo), un falso documental que aborda la problemática de las producciones colombianas de la época que vampirizaban a la pobreza latinoamericana como producto estético para las Europas.
Navajazo se constituye en el espectro del cine latinoamericano como un filme apocalíptico impredecible y novedoso, de gran seducción e ironía, sin medias tintas, una obra profundamente contemporánea que actualiza los limites del lenguaje y su creación artística.
Director: Ricardo Silva. Productores: Ricardo Silva, Paulina Valencia.Reparto: Yareni García, Amador Granados, Star Kelly, Richard Lewis, El Muerto de Tijuana. Guión: Ricardo Silva, Julia Pastrana. Duración: 1h 15m.