Informe XXI BAFICI (3): Impresiones preliminares
Fui por primera vez en la vida al Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, el BAFICI. A continuación hablaré sobre algunas de las películas que vi, sobre unas tendré más que decir que de otras, y es que el ritmo de los festivales -y de la mente humana- no permite mantener la capacidad de atención y concentración durante todo el día. Sin más que agregar, prosigo a las películas, lo que importa realmente.
Claudia
Yo pensaba que los festivales reservaban el lugar de película inaugural para algo especial, que marcará cierta tendencia en los próximos días, que es la última obra de un gran autor, o un largometraje que promete cautivar al público. Lamentablemente nada de esto pasó con Claudia, a pesar de que en su presentación fue colmada de elogios por las autoridades de Bafici.
La última película de Sebastián De Caro, una comedia protagonizada por dos geniales actrices argentinas como son Dolores Fonzi y Laura Paredes, trata sobre una wedding planner sumamente obsesiva que, tal como lo indica su estilo de personalidad, quiere tener el control sobre todas las variantes posibles que afecten su desempeño laboral. El deseo de control total se ve truncado por sucesos que se tornan pseudo paranormales, bordeando los estados alterados de una fiesta que desde un principio estuvo plagada de incidentes.
En una tónica que ya a estas alturas es poco original, la película acentúa su paso desde la comedia al suspenso a partir de escenas de baile cargadas de luces de distinto color y filmadas en cámara lenta. Algo que se repetirá en otras películas de este festival y que viene siendo tendencia hace algunos años. La música electrónica -muy buena por cierto- acompaña este tránsito por distintos géneros cinematográficos pero sin dejar de lado la comedia.
La película está filmada de una manera obsesiva, algo que no es tan frecuente en las comedias, que en general descuidan un poco lo formal porque su pretensión estética se encuentra más bien en el texto. Si bien De Caro no deja detalles sueltos, pareciera que justamente su obsesividad traiciona la efectividad de la comedia, como una persona que te cuenta un chiste tan detalladamente que al final ya no tienes ganas de reírte. Las ganas de cuidar cada detalle son tan evidentes que se piensa que algo más pasará en la historia, pero la correlación entre el guion narrativo y el formal no es proporcional, mientras que los planos, movimientos y color están sumamente bien ejecutados, la historia se debilita progresivamente. Finalmente, Claudia anuncia mucho y concreta poco, tal como la decisión de ponerla como película inaugural de este festival, sitio que parece quedarle grande.
Music and Apocalypse
Enmarcada en el Instituto de Investigación Cibernética y Simulación de una universidad alemana, esta sátira que se debate entre lo absurdo y el delirio narra la vida de una académica y sus colegas. Uno de ellos desarrolla un simulador de realidad virtual que puede mostrarnos el mundo luego del calentamiento global, otro está haciendo su tesis sobre el proyecto chileno Synco y la manera en que este era completamente innovador y pionero en la conjugación del uso de la tecnología para el bienestar humano. La profesora recién llega a trabajar en este Instituto y comienza a hacer clases, pronto su jefa le pedirá que concentre todos sus esfuerzos en el mayor miedo de todas las universidades: los procesos externos de evaluación, de lo que dependerá el futuro del Instituo. Al mismo tiempo, los estudiantes realizan un paro y se toman la biblioteca, denunciando entre otras cosas la inutilidad de hacer una carrera en investigación y estar toda la vida pagando por obtener nuevos grados académicos.
En esta película dirigida por Max Linz, cada escena y suceso está hilada como una sátira punzante al espíritu científico actual, al anhelo de una racionalidad científica al servicio de su supervivencia en el mar de la burocracia universitaria. Logra algo muy divertido, hacer ver la racionalidad científica como algo delirante y vaciado de sentido que en realidad no importa a nadie más que a sus financistas. En ella se combinan estrategias narrativas y formales diversas, por un lado una estructura en capítulos acompañada por voz en off, por otro las distintas capas de simulación, entre lo virtual y la pretensión de realidad, afianzando la sensación de que el entorno académico es algo así como una maqueta, un decorado donde se desenvuelven todos estos sucesos extrañísimos y entretenidos.
Selfie
Una de las grandes sorpresas del festival para mí. El italiano Agostino Ferrente al parecer quería hacer una historia sobre adolescentes de Nápoles que vivieran en barrios con presencia de la Camorra -la mafia napolitana-, pero el hermetismo propio de este entorno no permitiría un acercamiento genuino a su motivo. Llega a una solución que en Chile ya se vio en Crónica de un comité (Adriazola y Sepúlveda, 2014), donde ante la dificultad de filmar la intimidad, los directores optan por ceder la cámara.
Entregar el dispositivo al otro podría salir muy mal en caso de que este no registre nada o no esté dispuesto a participar activamente del proceso. Este no fue el caso, los amigos Pietro y Alessandro, ambos de 16 años, se graban casi todo el día con su celular entrometiéndonos en su intimidad. Gracias a sus imágenes conoceremos su divertido sentido del humor, sus trayectos en moto, sus problemas adolescentes como la inseguridad en la apariencia. Pero también que tenían un conocido de su misma edad que fue asesinado por la policía a metros de sus casas, que tienen amigos que quieren ser mafiosos y recorren el barrio armados, que muchas veces temen por su vida y por no ver futuro posible fuera de ese lugar.
Pietro y Alessandro son entrañables, ponen el cuerpo mientras están dentro del cuadro, se muestran bien, mal y más o menos, haciendo por momentos una buddy movie bastante cómica. El montaje de la película es genial, articula con buen ritmo la comedia y las situaciones más dramáticas, entre estas tomas se asoman algunas imágenes capturadas con cámaras de seguridad, cuya presencia plantea ecos del asesinato y la violencia presentes en el barrio a las imágenes íntimas, señalando que si bien el foco está en las caras, en la selfie, esto se enmarca en algo estructural, en la dinámica de la vigilancia y la violencia.
Quizás una actitud bastante sincera y acertada para un director que quiere acercarse a una temática, y no tiene la posibilidad de filmarla, sea posibilitar que otros sí puedan hacerlo. No solo por la mirada que pueden generar, sino también porque mientras ellos generan esa mirada se están resignificando como sujetos, están problematizando su lugar en el mundo. Ceder la cámara, posibilitar el lugar del otro en el encuadre, tiene el potencial de generar dispositivos emancipatorios dentro del cine. Hoy en día, con la democratización de los aparatos para filmar, parece ser una vía genial para buscar nuevas maneras en las que el cine pueda despegarse de una industria servicial al mercado que en última instancia cohorta no solo su potencial artístico sino también emancipatorio.
Barbara Rubin and the Exploding NY Underground
Es increíble pensar en todas las mentes creativas que confluyeron en los 60’s y 70’s en Nueva York: Warhol, Mekas, Dylan, los Velvet Underground, Ginsberg, Paul Morrissey y un largo etcétera de personas provenientes de distintas disciplinas artísticas que construyeron y transformaron la escena artística del siglo pasado. Entre ellas, una adolescente de 19 años que comenzaba a ser asistente de Mekas para después seguir su propio camino creativo en el celuloide, la genial Barbara Rubin. En esta biopic, con una narrativa bastante convencional intercalando fotos, películas de archivo, entrevistas y no mucho más, no parece estar el espíritu de la cineasta de vanguardia que fue Rubin. Más bien parece una película plana, televisiva, realizada más por la Barbara Rubin que decide, al llegar casi a los 30 años, abandonar el arte y dedicarse a estudiar la Cábala para después convertirse definitivamente al judaísmo.
Lo que parece más valioso de este documental es el esfuerzo de poner en valor el trabajo de Rubin como pionera del cine experimental. La autora de un mediometraje insigne del underground neoyorkino como Christmas on Earth (1963) fue una de las primeras en superponer proyecciones de distintos tamaños para dar el resultado de una imagen superpuesta cuyo centro y margen eran completamente distintos.
Una de las cosas bellas del documental son las imágenes de Jonas Mekas hablando sobre Barbara, una persona muy querida para él. Entre otras cosas cuenta una anéctoda muy divertida, resulta que Allen Ginsberg y Barbara Rubin tenían una relación sentimental. El aspecto de Ginsberg es conocido por sus lentes y su barba, justo esta última fue el objetivo de Rubin, quien agarró las tijeras de montaje de Mekas y le cortó la barba al poeta. Los restos de pelo junto a la tijera estaban guardados en una caja roja dentro de la casa de Mekas.
Chuck Smith, quien hizo este documental, también fue amigo de Mekas y junto a la película dedicada a Rubin se exhibió un cortometraje titulado Keep Singing, un homenaje corto, pero bellísimo, donde vemos algunas imágenes de las películas del recientemente fallecido Mekas y un mensaje especial: no hay que dejar de cantar, nunca, por nada del mundo, porque eso no nos lo pueden quitar.
Badur Hogar
Esta película la fui a ver porque mucha gente había comentado que la anterior película de Rodrigo Moscoso -Modelo 73 (2001)- era buenísima, la duda estaba en si después de 18 años de no realizar películas este director salteño podía repetir las buenas críticas. Y para mí no hay dudas de que así fue.
Badur Hogar se llama así por un negocio de electrodomésticos y artículos para el hogar ubicado en pleno centro de Salta, cuyo dueño era el padre de Juan, el protagonista de la película. El comercio se encuentra cerrado hace años porque nadie quiere hacerse cargo de él. Juan solo va allí para tener sexo, ya que, a los 35 años, todavía vive con sus padres. Aunque son de clase alta, él trabaja limpiando piscinas con su amigo metalero. Dentro de este aparente fracaso de vida en el habitus de la clase alta de provincia Juan conoce a Luciana y comienzan a relacionarse. Ella vive con su padre y se vino a Salta ya que en Buenos Aires tuvo problemas con su anterior novio, un narcotraficante. Apenas se conocen Juan y Luciana comienzan a mentirse entre sí, ocultando detalles de su vida que saben que pueden ser problemáticos para el otro. Mientras avanza la película se desarrolla una relación hecha de cabos sueltos y mentiras. Todo enmarcado por Badur Hogar, un lugar que parece un museo de las viejas sitcoms estadounidenses, un decorado que solo puede albergar falsedad dentro de sí.
Badur Hogar juega con su apariencia, tanto el lugar como la película parecen ser plenamente conscientes de lo que albergan y de la manera en que los ven los de afuera. Si bien fue catalogada como una comedia romántica, esta película utiliza mecanismos que van más allá de clichés del subgénero, haciendo de las mentiras el motor del ritmo del guion como si fuese una película de espías o conspiraciones. Pero no se preocupa por transformar aquello en una propuesta estética que se aleje de la comedia romántica, al contrario, abraza la falsedad del decorado, consicente de que la complejidad de su fachada solo engrandece el resultado. Al contrario de Claudia, comedia que se preocupa constantemente de respaldar su tibieza narrativa en elementos formales que rayan el barroquismo, Badur Hogar se escuda en su solidez narrativa y deja muchos espacios al infortunio de sus personajes, tan ciegos a sí mismos que parecen encarnar la comedia misma.
Pronto se viene más.