Jean-Luc Godard. Una forma de hacer en el mundo

Cuando conocimos su muerte, muchos de sus fans sentimos que una parte importante del siglo XX se había acabado para siempre. Godard nos sorprendió al día siguiente: un video en redes, rostro frente a la cámara, su puro y su gesto de tedio. Se despidió dejándonos con el sentimiento agridulce de haber asistido a su genio. Jean-Luc Godard, el crítico de cine que -según dijo alguna vez- nunca dejó de serlo, se convirtió en la figura de una generación, de una forma de hacer y ver películas, y de una inspiración que, espero, jamás nos deje en paz.

  1. A toda velocidad contra el cine

El cine de Godard nunca me pareció un paseo por el parque. Cuando llegué a él, a propósito de las muchas referencias sobre cinefilia que se estaban cruzando en mi camino, no tuve oportunidad de comprenderlo a primera vista. No tanto por su tipo de películas, sino más bien por su gigantesco séquito de seguidores, una barrera un poco compleja de cruzar cuando solo se ha tenido acceso a cine comercial y no hay puntos de apoyo particulares. Sin embargo, como en toda buena religión, siempre hay una grieta para poder acceder a eso que nos parece ininteligible. En este caso, la grieta se llamó A bout de soufle.

La historia sobre el joven y obsesivo Michel y su amor por Patricia, una especie de femme fatale fuera de estereotipo, no solo hizo que me interesara por Jean Paul Belmondo –pasión que llevo hasta ahora– sino que también me permitió tomar el hilo para acercarme al cine de Godard, uno que, de alguna forma, también abriría las puertas de un modelamiento en la búsqueda de la imagen y sus significados más intensos. Este espacio me sumó a la feligresía. Pronto se iba a convertir en una obsesión.

Encontrar las películas de Godard es el equivalente a chocar contra una pared a toda velocidad. Un estremecimiento frente a lo que puede significar el cine. Pero no nos adelantemos. Choques como ese se iban a seguir produciendo, año tras año.

  1. La crítica y el arte

Godard se interesó muy rápido en la crítica de cine. Conocemos la historia de los jóvenes alocados de Cahiers, en donde las plumas más interesantes de esos tiempos fueron capaces de cruzar la supuesta línea divisoria entre la crítica de cine y su creación. Sin embargo, en este caso, no hubo tal controversia. Godard, entonces, no pudo deshacer su primera intención, y en medio de su primera película instala una pregunta: “¿Entonces usted está en contra de las personas mayores?”, señala una chica mientras le muestra a Michel una edición de la propia Cahiers du Cinéma. A esas alturas, Jean-Luc, con 30 años, ya era un proyecto del hombre mayor que sería durante el resto de su vida.

La idea de pasar de la crítica a la realización de cine es una tentación que ronda a quienes ejercen dicho oficio, de manera más o menos recurrente. No son pocos los que lo llevan a cabo. Por mi parte, no tengo ninguna intención al respecto, pero hay algo ahí que de alguna forma compone la búsqueda de una forma de mirar el cine que sólo puede ser expresada a través de imágenes. Las palabras no logran dar cuenta de la calidez de éstas. Hay aquí un convencimiento que nos toca a todos: no hay mejor forma de hablar sobre el cine que a través del cine.

  1. El artefacto de la historia

“En general, todas las primeras películas son demasiado largas, porque uno pone en ellas 25 años de su vida”, dice Jean-Luc en Pensar entre imágenes. Tal vez esa idea, la del cine contenido en el cuerpo por tantos años, se hace patente en sus Historie(s) du Cinema, su obra acerca de arte audiovisual que, lejos de pensarse como una cronología, asume la gran historia del cine como un gran continuo completado por fragmentos, por distintas emociones. Más allá de la gigantesca e inabarcable cantidad de películas que ofrecen parte de sus imágenes a las Historie(s), tenemos la comprensión de un actor tan vinculado con el cine que, de alguna forma, intenta vivir en los filmes de todas las formas posibles. Una forma de acercamiento que nos dice que la historia del cine es una gran cantidad de circunstancias, momentos y lugares que, si logramos tener el ojo afinado, podremos observar al mismo tiempo. Jean-Luc, probablemente el ojo más afinado de la historia, intentó mostrarnos su particular visión del cine y, de paso, la manera en que funcionaba su cabeza, que es, a la larga, un misterio que sigue sin resolver.

  1. La sorpresa y la muerte

Agnès Varda llega a la casa de Godard y éste no le abre la puerta. Lo que es tomado en ese momento como un insulto, tiene otra historia detrás: la productora del documental Visages Villages sabía perfectamente que el director y compañero de armas de Varda no se encontraba en casa, por lo que no podría aparecer en escena. Si lo hubiese hecho, esa sería la última imagen de Godard en el cine.

En abril del 2020, y cuando estaban comenzando nuestras cuarentenas a raíz del covid, Jean-Luc realizó una clase magistral a través de un live de Instagram. Habló de su filosofía, su forma de trabajo y llamó a las nuevas generaciones a tomar las herramientas que tuvieran a mano para poder filmar. No estaba hablando de algo que no conociera. Él mismo usó celulares para varias de sus tomas en Adiós al lenguaje, película que además podía ser exhibida en 3D. Un explorador de técnicas que, finalmente, estaba más interesado en esas formas de hacer cine que los jóvenes nostálgicos del formato de 35 mm.

Cuando conocimos su muerte, muchos de sus fans sentimos que una parte importante del siglo XX se había acabado para siempre. Godard nos sorprendió al día siguiente: un video en redes, rostro frente a la cámara, su puro y su gesto de tedio. Se despidió dejándonos con el sentimiento agridulce de haber asistido a su genio. Jean-Luc Godard, el crítico de cine que -según dijo alguna vez- nunca dejó de serlo, se convirtió en la figura de una generación, de una forma de hacer y ver películas, y de una inspiración que, espero, jamás nos deje en paz.