Los iluminados (1) : Visiones de irrealidad
Las historias pequeñas siempre se presentan como un desafío para los espectadores. A primera vista, se muestran como espacios planos y sin relieves, en donde los personajes, los conflictos y sus condiciones entran y salen de pantalla sin presentar mayor complejidad; sin embargo, es en esa trama aparentemente descomprimida donde emergen elementos que obligan a revisar más de una vez lo que estamos viendo. Resulta fascinante observar el proceso que una película nos genera como espectadores, y aún más, ser conscientes de ese proceso.
Algo de eso es lo que genera el filme de Sebastián Pereira, Los iluminados, un director con una carrera antecedida por un cortometraje, Ecuador, estrenado en 2010. En este cortometraje el director abordaba la situación de un grupo de inmigrantes ecuatorianos en Chile, que para vivir interpretaban música sioux en las calles. La imaginación de este origen ficticio está igualmente presente en Los iluminados, en donde nuestro protagonista comparte algo de esa irrealidad, tanto en sus relaciones personales como familiares.
Felipe (Felipe Campero) es un adolescente en el último año de colegio que, a raíz de un trabajo escolar, pasa unos días en la casa de amigo Lucas. La madre de este último es una mujer que vive un duelo de separación, joven y bonita, pero cansada de la relación que ha establecido con un esposo ausente permanentemente por viajes de negocios. Con esta premisa, vemos el inicio de la relación amorosa de Felipe con la madre de su amigo, y las consecuencias que esto le va acarreando, incluyendo la naciente amistad con el arrendatario de su madre, un inmigrante que replica las condiciones de Ecuador y que actúa como maestro/confidente de Felipe.
Llama la atención la forma en la que el director se relaciona con su protagonista. La cámara parece estar espiando las acciones del joven, con profusión de planos medios que muestran tangencialmente la imagen de este. Hay una actitud de distancia con él, como si lo miráramos de reojo a través de los pasillos de la casa y las calles que habita, y por la que se siente alguna referencia al cine de Cristián Sánchez, a propósito de cómo se establecen las relaciones entre los personajes, cómo se muestran en pantalla y la forma en la que el espectador accede a ellos.
Esa distancia es la misma que guarda Felipe consigo mismo, en donde él tampoco reconoce quién es, y parece ser un extraño frente a sus amigos y familiares. Por eso, no es sorprendente que el joven entable una amistad tan importante con el inmigrante. Ambos se encuentran desarraigados, pertenecen a un lugar que no existe; mientras el inmigrante se hace parte de una etnia norteamericana, el joven pertenece a un sector de elite a la que se siente ajeno.
La irrealidad que vive el protagonista también está dado por decisiones del director: la exhibición de la falsa rebeldía de la adolescencia, donde fumar de más parece ser lo más transgresor que puede llevarse a cabo, mientras escuchan a Los Vidrios Quebrados y hablan sobre chicas del colegio. Incluso, la supuesta contratación de un sicario por parte del padre de Lucas al enterarse de la relación romántica de Felipe. La forma en la que se plantean hace sentir que estamos permanentemente en el sueño de Felipe, quien deambula entre su propio mundo onírico y sus sentimientos, los que, al final, parecen ser lo único real en su vida.
Probablemente las mayores dificultades de la película están dadas por la falta de cierres que den sensación de una obra redonda, en el sentido de que se instalan ciertos temas sin que tengan una conclusión acotada. Hay problemas de ritmo que precipitan cierres de la trama, sobre todo en la relación de Felipe con su propia madre, o con el padre de su amigo, que con un poco más de pericia, hubiesen permitido tener un mejor desenlace de las aristas que se desarrollan. Con todo, es probable que mucho de eso obedezca más a decisiones estéticas del director, sin embargo, en una primera mirada cuesta diferenciar esas decisiones.
Pese a que la película se siente como un ejercicio primerizo, hay en Los iluminados un interés real por contar una historia de una forma aparentemente descomplicada y alejada de la parafernalia del cine de contingencia, para centrarse en los procesos internos de sus personajes y en cómo estos encuentran su lugar un país cuya sociedad parece desconectar cada vez más a sus habitantes.
Nota comentarista: 6/10
Título original: Los iluminados. Dirección: Sebastián Pereira. Guión: Sebastián Pereira. Fotografía: Nicolás Ugarte. Montaje: Sebastián Pereira. Sonido: Andrés Fuentealba. Reparto: Felipe Campero, Rafael Maldonado, Lucas Claude, María Pía Salas, Juan Mateo O’Brien, Mariana Pavissich, Claudio Gutiérrez, Joaquín Massardo, Clemente Matte, Benjamín Ceppi, Constanza Sepúlveda, Fernanda Núñez, Guillermo Alfaro, Luz María Peña Burga, Ñusta Janet Maldonado Peña, María Raquel Garrido, Rocío Toscano. País: Chile. Año: 2015. Duración: 80 min.