Fragmentado (2): Cuando las partes no logran unirse del todo
M. Night Shyamalan es un narrador difícil. Desde su primer impacto mundial, El sexto sentido, estrenada en 1999, se convirtió en un director reconocido por un tipo de cine cercano al suspense, donde los giros inesperados pasaron a ser su marca registrada. Sin embargo, con el correr del tiempo esa fórmula se fue repitiendo y desgastando, influyendo tanto en la forma de narrar del director como en sus espectadores. Los momentos intensos y de gran precisión que vimos en películas como Señales (2002) y La aldea (2004), fueron diluyéndose hasta conformar una carrera llena de altos y bajos para el director indio.
Desde aquí, su más reciente filme, Fragmentado, presenta una historia que gira en torno al secuestro de tres adolescentes por parte de un desconocido, Kevin (interpretado por James McAvoy). Las adolescentes son llevadas a un lugar del que no tienen ninguna pista. Este puntapié reiterado en este tipo de historias, muy similar incluso a las series policiales que hemos visto los últimos 20 años, cambia de rumbo cuando descubrimos que el secuestrador es una persona en la cual conviven muchas personalidades, las que a su vez interactúan entre sí. La lucha de las jóvenes se intensifica y, por lo mismo, salen a relucir las habilidades que pueden presentar cada una para su sobrevivencia. Este despliegue es especialmente importante en Casey (Anya Taylor-Joy), quien además carga con una historia personal que la ha obligado a enfrentarse a situaciones en las que ha debido autoprotegerse. No es casual entonces que ella sea precisamente la única del trío capaz de lidiar con el secuestrador.
Paralelamente, nos enteramos de que el secuestrador tampoco se encuentra solo. Está siendo monitoreado permanentemente por una psiquiatra empeñada en demostrar al mundo que estas alteraciones psiquiátricas son una manifestación de superioridad física e intelectual. Desde ahí el director desarrolla una nueva arista acerca de la condición real del secuestrador, una persona atrapada entre varias personalidades que han tomado el control de su cuerpo. La historia de la doctora y la relación que constituye con Kevin trasciende un poco más allá de ese mero intercambio, estableciendo también un espacio de reciprocidad en donde Kevin se siente cuidado y contenido.
A simple vista, a decisión de generar una historia a partir de estos tres pilares -médico, secuestrada, secuestrador- provoca una sensación de simbiosis entre los personajes. El secuestrador, que contiene y sostiene a todas sus personalidades es llave de salida para los traumas de la secuestrada, al tiempo que ella provoca la resolución final con la que el espectador puede comprender las obsesiones del secuestrador. Por otro lado, la psiquiatra es quien puede desatar los temores de las personalidades de Kevin, quienes se han tomado el cuerpo de este. Mientras él mantiene a la joven atrapada, son sus personalidades las que lo han secuestrado a él.
Fragmentado se siente como una película cuya motivación central es el escape, la salida de sí mismo y de sus dificultades personales para convertirse en otra persona. La personalidad final de Kevin -una mega criatura llamada “La Bestia” y que sintetiza a las otras 23 que posee- concreta su salida al mismo tiempo que Casey, quien también escapa de su secuestro y, de paso, de una vida de abuso.
Shyamalan logra poner en relevancia muchos de estos temas, pero los baches que presenta su narración no logran ajustar el engranaje de su historia. Se observa una intención de situar los recorridos de cada personaje dentro de sus laberintos mentales y físicos, pero las ideas surgen de manera superficial. El espectador no logra apropiarse de la historia porque lo que nos entregan es un relato que logramos ver apenas por la rendija de la puerta, pero sin posibilidades de conocerlo más allá. El contrapunto de la doctora versus el paciente opera como un relato paralelo en el que podemos ir comprendiendo la situación de Kevin y los peligros a los que se enfrenta como víctima de sus personalidades. Esa línea de información permite que el espectador pueda ir desmenuzando la situación del protagonista, e incluso ir adelantando algunas de sus movidas. Sin embargo, no logra alcanzar la profundidad necesaria para poder empatizar con él. Lo mismo pasa con el personaje de Casey. Vamos conociendo sus motivaciones hasta lograr comprender quien es ella, pero el cierre de alguna forma pierde fuerza porque, por una parte, ya había sido posible de anticipar y, por otro lado, en el interés de Shyamalan por proteger al espectador, le quita presión e intensidad a sus resoluciones.
Aunque se observan esfuerzos por desarrollar una trama que cautive, e incluso por instalar ideas fuerza, hay poco atrevimiento por parte de Shyamalan, como si estuviera a punto de cruzar la línea de lo formal y no pudiera hacerlo. Pese a que la historia cuenta con elementos que podrían ser explotados de otra forma -alteraciones psiquiátricas, abandono, abuso y reconciliación, lo fuerte frente a lo débil- el director se mueve alrededor de lo políticamente correcto. Esto resiente lo que puede entregarnos en pantalla, aun teniendo actores competentes y una historia apretada y que logra hacer sentido. No nos enfrentamos a los saltos de fe que nos ofreció en Señales o El sexto sentido, películas en las que nada parecía detener al director. Ahora, al parecer, Shyamalan se encuentra en otro registro, uno en donde las partes no logran unirse, ni conversar entre ellas.
Nota comentarista: 4/10
Título original: Split. Dirección: M. Night Shyamalan. Guión: M. Night Shyamalan. Fotografía: Mike Gioulakis. Reparto: James McAvoy, Anya Taylor-Joy, Betty Buckley, Haley Lu Richardson, Jessica Sula, Sebastian Arcelus, Brad William Henke. País: Estados Unidos. Año: 2016. Duración: 116 mins.