Una vida oculta (1): El salmo del hombre justo
Franz, que no habla en demasía, siente que esta guerra no le pertenece, que lo llaman a matar a otros sin justificación, porque el patrón lo ordenó. A esta altura Malick formula una tesis, que marcará el film: es mejor padecer una injusticia que cometerla. Franz encuentra en su esposa una aliada silenciosa, que acepta la queja moral. Fani ama profundamente a Franz, lo encuentra un hombre justo y trabajador, un amor que los vecinos admiran. Si no quiere combatir, Franz podrá estar al servicio de los heridos. Así se va desarrollando, si se pudiera decir, una muerte anunciada, la de un opositor al régimen.
¿Se puede aún hacer un film que no hable sino de principios y de hombres justos? Sí, será un raro film, detenerse a escrutar una raza en extinción, un mundo que finaliza arrinconado por las fuerzas destructivas que asolan una nación.
1943, Austria ha sido anexionada a la Alemania nazi y sus ciudadanos obligados a combatir en el ejército alemán. Una bella pareja de campesinos vive en un rincón de los Alpes junto a sus niñas, ajenos al acontecer bélico que agita a Europa. Una vida bucólica que me recordaba insistentemente los paisajes de Chiloé y sus suaves lomas, las montañas nevadas que vigilan desde lejos, grandes praderas por donde los niños corren a perderse y sus habitantes suelen socorrerse en la época de la cosecha, que aparecen felices en este pequeño y perfecto mundo, el heno recién cortado, ¿por qué habrán de cambiar de vida?
El ambiente pacífico que se respira es producto de la profunda vinculación con la naturaleza que esta comunidad ha alcanzado y que regula sus vidas. Entonces, ¿qué vendría a romper este mundo perfecto? Eran años de guerra donde diferentes frentes de combate requerían grandes contingentes de soldados para asegurar la extensión y grandeza del Tercer Reich. Los reclutadores llegan de todos los rincones en búsqueda de cuerpos y mentes aptos para la defensa patria. Terrence Malick tiene el tino de no mostrar el escenario bélico ni el despliegue de fuerzas en combate, simplemente lo intuimos. Esta decisión lleva a interiorizar el dilema moral en que se ve envuelta una pacífica población profundamente católica, sus mentes vueltas a la tranquila armonía natural. La comunidad puesta a prueba no es capaz de resistir la presión que los dirigentes nazis ponen en el reclutamiento forzado.
El dilema en realidad lo sostiene Franz, en diálogo con su esposa Fani. Franz, que no habla en demasía, siente que esta guerra no le pertenece, que lo llaman a matar a otros sin justificación, porque el patrón lo ordenó. A esta altura Malick formula una tesis, que marcará el film: es mejor padecer una injusticia que cometerla. Franz encuentra en su esposa una aliada silenciosa, que acepta la queja moral. Fani ama profundamente a Franz, lo encuentra un hombre justo y trabajador, un amor que los vecinos admiran. Si no quiere combatir, Franz podrá estar al servicio de los heridos. Así se va desarrollando, si se pudiera decir, una muerte anunciada, la de un opositor al régimen.
Es notable que en este punto se plantee un juicio que podría haber sido sumario, sin embargo, se alarga en prisiones y pasillos de juzgados. En una de estas secuencias, Bruno Ganz, el Ángel Damiel de Wim Wenders, es llamado a ser un coronel que intenta vanamente convencerlo a cambiar esta actitud suicida. La decisión de Franz es intransable, al mismo tiempo hermética, ni explícita ni argumentada, tal vez sea mejor. Franz tiene escrito en su frente: no cometerás injusticia alguna. Algo que en clave teológica podría formularse como “perdona si soy injusto, así como yo acepto padecer una injusticia”.
Algunos verán aquí un film católico. Creo que Malick va más allá, creo que no es el dilema de un Tomás Moro: Dios o el Reino. En realidad Franz no se niega por sus creencias religiosas, su dilema es humano. ¿Por qué matar a un hermano? ¿Qué causa puede justificar este hecho? El dilema de Franz es el dilema del hombre justo, raro espécimen, en los tiempos actuales. Por tanto tiene más bien un eco bíblico, del clamor de los profetas como Isaías, que advierten que los hombres injustos y el mal reinante acabarán con la nación. La actitud de Franz resulta profética: dos años más tarde se derrumbará el Tercer Reich.
¿Cómo un testimonio anónimo puede incidir en una comunidad? En este punto Malick cita a George Eliot: “el creciente bien del mundo depende en parte de hechos sin historia”, de vidas ocultas que dejan huellas entre los cercanos, de sutiles fuerzas percibidas por aquellos que viven en comunión con la naturaleza, que se manifiestan solo a los justos. Todo el film habla del anonimato, de vidas ocultas. Descubrimiento que Malick sabe acompañar a la perfección con esa cámara que amaña el paisaje, con ese montaje que hace desfilar un tiempo tranquilo, un tiempo justo, que capta la vida atmosférica de honestos campesinos que trillan y ordeñan con cuidada seguridad. Un mundo raro y lejano de hombres justos, silencioso y sereno. Tal vez la acción de Franz, incomprensible para nuestros ojos, haya contribuido a hacer posible la existencia de un mundo utópico pero real, hasta donde pueda ser visible tal proyecto.
Título original: A Hidden Life. Dirección: Terrence Malick. Guion: Terrence Malick. Fotografía: Jörg Widmer. Música: James Newton Howard. Reparto: August Diehl, Matthias Schoenaerts, Valerie Pachner, Michael Nyqvist, Jürgen Prochnow, Bruno Ganz, Martin Wuttke, Karl Markovics, Franz Rogowski, Tobias Moretti, Florian Schwienbacher. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 174 min.