Nae Pasaran! (2): Cuando el fondo del aire era rojo
Decía el viejo Stuart Hall hace algunas décadas que la política se juega en esa suerte de contextualismo radical donde las viejas ideas reaparecen bajo nuevas formas, a veces con articulaciones espurias, y otras con irrupciones estratégicas. Uno de sus escenarios fue el movedizo paisaje que abrió para la nueva izquierda el ascenso del thatcherismo en Inglaterra. Para él, las viejas y nuevas formas de responder a la derechización de la política eran parte de una larga constelación de acciones e ideas negociadas contradictoriamente en su propio contexto. Quiero pensar que la sobrevivencia de la consigna “no pasarán” -más allá o más acá de la memoria antifranquista- es deudora de esas complejas negociaciones entre lo nuevo y lo viejo, entre vanguardia y reacción, cuya fuerza antagonista posee una larga transmisión generacional con diferentes locaciones y escenarios.
Nae Pasaran!, el premiado documental de Felipe Bustos recientemente estrenado en Chile -pero con al menos un año de circulación-, recupera una de las silenciosas líneas de transmisión con que la herencia antifascista se propagó en el extenso mapa que trazaban las experiencias de solidaridad internacionalista hacia la segunda mitad del XX; esas innumerables acciones impulsadas, en algunos casos, por las propias instituciones del socialismo realmente existente, y en otros por activismos más contingentes, más localizados, pero no por eso menores en su radio de impacto. Tras varios años de investigación, la acción de solidaridad que retoma Nae Pasaran! indaga en la historia escasamente recompuesta (hasta ahora) de los trabajadores de la Rolls Royce escocesa que boicotearon la reparación de los motores de los aviones Hunter Hawker pertenecientes a la fuerza área de Chile; probablemente los mismos que protagonizaron el ataque a la Moneda en 1973. Pero este boicot no fue una acción descolgada de su propio contexto (tempranamente la organización sindical de la fábrica había manifestado su oposición al derrocamiento del gobierno socialista de Allende), aunque sí un poco más fortuita en cuanto a la seguidilla de episodios que secundaron el mismo boicot y sus repercusiones para la Fuerza Área de Chile.
Corre marzo de 1974, y Bob Fulton, trabajador de la Rolls Royce ubicada en East Kilbride, encuentra los motores que provenían de Chile. Inmediatamente -cuenta-, llama a negarse a su reparación y, con ello, boicotear la devolución de esos motores a sus propietarios. Bustos, quien supo de esta legendaria historia durante su infancia, contacta a Bob y a los otros protagonistas de esta historia (Robert Somerville, Stuart Barrie y John Keenan) para recomponer el lado de allá y del lado de acá de los hechos. Por eso no solo son importantes los testimonios de quienes ejecutaron el boicot, sino también los de quienes fueron testigos externos, por ejemplo, Arturo Jirón, médico de Allende, y Juan Seoane, jefe de escoltas de La Moneda. Particularmente destaca el testimonio del excomandante en jefe de la Fuerza Aérea chilena, Fernando Rojas Vender, testigo clave de esta historia y además piloto de aviones Hunter Hawker. En conjunto, todas estas voces trazan el mapa de una acción de solidaridad que desde el sur de Glasgow desestabilizó durante más de cuatro años la capacidad técnica de la dictadura chilena.
El documental, entonces, recompone pausadamente los hechos, pero también sus hilos de trasmisión, sus ecos. Es un documental que investiga a pesar de los escasos archivos disponibles hoy sobre el caso, porque recién en 2039 serán desclasificados. De allí que los silencios o piezas incompletas de la historia cobren significado en el montaje desde un punto de vista externo. Bustos escoge voces de un afuera rumiante, la prensa en otras lenguas, y también incorpora algunos materiales de archivo marginales que a todo color —porque el blanco y negro es escaso en el documental— reconstruyen capas aledañas del boicot dentro y fuera de Chile.
El documental ofrece un punto de vista de viejo y nuevo cuño. Me explico: expone una mirada tradicional pero escasamente nostálgica, una que ata cabos desde el pasado al presente esquivando toda vez que puede los callejones sin salida. Toda vez que puede, porque el peso de las memorias de la transición apremia aquí todavía, aun cuando el espíritu del relato sea rehuir ciertos lugares comunes, algunos desgastados clichés del exilio. Y sí, es cierto, no alcanza a irradiar del todo esa cadencia, ese punto de vista, a todos los rincones y secuencias montadas, especialmente cuando los adornos y las condecoraciones institucionales de sus héroes a nombre del nuevo Estado de Chile resultan prescindibles no solo para esta memoria, sino también para la poética del mismo documental. Pero eso es parte de su contradicción, o al menos de las contradicciones históricas que el mismo documental nos pone a disposición con el montaje de las fuentes, los testimonios e incluso con el desenlace mismo de esta historia.
Me gusta pensar en que la posibilidad de narrar un boicot de solidaridad sea desde una mirada externa, como si el internacionalismo fuera parte de su recurso o lenguaje. Una poética internacionalista que permite conectar las sintonías de diferentes tiempos y espacios. Así como los ecos del boicot lograron traspasar las celdas de tortura desde la fábrica escocesa, vía radio Moscú. Una poética cuyas elecciones no corren tanto por los demandados efectos de verosimilitud de un documental o su pacto (o no) con lo real, como por ese punto de vista ético que toma su poética. Un punto de vista en que lo viejo puede retornar en lo nuevo, con sus contradicciones, con sus formas impuras e impropias, sin miedo a lucir pasadista, sin rehuir de esa convicción ética que se expandía en los espacios de solidaridad cuando el fondo del aire era rojo.
Nota comentarista: 8/10
Título original: Nae Pasaran. Dirección: Felipe Bustos Sierra. Producción: Felipe Bustos Sierra. Casa productora: Debasers Filums (Escocia), La Ventana Cine (Chile). Guion: Felipe Bustos Sierra. Fotografía: Peter Keith. Música: Patrick Neil Doyle. Montaje: Colin Monie. Sonido: Jack Coghill. País: Reino Unido-Chile. Año: 2018. Duración: 96 min. Distribución: CCDOC.