High Life: Cuerpos en condena
Claire Denis vuelve a filmar con gran interés las condiciones del cuerpo humano. Su cámara extrema y estira las posibilidades estéticas de sus personajes, se mueve entre ellos de manera plástica y, en ocasiones, convierte todo en una gran mirada sobre lo material, idea que no compite con el discurso que pone sobre la mesa a la hora de analizar las relaciones entre personajes y sus entornos más inmediatos.
El cuerpo humano ha sido una fuente permanente de inspiración para el arte. La representación de lo material y su lugar en el mundo responden, tal como lo ha hecho desde el paleolítico, a la profunda necesidad de reconocernos en el lugar donde existimos y, junto con eso, cómo esa existencia trasciende a los otros. A la larga, ¿qué tanto importa nuestra presencia en el mundo? ¿Qué hace que esa existencia tenga algún peso?
“En el espacio, nadie puede oírte gritar” rezaba la consigna de Alien, de Ridley Scott, en 1979, una soledad que ha sido observada y revisitada en gran parte del cine de ciencia ficción vinculado a viajes espaciales. Y si bien en esa ocasión la soledad estaba dada por causa de un ente aparte que venía un lugar desconocido, la experiencia nos ha ido llevando a conocer a otros monstruos mucho más cercanos. Las amenazas a nuestra existencia material -la existencia de nuestro cuerpo en el mundo, si se quiere- no vienen de afuera, sino más bien desde nosotros mismos. Atrás queda el miedo a lo foráneo: lo que conocemos y no rodea es, a la larga, lo que verdaderamente debe aterrarnos.
En High Life, la soledad y el horror caminan de la mano. La escoria de la sociedad, personas condenadas a cadena perpetua, van en camino a la nada en una de las naves enviadas desde la Tierra. No lo saben, pero nosotros podemos suponerlo: prisioneros encarcelados por delitos que no se especifican, salen a explorar la posibilidad de encontrar agujeros negros y extraer su energía, pero la realidad es otra. Afuera, nada los espera. Monte (Robert Pattinson) es al parecer el único sobreviviente de uno de esos cargamentos humanos, junto con una bebé de quien no se tienen más antecedentes. Cada día de trabajo en la nave asegura 24 horas más de supervivencia. Monte vive al día, mientras la niña crece de la mano de quien opera como su figura paterna. En un sector de la nave, un jardín crece como un moderno Edén sostenido sólo por la labor de Monte. La bebé mira las pantallas que están dispuestas a su alrededor y que cuentan la historia de una humanidad que ella desconoce, una vida en el Planeta Tierra que responde a otro tiempo, pero también a otro sentido vital.
Claire Denis, directora de larga trayectoria, no juega al flashback en su película. Todos los hechos, pasado, presente, futuro, se entrelazan como parte de una sola realidad que incluso puede estar pasando al unísono. Sus personajes no conocen el paso del tiempo; de hecho, el protagonista no envejece. Se encuentran permanentemente suspendidos, sitiados frente al orden, inmóviles por cuenta propia o por crueldad externa. Quien encarna esa crueldad es Dibs (Juliette Binoche), la que se encuentra realizando experimentos de fertilización con los pasajeros de su nave, en busca de un ser humano nacido bajo las condiciones impuestas por ella.
Denis vuelve a filmar con gran interés las condiciones del cuerpo humano. Su cámara extrema y estira las posibilidades estéticas de sus personajes, se mueve entre ellos de manera plástica y, en ocasiones, convierte todo en una gran mirada sobre lo material, idea que no compite con el discurso que pone sobre la mesa a la hora de analizar las relaciones entre personajes y sus entornos más inmediatos. Al contrario de películas de similar género como Interstellar (Christopher Nolan, 2014) o la reciente Ad Astra (James Gray, 2019), aquí exploramos relaciones horizontales y físicas, poniendo de manifiesto que mucho de lo que cargamos como humanidad se desprende de esa interacción directa. Distinto tratamiento visual tienen las imágenes del planeta Tierra, con una imagen granulada que recuerda el cine de Tarkovski o Cassavetes, y planos que intentan emular esa fotografía pasada.
“¿Qué sabes tú de crueldad?” interpela Monte a su hija, ya convertida en adolescente. Conviene hacerse la pregunta. ¿Son las interacciones humanas las que conducen directamente a la crueldad? ¿Existe alguna posibilidad mínima de deshacerse de esa forma básica de relación? Monte avanza hacia el final y el nuevo comienzo/renacer está dado por lo desconocido y por la nada. Tal vez ahí se encuentra la respuesta, tanto para él como para nosotros, en ese ámbito que aún no conocemos pero que, de alguna manera, intuimos.
Título original: High Life. Dirección: Claire Denis. Guion: Claire Denis, Jean-Pol Fargeau. Fotografía: Yorick Le Saux. Montaje: Guy Lecorne. Música: Stuart A. Staples. Reparto: Robert Pattinson, Juliette Binoche, Mia Goth, André Benjamin, Lars Eidinger, Agata Buzek, Claire Tran, Victor Banerjee. País: Francia, Reino Unido, Alemania, Polonia, Estados Unidos. Año: 2018. Duración: 110 minutos.