Dunkerque (2): El efecto Nolan
Christopher Nolan ha sabido llevar su carrera de manera notable. Adquiriendo prestigio en sus primeras películas de corte independiente y bajo costo, supo posicionarse como un eje fundamental para la gran industria hollywoodense. En una constante in crescendo en términos de magnitud del relato y cifras en el presupuesto, Nolan se ha constituido como uno de los pocos directores con categoría de autor al interior del universo de los grandes estudios. Colaborando regularmente con los mismos montajistas, productores o fotógrafos, ha ido construyendo un estilo que lo catapulta a ser, probablemente, el director más popular de su generación. Analizando su más reciente estreno y viendo cómo se acomoda al resto de su filmografía, llamaré “El efecto Nolan” a este caso particular de producción fílmica, la que genera una gran sensación de curiosidad dentro de las grandes audiencias, y donde ejecuta sus principales principios cinematográficos en las más diversas islas dramáticas, desde el thriller policial, la intriga con tintes fantásticos, la ciencia ficción, y ahora, el cine de guerra.
Dunkerque se sitúa en la Segunda Guerra Mundial, cuando 400.000 soldados aliados esperan a ser rescatados de las costas francesas en el año 1940. Impulsados por la Alemania Nazi a retirarse, el filme retrata uno de los mayores fracasos militares de la historia de Occidente. Principalmente británicos, los muchachos deben luchar contra la angustia de la espera, desamparados ante las fuerzas enemigas, apostados en kilómetros de playa sin mayor refugio. La cercanía con su isla no hace sino aumentar la tensión, sabiéndose en uno de los ambientes más hostiles que podrían imaginar, rodeados por todas partes y blancos fáciles para bombarderos y submarinos. La película aborda estas dificultades a través de tres momentos, cada uno con duraciones individuales. La acción en la playa y el muelle de Dunkerque toma una semana, un día junto a un barco civil que responde al llamado de la armada para ir en búsqueda de los soldados, y acompaña durante una hora a tres pilotos de la RAF mientras intentan colaborar con los rescates atacando aviones enemigos.
Ya en la primera revisión de esta película en este mismo sitio, escrita por Jaime Grijalba, se profundiza de manera idónea sobre el marco histórico donde acontecieron los hechos que inspiraron la película, así como en las cualidades narrativas y de puesta en escena usadas por Nolan, a la luz del cine de Robert Bresson. Tomando la posta, me centraré en algunos aspectos formales, los que me parecen los más destacados, los que me permitirán hablar de cómo Dunkerque dialoga con el resto de las obras de este autor. Un primer argumento podría ser, más bien, separatista. A diferencia de muchas de sus obras, las que suelen tener tramas imbricadas, con constantes desvíos, giros de tuerca y finales sorprendentes, esta película funciona, desde el relato que se cuenta, de manera mucho más lineal. “¿Dónde está el misterio?”, podría reclamar alguien. Si bien es cierto que en Dunkerque no hay laberintos dentro de sueños ni ecuaciones que permitan a la humanidad vivir en el espacio, al reparar en los elementos más básicos del lenguaje cinematográfico, emergen más continuidades que desavenencias. El primer elemento por destacar en este respecto es el tratamiento de la imagen. Durante toda su carrera -la mayor parte del tiempo trabajando con Wally Pfister y más recientemente con Hoyte Van Hoytema en la dirección de fotografía- Nolan se ha caracterizado por un virtuosismo en la puesta en imagen, la que sin caer en expresionismos, propone siempre un interesante manejo de la luz, incluso en la porción de su trabajo que podría considerarse como “menos personal”, la trilogía de Batman: el caballero oscuro (2005, 2008 y 2012). El naturalismo, si corresponde usar un término así, se acopla de manera perfecta a los sucesos de Dunkerque, donde también la cámara se monta a los distintos vehículos que pueblan la acción, proponiendo planos de gran pericia técnica. Si bien esto último se utiliza como gancho publicitario, con slogans del tipo “vive la guerra como nunca antes”, me parece que el resultado supera su función de marketing, siéndole idónea al propósito del filme.
Por otra parte, donde la propuesta cinematográfica de Nolan ha encontrado más rendimiento es en el manejo del tiempo. Ya en Memento (2000), película que hizo despegar la carrera del director, veíamos una de las formas más originales de utilizar el montaje para contar una historia más bien simple. La estructura de la película permite vincularnos de manera muy particular con el protagonista, quien al no ser capaz de crear nuevos recuerdos, maneja la misma información que nosotros a cada momento. Ese nivel de identificación opera ahora en la vulnerabilidad terrible de los soldados, quienes no están a salvo prácticamente en ningún instante. El montaje se encarga de hacer patente esa sensación de terror constante, apoyada por la banda sonora, compuesta una vez más por Hans Zimmer. El montaje alterno es uno de los códigos predilectos de Christopher Nolan, usado recurrentemente a lo largo de su obra, especialmente hacia los desenlaces. El gran truco (2006), El origen (2010) o Interstellar (2014) son ejemplos evidentes de aquello, siendo la última, en el manejo de los tiempos, un antecedente directo para lo utilizado en Dunkerque. Y es que la alternancia maneja la confluencia del parámetro espacial -entre tierra, agua, aire- con el temporal: lo que pasa, pasó y pasará. Aunque a ratos puede ser confuso, no genera un desapego hacia la construcción dramática, sino que más bien la apoya; especialmente en los momentos de alta tensión, cuando los cuerpos están encerrados en espacios pequeños y el agua entra por todas partes.
El sistema hollywoodense se basa en los rostros de sus principales estrellas, las y los actores. Es un esquema que vive de sus figuras y cuánto puedan destacar en cada una de las películas que protagonizan. Nolan, al igual que muchos otros, utiliza elencos similares constantemente, donde actores como Tom Hardy, Michael Caine o Cillian Murphy se repiten en varias ocasiones. Estos tres nombres participan en Dunkerque, mas ninguno de ellos es particularmente central (sobre todo Caine, quien solamente presta su voz para una aparición muy marginal). A la inversa, lo que priman en esta película son los rostros anónimos de los soldados, muchos de ellos muy parecidos entre sí, generando a través del casting una horizontalidad que permite levantar el sentimiento común en esos miles de jóvenes, desesperados por volver a casa, aunque sea humillados. Es interesante que desde el cine de industria Nolan opte por dejar fuera del centro a grandes rostros en favor de potenciar su propuesta, y es lo que termina por resumir este denominado “efecto” que estamos describiendo: un conjunto de operaciones cinematográficas que, sosteniéndose en las ventajas que ofrecen los grandes estudios, modifica sus principios en la consecución de sus objetivos artísticos.
Podría surgir preguntarse hasta qué punto todo esto no es más que pura forma, un esqueleto operativo que podría ser rellenado con cualquier trama y funcionar relativamente igual. Aunque hasta algún grado esto es admisible, lo cierto es que el círculo se cierra sobre el factor arriba descrito: la historia de unos derrotados, no hay héroes ni estrellas, no hay conflictos unitarios ni giros fuertes en la trama, solo muchachos que quieren volver a casa. Muchos podrán argumentar que Christopher Nolan no es más que una excusa de Hollywood para mostrarse abierto y capaz de tener propuestas autorales en medio de su más bien homogénea geografía, viendo sus películas como ejercicios efectistas y poco más que eso. Sin levantarlo a un sitial paradigmático o señalarlo como el creador de este modelo (sabemos de diversos ejemplos anteriores), me parece mucho más productivo situarnos en la vereda contraria, a fin de observar su caso como uno particular: el de quien ha sabido trabajar desde dentro, aportando ejemplos muy singulares de un cine masivo y propositivo a la vez. Y es que son pocos los capaces de despertar tanta atención cada vez que estrena una nueva película, y somos muchos los que ya nos estamos preguntando ¿y qué hará ahora?
Nota comentarista: 8/10
Título original: Dunkirk. Director: Christopher Nolan. Guión: Christopher Nolan. Producción: Christopher Nolan, Emma Thomas. Fotografía: Hoyte Van Hoytema. Música: Hans Zimmer. Reparto: Tom Hardy, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Jack Lowden, Aneurin Barnard, Fionn Whitehead, Cillian Murphy, James D’Arcy, Harry Styles, Barry Keoghan, Tom Glynn-Carney, Michael Caine. Año: 2017. Países: Estados Unidos, Reino Unido, Francia. Duración: 106 minutos.