Diamantes en bruto (2): La velocidad de lo pretencioso
El guion nuevamente resalta que a los Safdie no les interesan los personajes agradables, los sermones y la moral; están demasiado ocupados desplegando color y ruido visual, empujando la forma, siempre tratando de demostrar que son buenos directores. Por eso, el guion desarrolla una trama donde queda claro el reflejo de un modo de vida al límite del abismo. La forma de encausar esta narrativa es demasiado excesiva, con escenas muy largas pero con buenos diálogos, metiendo el color por todos lados, lo cual va sentando una característica de estilo; sin embargo, también recurre a la oscuridad que los hermanos tan bien trabajaron en su film anterior.
La acogida a este film ha sido abrumadora. La prensa especializada le ha dado alta valoración, especialmente a la actuación de Adam Sandler. Diamantes en bruto (Uncut Gems) es lo último de los hermanos Safdie, dos de los cineastas más ingeniosos en la actualidad y que saltaron al mundo en 2017, con una de las mejores películas de ese año (Good Time: viviendo al límite). Para Diamantes en bruto no perdieron tiempo y crearon un hilo narrativo similar al de su debut: la odisea de un hombre que siempre elige mal. Puede que la velocidad con que se desarrolla esta película haga que muchos la valoren como divertida, sin embargo, también resulta cansadora y hasta molesta, en este recorrido donde vivimos tres días del personaje principal, en sus claros y muchos oscuros.
El guion nuevamente resalta que a los Safdie no les interesan los personajes agradables, los sermones y la moral; están demasiado ocupados desplegando color y ruido visual, empujando la forma, siempre tratando de demostrar que son buenos directores. Por eso, el guion desarrolla una trama donde queda claro el reflejo de un modo de vida al límite del abismo. La forma de encausar esta narrativa es demasiado excesiva, con escenas muy largas pero con buenos diálogos, metiendo el color por todos lados, lo cual va sentando una característica de estilo; sin embargo, también recurre a la oscuridad que los hermanos tan bien trabajaron en su film anterior, sobre todo en la escena en que The Weeknd (cantando “The Morning”, estamos en 2012) se autointerpreta.
En medio de este caos, es Adam Sandler la estrella que el guion busca hacer brillar tanto como ese diamante que empuja la acción. La elección del actor no es antojadiza y los Safdie saben lo que él provoca: o lo amas o lo odias. Ese elemento, que queda a elección de quien mira, viene arrastrado por la propia trayectoria de Sandler y no es manejable por los directores, por tanto, la construcción que el actor le otorga a su personaje es lo único que desequilibra la balanza, pues está presente en el 95% de las escenas de la película. El actor se ofrece en un formato distinto, mostrando a un hombre de familia descuidado pero que adora a sus hijos y que acepta sus obligaciones hogareñas. Pero, también, Sandler le da fuerza al lado oscuro de Howard como un jugador adicto y desafortunado, que trata de tapar un hoyo haciendo otro.
El principal embrollo que se inventa en la película es el de una rara piedra extraída de una mina en Etiopía. Estructuralmente, este hecho hace eco al comienzo de El Exorcista (William Friedkin, 1973), cuando un sacerdote, en una excavación en Iraq, desentierra la reliquia demoníaca que desencadena el horror. En esta ocasión, es un gran ópalo negro el que termina en manos de Howard y, al igual que la reliquia de El Exorcista, se convierte en un fetiche al cual un gran basquetbolista le acredita poderes mágicos sobre su desempeño en el juego. Desde la aparición de esta gema, los Safdie parecen disfrutar arruinando los planes de Howard intensificando su mala suerte, sus malas decisiones, colapsando la vida hogareña y avivando peleas sin sentido. Lo golpean, lo sumergen en una fuente, casi le rompen la nariz, empujando hacia la empatía con esta figura excesiva, y aunque los directores le tienen cariño (las escenas con los hijos son un indicio), lo dejan demasiado flojo mientras corre de aquí para allá, gritando, recibiendo llamadas, haciendo tratos, prometiendo lo que no tiene, siempre moviéndose en medio de cortes, zooms y exagerados primeros planos. En estas escenas sí que hay mucho mérito en la cinematografía de Darius Khondji, filmando en 35 milímetros.
Sandler es el centro de Diamantes en bruto en un rol que privilegia la fisicalidad para desarrollar la narrativa y crear el suspenso. De vez en cuando, el actor expande el registro emocional del personaje a momentos de calma y sentimiento real, pero, cuando creemos que vamos a conocerlo un poco más… ¡paff!, se va de nuevo y regresa a ese ser que corre y no escucha, perro come perro, hazte rico o muere en el intento.
El final del film está poco elaborado y deja un extraño sabor, pues tras crear el suspenso sobre la apuesta y ver que todo está saliendo bien, es muerto tan rápido que seguramente ni siquiera lo debe haber sentido. El cuadro final que enfoca la herida de Howard y nos lleva a una visión de las joyas y una noche estrellada, es una especie de analogía a eso de “polvo eres y en polvo te convertirás”, y que a pesar de todo el estrés, el esfuerzo, los golpes, la familia, igual terminó con una bala tan rápida como el desarrollo de la película. Velocidad, no ritmo.
Diamantes en bruto no es una mala película, es un thriller de difícil digestión y que deja con una sensación de un film pretencioso pero correcto, y con un Sandler en otro registro, lo que le permitirá seguir alardeando un tiempo más de que se la puede.
Título original: Uncut Gems. Dirección: Josh y Benny Safdie. Guion: Ronald Bronstein, Josh Safdie, Benny Safdie. Fotografía: Darius Khondji. Reparto: Adam Sandler, Kevin Garnett, Julia Fox, Lakeith Stanfield, Idina Manzel, Eric Bogosian, The Weeknd. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 135 min.