Good Time. Viviendo al límite: Depresores, sicodélicos y estimulantes

 La introducción de Thief (Michael Mann, 1981) se ha convertido en uno de esos momentos que terminan por cambiar la forma en que se entiende un género cinematográfico. Si antes las películas de robo -o heist (denominación anglo del género)- necesitaban preparar un contexto y motivo para el momento del crimen, el debut de Mann se saltaba todos los pasos para mostrar por primera vez a James Caan en plena ejecución de un gran robo a metros de la policía: Thief no solo planteaba otra estrategia para presentar a su ladrón, sino que además utilizaba la escena como excusa para valerse de todo tipo de recursos para generar tensión. Saltando constantemente entre escalas de plano, longitudes de lente y duración de planos, Mann no solo pretendía caracterizar a su protagonista, sino también concebir una forma cinematográfica que pensara todos sus recursos para crear la tensión frenética del ladrón. Con los sintetizadores de Tangerine Dream marcando el ritmo de montaje, al director le basta con apenas diez minutos para resumir el estilo y ritmo de toda la película. Esta fórmula la vimos reutilizada posteriormente en filmes como Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), entre otras películas de robo. La influencia de Thief, declarada por sus propios directores, Josh y Ben Safdie, es igualmente visible en Good Time: Viviendo al límite, con la diferencia de que los hermanos se arriesgan sostener el ritmo vertiginoso de este tipo de introducciones a través de toda la película.

En Good Time dos hermanos, Connie (Robert Pattison) y Nick (Ben Safdie), organizan un atraco a un banco. Si bien el robo resulta en un principio acorde a lo planeado por Connie, el plan se ve truncado por la inesperada activación de una bomba de pintura desde la bolsa del robo. Después de este accidente, que arruina los billetes y los deja fácilmente identificables, Connie y Nick deben buscar métodos para escapar sin ser detectados. Cuando Nick, quién padece de algún tipo de retraso mental, es atrapado por la policía, Connie debe ingeniárselas para buscar un método para sacar a su hermano de la cárcel sin que terminen los dos tras las rejas.

El personaje de Pattison, a diferencia de los de Caan o Ryan Gosling (quien protagoniza Drive), más que presentar a un elegante y preciso ladrón parece desorientado después de cada nuevo truco que inventa para seguir escapando. La motivación que lo impulsa, rescatar a su hermano, arroja más interrogantes que soluciones para su futuro. Desde el principio sabemos que incluso si Connie lograra rescatar a su hermano, las posibilidades de concretar un segundo plan exitoso son prácticamente nulas. El viaje que proponen los Safdie se intuye fatal desde los primeros minutos, por lo que es la serie de enredos en medio de la trama los que se llevan el peso de la obra. Con una serie de encuentros que solo sirven para hacer más grande el problema de Connie, la estructura general se acerca más bien al absurdo de After Hours (Martin Scorsese, 1985) que a las mencionadas películas de atraco.

Si a primera vista esta continua ejecución de enredos a un ritmo constantemente vertiginoso podría parecer cansadora, los hermanos Safdie se las arreglan para utilizar todo tipo de recursos formales que permiten que la experiencia de Good Time resulte completamente hipnótica. Sin ir más lejos influencias visuales no se detienen en Thief y la historia del género heist, sino que amplían las posibilidades más allá del cine. El uso de planos aéreos parecen sacados directamente del videojuego GTA II (Rockstar, 1999), mientras que el insistente uso de teleobjetivos que “persiguen” a los personajes imitan el estilo de los shows de realidad policiales del tipo Cops. Los Safdie toman indiscriminadamente de diversas fuentes de la historia visual para dar forma a un collage estilístico que por ningún motivo parece derivativo ni se a acerca a conformar un encadenamiento en serie de homenajes y tributos.

good time

Si los repetitivos sintetizadores Tangerine Dream era la (discutida) elección que tomó Mann para marcar el ritmo de sus robos, en este caso es necesario remarcar el increíble acompañamiento musical realizado por Oneohtrix Point Never. Si bien asociar el ritmo de montaje de un robo con el martilleo del sintetizador no es algo novedoso (también podemos verlo en la mencionada Drive), la banda sonora del DJ está completamente alejada de las emulaciones de sintetizador nostálgicas de los temas de Stranger Things (Hermanos Duffer, 2016-). La música de Oneothrix sirve para remarcar las pulsaciones de los momentos de acción, la tensión del robo se genera en parte por sus arreglos, al mismo tiempo que anuncia sutilmente los problemas durante los momentos más calmos. El trabajo musical es tan destacable que el músico llega a realizar un giro hacia un estado emotivo hacia el final, cambiando su registro en una bella (y algo siniestra) pieza ambient acompañada por el mítico Iggy Pop en su registro más bajo.

Al igual que en algunas películas de Scorsese (habría que mencionar que el veterano director es el primer nombre lista en los créditos de agradecimientos), la forma de la película pareciera recibir los efectos de las drogas que consumen sus personajes en pantalla. La rapidez cocainómana del montaje general, que resulta vertiginoso tanto por la duración de planos como por el cambio constante de escala y cercanía con los personajes, se mezcla con luces sicodélicas en cuanto aparece un personaje con datos para conseguir una botella con ácido, a través de una de las presentaciones de personaje más delirantes que se hayan visto nunca. Este efecto se lleva a los extremos durante el desenlace, en que el alcohol consumido pareciera dar un efecto de resaca al destino de los personajes.

Por último habría que destacar que, aun tratándose de una película tan centrada en sus recursos estilísticos, se cuelan diversos comentarios políticos. Sin ningún tipo de subrayado, los Safdie realizan diversas críticas al racismo, las instituciones mentales (comparadas directamente con las cárceles) e incluso se asoma una referencia al meme de la alt-right, la derecha “alternativa” estadounidense: Pepe la rana aparece durante una de las escenas del ácido. Estas críticas pasan con total fluidez, sin que la escena nos pida que pongamos atención en ellas, como si estuvieran demasiado instaladas en el corazón de Estados Unidos para tener que anunciarlas directamente. Good Time es al mismo tiempo una oda y reformulación de la historia del cine de atracos, y una fábula moral imperfecta para los tiempos de Trump.

 

Nota comentarista: 9/10

Título original: Good Time. Dirección: Josh y Benny Safdie. Guión: Ronald Bronstein, Josh Safdie. Fotografía: Sean Price Williams. Reparto: Robert Pattinson, Benny Safdie, Jennifer Jason Leigh, Taliah Webster, Barkhad Abdi, Peter Verby. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 99 min.