Anomalisa (Charlie Kaufman y Duke Johnson, 2015)
El marketing y muchas de las voces críticas alrededor de Anomalisa dejaron entrever varios de los prejuicios e indiferencia que todavía existen de parte de sectores de la crítica frente a la animación. Cualquiera que conozca mínimamente las obras clásicas de tal técnica sabrá que un trabajo de animación dirigido al público adulto no es algo nuevo ni extraño, sin embargo se promocionó como una novedad en éste caso. Varios juicios se hicieron al respecto, y mucha de la discusión en torno al filme se dirigió hacia la pregunta de por qué Anomalisa fue realizada como animación y no como live action. ¿Acaso resulta que una animación necesita utilizar elementos ajenos de lo humano para justificarse como tal? Lo otro que no termino de entender es por qué esta pregunta se ha repetido tanto sobre la última obra de Kaufman y Johnson y no sobre obras como La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988) o El viento se levanta (Hayao Miyazaki, 2013), que por su carácter de drama de época serían fácilmente expresables en un relato con humanos. El clásico de Takahata fue de hecho realizado en carne y hueso en un olvidado remake. ¿Es que existe algún beneficio tácito para la animación japonesa? Es que incluso dentro del territorio norteamericano podemos encontrar importantes animadores que se han encargado de la neurosis y paranoia moderna a través de la animación, como en el caso de Bill Plympton o Don Hertzfeldt. Pero probablemente la nominación al Oscar y el renombre de Kaufman dieron por primera vez una distribución masiva a un cuento de oscuridad y humor negro realizado por figuras no humanas, y por tanto sacan a relucir este tipo de prejuicios a la palestra.
Algo similar ocurre con la frase de eslogan utilizada en el cartel del film: “La película más humana del año”. Si bien reconoce las emociones terriblemente humanas que se encuentran en la obra de Kaufman, al mismo tiempo acusa de manera implícita un alejamiento de estas en el cine de animación. Y es que aunque encontremos en la historia de la animación muchos relatos protagonizados por figuras no antropomórficas, implicar que nos lleven a terrenos alejados de la emoción humana es bastante torpe. Como si la fascinación de Martin Rosen en Watership Down (1978) fuera el comportamiento biológico de los conejos, o las mejores fábulas de Pixar no se encontrarán también repletas de emoción humana.
Tampoco es mi intención convertir este alegato en una crítica de la crítica, así que avancemos. Charlie Kaufman viene trazando, junto al mencionado Hertzfeldt, en animación, o a Todd Solondz, en cine, una gama de personajes completamente estadounidenses y, a la vez, productos de su tiempo. La soledad, la paranoia, la inadaptabilidad social y los problemas de identidad parecen ya formar una especie de rasgos arquetípicos de personaje en los trabajos de Kaufman. Anomalisa no es la excepción. Presentando la historia de Michael Stone (David Thewlis), un escritor de libros de auto-ayuda en un viaje de negocios, estamos ante un personaje completamente coherente con el universo del autor: incapaz de relacionarse socialmente de manera normal, e incluso sufriendo con cada interacción humana durante su viaje. Lo que parece un solitario misántropo se revela como un enfermo a medida que todas las voces de cada personaje suenan sospechosamente idénticas, o muy parecidas al menos (todas interpretadas por Tom Noonan). Esto se nota principalmente en la voz masculina y homogénea que poseen todos los personajes femeninos.
Es en el medio de esta extrema aversión social convertida en patología que aparece una voz femenina y distinta de todas las otras cuando Michael conoce a Lisa (Jennifer Jason Leigh), una voz que le sorprende además al poder descubrir y conectar con otro individuo después de años. El reencuentro previo con una exnovia deja claro cómo Stone ha sido incapaz de reconocer voces en años, y cómo la aparición de Lisa es casi milagrosa. Es el diseño de sonido que permite la animación lo que hace que todo este mecanismo de voces funcione y no termine en un efecto cómico. Cómo sucede con los films de Solondz, Anomalisa está siempre en el límite de lo gracioso, y es en ese jugueteo dónde todo termina en realidad siendo mucho más amargo.
Michael encuentra en Lisa una excepción (por no ocupar una palabra más reveladora) para su enfermedad, pero principalmente encuentra otro arquetipo del universo Kaufman con quién sentirse identificado. Si bien Lisa es bastante más joven y menos exitosa, tiene problemas notorios de adaptabilidad social y características físicas que la marcan como desadaptada. Lisa es el completo opuesto de la vida matrimonial establecida que espera a Michael de regreso en casa e irradia con su nerviosismo constante un atractivo sexual irresistible para él. Esta sorpresa y fascinación que Michael no puede ocultar se transmite en la bella escena en que Lisa canta “Girls Just Wanna Have Fun” de Cindy Lauper. Más audaz que la comentada escena de sexo animada (muy bien ejecutada por lo demás) es encontrar una escena que logra ser sinceramente emotiva a base de un hit musical.
Es curioso ver como después de su obra más ambiciosa, Synecdoche, New York (2008), Kaufman nos entrega su historia más sencilla a nivel narrativo. Para el último tercio sí podemos encontrar las complicaciones meta-narrativas típicas de su autor, pero Anomalisa puede ser su obra más normalmente ensamblada a la fecha. Es en ese esperado giro final (que no es predecible, pero al conocer el historial de su director uno está en cierta forma esperado algo así) donde Kaufman peca un poco de repetición, de ahondar sin más en una neurosis ya explorada transversalmente en toda su obra. Kaufman se vale de nuevo del lenguaje animado para su guiño meta-narrativo, aprovechando ingeniosamente el conocido hecho de las diferentes cabezas de los muñecos stop-motion. Es lo más llamativo dentro de la discusión anteriormente mencionada, porque Kaufman toma el lenguaje animado para construir su discurso más de una vez. Y es en este lenguaje donde la enfermedad de Michael Stone se expresa de manera ideal, sin efectos cómicos y con la amargura necesaria para sus personajes.
Al final nos queda una reflexión extremadamente amarga sobre el amor de pareja y la necesidad imperiosa de encontrar a alguien “indicado”. Sin la pomposidad de Yorgos Lanthimos en Langosta (2015), Kaufman expresa sus angustias frente a la construcción del amor romántico. Es la metáfora más sencilla del film, pero también la que cala más hondo. Retomando después de un tiempo su reflexión respecto al amor de pareja es donde sale de nuevo el Kaufman más emocional, donde retornamos un poco a los terrenos de su mejor película, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004). También se explora la naturaleza del deseo, y cómo los mismos elementos que llevan al enamoramiento terminan rápidamente (casi automáticamente en este caso) por convertirse en lo contrario.
Algunos comentarios respecto al período Bush quedan medio descolgados (se le ve en unos cuadros de fondo, en lo que no parece nada más que un arrastre de los años en que Kaufman escribió la obra original), pero no entorpecen la compenetración emocional que logra Anomalisa. Y todo esto sin mencionar la impecable factura técnica, con un modelado y realismo de muñecos que pondría orgullosos a los históricos animadores Checos. Anomalisa es una película completamente Kaufman, y en la que la opción por lo animado resulta bastante lógico. En algo tan naturalmente meta-referencial como el stop-motion Kaufman encuentra nuevas posibilidades para su eterna puesta en abismo. Y por último visibiliza la animación como técnica no reducida a un nicho y con las mismas posibilidades de profundidad que una película cualquiera, además de la necesidad de pensar en un replanteamiento respecto de la crítica de cine en su consideración acerca de las películas animadas.
Título original: Anomalisa. Dirección: Charlie Kaufman, Duke Johnson. Guión: Charlie Kaufman. Fotografía: Joe Passarelli. Montaje: Garret Elkins. Música: Carter Burwell. Reparto: David Thewlis, Jennifer Jason Leigh, Tom Noonan. País: Estados Unidos. Año: 2015. Duración: 90 minutos.