Sergio Navarro (1943-2021): El mundo será de los libres
El Sergio que conocimos en este último período se trató de alguien muy conectado con las fuerzas vivas del pensamiento, el cine y la política del presente. Había encontrado en la escritura algo parecido a la felicidad. Mientras los temas de los que escribía recientemente iban por Ruiz, pasaban por Scorsese o el más reciente estreno de Netflix, el “evento” 2019 fue registrado como el eterno retorno de la política, algo así como un signo que llegaba luego de una larga espera
I
Conocí a Sergio como profesor en los fríos pasillos de la extinta Universidad Arcis, mientras cursaba la carrera de cine. En un ambiente de ansiedades y miedo al futuro laboral, habían pocas voces que dieran luces para pensar las cosas de otro modo. Dentro de esas voces estaba Sergio. Aunque quizás nos pillaba algo inmaduros para transmitirnos su pasión por la teoría y una práctica reflexiva de cine, lo cierto es que fue ahí donde por primera vez textos como los de Noel Bürch, Jacques Aumont, Christian Metz o André Bazin pasaban a ser tomados en serio como parte de la tarea formativa. Como sea, tengo el recuerdo de ser un alumno disperso que algunos años después tomaría más peso a esas enseñanzas y, en primera instancia, es lo primero que le debo a Sergio: una enorme paciencia y generosidad en su entrega como docente.
Perdimos el rastro por algunos años, ya entrada la década del dos mil nos volvimos a encontrar y, por algún motivo, me llamó para realizar clases en la escuela de cine que acababa de fundar en la Universidad de Valparaíso, luego de haber aportado a diversos otros proyectos formativos en la misma Arcis, Uniacc y Universidad Católica. Por dos años estuve dando clases, las que fueron gracias a él. Aunque fueron para mí años de mucho ensayo y error, Sergio no tuvo dudas en llamar a alguien que estaba partiendo. Guardo de esos años los intercambios, sus ganas de mantener viva la conversación teórica y su buena voluntad de leer mis primeros textos que empezaba a escribir. Mi experiencia fallida en esa escuela no impidió que nos siguiéramos encontrando a lo largo de los años: en festivales y cuanto coloquio nuevo se animaba a gestionar, a los que siempre me invitaba.
En medio de sus últimos años como docente, Sergio se activó más que nunca. Hacia la década del 2010 empezó a publicar libros donde sintetizaba sus años de lecturas. Ahí estaban: Acerca del cine como medio expresivo (2011), La poética de las imágenes del cine (2014) o su libro sobre El chacal de Nahueltoro (2010). Libros generosos que buscaban sistematizar categorías y organizaciones de sentido. Cada vez más entusiasta, se lanzó a hacer un doctorado que lo mantuvo muy conectado con sus reflexiones e indagaciones. Los últimos años, Sergio parecía reconectado con sus años formativos en la EAC, retomando apuestas de largo plazo, como fue desentrañar el período temprano del cine de Ruiz (los años en que el mismo Sergio fue impactado por su método de trabajo) o el proyecto estético-político del Nuevo cine de los sesenta. Todo ello parece reflejarse en sus libros La naturaleza ama ocultarse. El cine chileno de Raúl Ruiz 1962-1975 (2019) y La idea de pueblo en la encrucijada del cine latinoamericano en los años 60-70 (2019), ambos aportes enormes a comprender un período del cine latinoamericano, entroncado en ese proyecto de valoración del cine de Ruiz, buscó dilucidar, en el fondo, lo que abría el cineasta para pensar el período en términos de la relación arte/política/cultura. Según me decía en diversas conversaciones, tenía al menos tres proyectos pendientes de libros, uno de ellos alcanzó a salir por Ril editores, El lugar de la narración en el cine (2021) y fue puntualmente enviado a mi correo apenas la semana pasada.
II
Mi relación con Sergio fue en paralelo a ir valorando su obra artística. No sólo por sus primeras películas realizadas en compañía de Cristián Sánchez, que profundizaban una línea exploratoria del cine chileno en períodos difíciles como eran los inicios de la dictadura con dos películas importantes como son Esperando a Godoy (1973) y Vías paralelas (1975), sino también por sus trabajos previos desarrollados en la EAC, parte de lo que prometía ser una nueva generación de cineastas luego del “Nuevo Cine”, que iba a quedar consignado en la revista Primer Plano de 1973 (y puede leerse aquí, con la entrevista a Sergio). La obra de Navarro representa, en parte, la interrupción de un proyecto instalado al interior del cine de la Unidad Popular, como herencia y crítica del Nuevo cine Chileno. Luego del golpe, esta generación con nombres como Cristián Sánchez, Carlos Flores, Angelina Vásquez o Marilu Mallet -guardando todas las distancias del caso- tuvieron que exiliarse o encontrar nuevas formas de producción en períodos obscuros. El caso de Sergio, como señaló en una entrevista que le pude hacer hace algunos meses, tuvo el destino de Canadá, donde pudo trabajar con Marilu Mallet en el National Film Board, y en proyectos culturales diversos, que lo tuvieron por España y luego Ecuador, para a mediados de la década del ochenta volver a Chile e incorporarse al naciente movimiento del video en plena Dictadura. A la distancia, ha faltado conectar los desarrollos cinematográficos que se empezaban a desarrollar hacia fines del período de la Unidad Popular con parte de este movimiento. Sergio, aquí, es una pieza clave.
En el retorno encuentra en el video U-matic un soporte para el desarrollo artístico alimentado por el aligeramiento técnico y económico. Pero es, también, un lúcido e intuitivo incursionador en el documental como formato, explorando técnicas innovadoras de aproximación a la realidad. En piezas como Cuartito rosa (1991), Nostalgias del far west (1988) y Caminito al cielo (1989) dio cuenta de métodos de puesta en escena, ficcionalización y juego con la pose de quienes retrataba en una línea cercana a lo que Jean Rouch denominó “etno-ficción”. De tremenda sensibilidad, lo cierto es que uno de los logros de Cuartito y Caminito es acercarse desde una forma creativa y no prejuiciosa a espacios de lenguaje, autonomía y autopercepción de sujetos por lo general marginados, excluidos, clasificados por la mirada dominante, como es el sujeto adolescente de la “pobla”. En plena instalación del programa neoliberal, y en consonancia con el trabajo pionero Chicago boys (1983) de Juan Downey, Sergio se interroga por los márgenes sociales y la subsistencia de lo popular en la nueva realidad económica instalada por el programa neoliberal. En las antípodas de la “porno miseria” o el “documento sociológico”, las realidades que filma Sergio -y su esfuerzo como cineasta- es por hacer una captura viva, ágil, con agencia, en una estética tensiona y crea un nuevo espacio entre el cine y lo registrado.
III
Me queda pendiente ver su documental El páramo del ciudadano. Chile actual (1999), que tiene al libro Chile actual, anatomía de un mito (1997) de Tomás Moulián en el centro. Un libro que marcó la lectura crítica del período, marcando un hito desde un acercamiento marxista, de influencia frankfurtiana: la primera voz crítica que se escuchaba del campo intelectual desde un planteamiento contundente y crítico al programa neoliberal. Ha habido pocos libros más icónicos en Chile que ese, lo cierto es que se entronca de lleno con lo que se puede ver en los documentales mencionados, así como su preocupación más reciente post-estallido del 2019. Pues, lejos del escepticismo liberal -a lo Peña- Sergio festejó este estallido en diversos textos y crónicas que publicamos aquí. En uno de ellos escribía:
“Pareciera que Septiembre es un mes ominoso y, en cambio, Octubre es un mes airoso. Hay una frase que quedó flotando el 11 de Septiembre de 1973: “más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas”. La frase que dijera Allende en sus últimos momentos y que sonaba como su testimonio político me golpeó mientras unos asistentes al meeting del 25 de octubre me tironeaban, otro me zamarreaba y un niño derramaba su helado en mi pantalón. Eso era: una profecía que se estaba cumpliendo”.
El Sergio que conocimos en este último período se trató de alguien muy conectado con las fuerzas vivas del pensamiento, el cine y la política del presente. Había encontrado en la escritura algo parecido a la felicidad. Mientras los temas de los que escribía recientemente iban por Ruiz, pasaban por Scorsese o el más reciente estreno de Netflix, el “evento” 2019 fue registrado como el eterno retorno de la política, algo así como un signo que llegaba luego de una larga espera. Sentarse a conversar con él sobre este tipo de asuntos era, por lo general, un viaje a sus memorias, los recuerdos felices de la Unidad Popular, el exilio, los años Arcis, la inscripción de nuestras preocupaciones contingentes en historias, debates y filosofías de larga data, una posibilidad para reinscribir la subjetividad en una posición histórica determinada, pero que no dejaba de abrirse a un presente absoluto. Sin melancolía, curioso infinito, escritor inspirado, amante de su familia....la voz y escritura de Sergio dejan el rastro luminoso de una estrella que tendió incansablemente a brillar cada vez más en su generosa y risueña existencia. Un rastro, una vida, un camino posible, para lo posible. Por todo ello ¡Gracias Maestro!
*Fotografía de Luis Ortega