Cielo (1): Asumir los límites del entendimiento
Existen ciertos temas difíciles de abordar para todo realizador. Durante los últimos años, una tendencia en el cine documental chileno ha dado cuenta de una propensión hacia el desarrollo de historias autocontenidas, de registro personal y mundos cerrados, a partir de los cuales surgen líneas de sentido que dan forma a las grandes ideas y conceptos, como la vida y la muerte, la memoria, las tradiciones, creencias y mitos, entre otras abstracciones. Es por esto que resulta particularmente atractivo el estreno de un largometraje que transita en la dirección opuesta, una película presentada directamente como un poema de amor al universo, que reflexiona desde la aridez y vastedad del Desierto de Atacama. Las expectativas en torno a Cielo, de Alison McAlpine, son tan altas como las ambiciones empeñadas en su realización, travesía que llevó a la directora a recorrer la soledad del Norte Grande buscando los encuentros que le permitieran relacionar el habitar humano con los misterios del cosmos, un camino plagado de dualidades y contradicciones. La más evidente, el cielo y la tierra, se revela durante los primeros instantes de la película y se extiende a lo largo del metraje con alucinantes imágenes generadas mediante time–lapse, capturando con exquisita definición los movimientos de la Tierra y el resplandor circundante de los astros. Luego, la divergencia entre modos de vida coterráneos, en donde la tecnología astronómica más sofisticada del mundo coexiste a escasos kilómetros con un grupo de habitantes que viven en precarias condiciones. O la búsqueda de certezas científicas a través de imágenes obtenidas por imponentes telescopios, en contraste con la tenue lámpara del pirquinero que busca en el cielo nocturno una compañía y, en las estrellas, un depositario de recuerdos hacia un familiar ausente. Cielo surge como un intento personal por comprender una belleza inexplicable, un viaje que busca responder las preguntas fundamentales que constituyen nuestro sistema de creencias y que han moldeado la cosmovisión de nuestros pueblos originarios. Sin embargo, y a medida que avanza la película, la realizadora abandona todo impulso pretencioso y se vuelca sobre sí misma para rendirse ante la inmensidad, renunciando al inocuo deseo del conocimiento absoluto. La decisión de apostar por la humildad se transfiere al tono utilizado en la narración: Alison McAlpine, con una voz cercana, proyecta sus pensamientos hacia un cielo que no parece entender su idioma. Lo convierte en el personaje principal, en alguien de temperamento enigmático en torno al cual orbita una multitud de personajes satelitales. La única forma de aproximarnos a él es a través de los diálogos que la directora entabla con los científicos, recolectores de algas, mineros, cazadores de ovnis y habitantes del lugar, quienes, a través de sus actividades, historias y vivencias, van armando las piezas de un puzzle imposible de resolver. Es quizás por esto último que la película se emparenta con Nostalgia de la luz (2010), y no sólo por compartir el escenario geográfico, sino por el hecho de concebir al territorio como un lugar de encuentro entre los anhelos de respuesta y la contención de un misterio indescifrable, paradoja que en el filme de Patricio Guzmán está personificada tanto en el intento de los astrónomos por encontrar vida fuera de nuestro planeta, como en el grupo de mujeres que buscan los rastros de sus seres queridos desaparecidos en dictadura. Forzando el rango de interpretaciones hacia una reflexión sobre lo cinematográfico, la postura adoptada en Cielo abre un interesante flanco sobre los límites de la representación en el documental. McAlpine despliega sus recursos en busca de respuestas, pero choca con una realidad impenetrable de la cual sólo puede obtener imágenes y testimonios fragmentados. En definitiva, el gesto de humildad se extrapola al deber ser del documentalista, alguien consciente de las limitaciones propias del dispositivo cinematográfico y, por lo tanto, responsable de su mirada situada sobre la realidad representada. Considerando la grandilocuencia del tema tratado, la película pudo haber adoptado decisiones incorrectas, como transformarse en un documental expositivo, e incluso haber adquirido características institucionales. Sin embargo, lejos de caer tentada por la soberbia, la realizadora no intenta dar respuesta a las preguntas fundamentales, sino abrir espacios de reflexión dando voz a quienes mantienen una relación consciente con el firmamento, invitándonos a mirar con los ojos desnudos los fragmentos de su luz. Nota del comentarista: 7/10 Título original: Cielo. Dirección: Alison McAlpine. Producción: Carmen García, Paola Castillo, Alison McAlpine. Guión: Alison McAlpine. Fotografía: Benjamín Echazarreta. Montaje: Andrea Chignoli. Sonido: Miguel Hormazaba, Mauricio López, Andrés Carrasco, Rodrigo Salvatierra, Carlos Sanchez Farías, Claudio Vargas. Música: Philippe Lauzier. Casa productora: Second Sight Pictures, Errante Producciones, Argus Films. Productor de Marketing y Distribución Internacional: Sean Farnel. País: Canadá – Chile. Año: 2017. Duración: 78 min.