Más allá de las listas (1): Temporada de festivales

En un país como el nuestro donde, a pesar de los grandes avances que vimos este año en términos de distribuciones independientes, tanto en cine nacional como en esfuerzos por estrenar a nivel comercial en pequeñas salas o posicionar dentro de los multicines cintas recientes y de mejor nivel, sigue siendo clave el rol a nivel de programación y exhibición de películas que cumplen los festivales de cine, los que logran complementar la desabrida y acotada cartelera comercial de las multisalas.

Como es costumbre desde hace algunos años, son reconocibles un puñado de festivales de cine que acumulan lo más destacable del año: el Festival de Cine de Valdivia, quizás el festival más jugado e interesante en su línea curatorial y como evento cinéfilo de nuestro país, donde vimos las últimas películas de dos de los directores más importantes dentro del cine contemporáneo: Cemetery of Splendour de Apichatpong Weerasethakul y As mil e uma noites de Miguel Gomes, quien además estaba de invitado en el festival; SANFIC que con un toque más comercial también podemos encontrar en su programación algunas tremendas películas, como fue en este año la belleza de Hou Hsiao-Hsien The AssassinFIDOCS, el gran festival en torno al documental en nuestro país, que cuenta siempre con grandes invitados, pequeños descubrimientos y peliculazas como la durísima The Look of Silence de Joshua Oppenheimer, la respuesta desde las víctimas a su anterior The Act of Killing. Y este año, ocupando el primer lugar, quizás meritorio de la labor que realiza, se encuentra CINE UC, que desde hace unos años, y desde el declive del festival de cine europeo que organizan las embajadas, se ha preocupado de estrenar en sus ciclos lo mejor del cine europeo que no han llegado a la cartelera ni a otros festivales, como la tremenda joya Hard to be a God de Aleksei German.

Todos festivales que, por lo demás, se concentraron en unos pocos meses a mediados del año y que sumados a otros proyectos destacables como FEMCINE, Chilemonos, Festival de Cine de Viña, Inedit y Márgenes nos entregaron, cada uno en su línea y estilo, una amplia programación de películas de altísimo nivel y gran variedad incluyendo varios estrenos del año, traídos directamente de festivales como son Cannes y Locarno.

Las cinco películas que elegimos este año como las mejores que vimos en festivales realizados en Chile reflejan, a mi parecer, el alto nivel y la importante labor que desarrollan los festivales, pero a la vez también evidencian la debilidad de nuestra cartelera nacional; depender de los festivales para exhibir en nuestro país películas destinadas a convertirse en clásicos como es la empresa demencial de Hard to be a God de Aleksei German, o las últimas películas de Weerasethakul, Gomes, Oppenheimer y Hou Hsiao-Hsien es un alivio, pero también una lástima. A modo personal, me parece que se hace urgente que cintas de este nivel logren entrar a la cartelera comercial de nuestro país, y que en futuro cercano permita que nuestra lista de las mejores películas exhibidas en festivales de cine pueda enumerar aciertos de programación de las líneas curatoriales de cada festival, pequeñas películas que no tienen sentido a nivel de cartelera y que se levantan en estas instancias.

Por último, ya que criticamos las cinco películas seleccionadas en nuestras coberturas de cada certamen, dos películas de la lista, pero en general varios filmes que tuve la oportunidad de ver durante el 2015, me hicieron pensar en la duración de los filmes y en qué y cómo se pueden narran unas u otras cuestiones en metrajes extensos: Hard to be a God necesita sus tres horas para pasearnos por esa aporía futurista de un planeta similar a la tierra en el que el Renacimiento nunca aconteció y que pervive empantanado en una barrosa y putrefacta Edad Media por donde el Dios pagano que la protagoniza debe reafirmar su poderío terrenal. Del mismo modo, la tripartita y las más de cinco horas As mil e uma noites de Miguel Gomes hacen sentido en esta variedad de registros e intento de constituirse como un repositorio de cuentos sobre el Portugal contemporáneo relatados de la voz de Sherezade. P’tit Quinquin exhibida en el Festival de Cine UC, una increíble miniserie de cuatro capítulos dirigida por Bruno Dumont funciona a la perfección como un sólo metraje extenso. Y también, a nivel local, Invierno, la última película de Fuguet, crea en sus más de cinco horas una textura emocional difícil de montar de forma más acotada. Tanto Gomes como Fuguet se permiten repetir en sus cintas más de tres veces la misma canción. Todos se permiten pequeños momentos cómicos, guiños y libertades fuera de las apretadas estructuras narrativas del cine estandarizado que funciona en el compacto y estandarizado espacio de hora y media. A mi gusto, ninguna cansa ni agota al espectador, todas proponen y desarrollan una idea de qué o qué puede ser el cine.

Queda así, para vuestra reflexión la pregunta sobre el cine y su extensión, que existe, palpita y nos interpela más allá de la moda y estrategia comercial de las sagas y trilogías, en joyas cinematográficas como las que vimos este año en los festivales de nuestro país  y que destacamos como dentro de lo mejor del 2015.

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