Informe XXVII FICValdivia (2): Los retornos de Sánchez
Una de las sorpresas que nos trajo el reciente FICValdivia celebrado on-line la semana pasada fue la del retorno a las pistas de Cristián Sánchez, cuya personal obra destaca en el paisaje filmográfico nacional desde mediados de la década del setenta de forma constante y fragmentaria. Las dos piezas estrenadas en la clausura del festival: Date una vuelta en el aire y La promesa del retorno -que acompañaron un merecido premio a la trayectoria- nos hablan de un carácter más experimental y con menor escala de producción, aunque no por ello menos intelectuales y estéticamente densas.
Una de las sorpresas que nos trajo el reciente FICValdivia celebrado on-line la semana pasada fue la del retorno a las pistas de Cristián Sánchez, cuya personal obra destaca en el paisaje filmográfico nacional desde mediados de la década del setenta de forma constante y fragmentaria. Su última película estrenada (con mucha dificultad) había sido Tiempos malos (2007-2015), filme operático que tomaba lo mejor de su poética: el habla popular, los bajos fondos y un surrealismo mítico que cruzaba todo el filme, basado libremente en la novela Chicago chico (1962) de Armando Méndez Carrasco. Lejos, quizás, de la operación más grandilocuente -tanto en términos narrativos como de producción- que le significó ese filme, las dos piezas estrenadas en la clausura del festival (y que acompañaron un merecido premio a la trayectoria) nos hablan de un carácter más experimental y con menor escala de producción, aunque no por ello menos intelectuales y densas estéticamente, dos características propias de su filmografía. Como otra de sus constantes, puede contarse en ellas una determinada sintomatología cultural a raíz de un cierto “inconsciente antropológico” del país.
Date una vuelta en el aire parece ser su lectura de un Chile atravesado por un paisaje social de la catástrofe. Tomando recursos del teatro del absurdo, e incluso del humor de los hermanos Marx, puede comprenderse como una serie de viñetas en las cuales un grupo de personajes situados en un espacio indeterminado -una institución, un colegio- se encuentran. Cada personaje dibuja una tipología: desde la mujer new-age al oficinista pornógrafo, pasando por una funcionaria de jerga normalizante o un veinteañero entusiasta. Todos parecen perdidos, pero se encuentran en la primera mitad con el mismo personaje: un conserje parlanchín cuya verborragia los descoloca.
Sustentada casi toda en el intercambio verbal, resueltos en planos medios y generales, Sánchez busca atrapar determinado juego actoral en las dinámicas de cada escena, en una estructura múltiple que va abordando determinados tópicos en cada sketch. Esto le sirve para plantear, de forma lúdica y sin gravedad, una serie de temas recurrentes en su obra: la lengua del deseo, la voluntad de poder, el acontecimiento como ruptura, el arte como problema y la presencia fantasmática de fuerzas que no entendemos del todo (con referencias a la mitología mapuche). Los eventos de ruptura en el filme vienen “de afuera”, Sánchez construye este nivel mítico-espectral del filme con el sonido y los ruidos: animales, helicópteros, aviones, nos hablan de eventos que redibujan el trazado inicial de los personajes e inquietan la estabilidad teatral de la puesta en escena. Una vez más, como en otras de sus películas, el erotismo, la violencia, incluso determinada actitud “lumpen”, parecen bosquejar un Chile desvelado, nocturno. Sánchez, por su parte, da varias pistas para hacer la lectura “política” de nuestro presente, algunas presentadas de forma lateral -la presencia de cuerpos y lenguas migrantes como son haitianos y colombianos-, otras de forma más explícita -la tensión de clases, la represión sexual- y algunas bosquejadas que podrían ser más bien cuestionables -cierta ligereza respecto a la cuestión central del "género" en nuestro presente social.
La promesa del retorno por su parte es una obra que contrasta en tratamiento con Date una vuelta en el aire. Cierta parquedad teatral aquí gira hacia un visualidad barroca y compleja que recuerda tanto a La hipótesis del cuadro robado (Raúl Ruiz, 1978) como a El arca rusa (Aleksander Sokurov, 2002), pero en clave colonial. Como en otras películas del director, se trata de una “invitación” a un personaje a partir de un libro, en este caso La inmaculada concepción de Eluard y Bretón, una suerte de biblia del surrealismo. Lo que promete ser una “novela de iniciación”-esa novela formativa que proyectaba el paso de la niñez a la adultez, algo así como la construcción progresiva de un sujeto- se invierte hacia lo contrario, una suerte de desvío vital que invita a la des-aprehensión, al misterio y al inconsciente. Sánchez sitúa aquí elementos que establecen una topología básica narrativa para ingresar de lleno a un universo temporal complejo, compuesto por capas del pasado, real y mítico, por referencias literarias y pictóricas. Estas últimas toman protagonismo, al ingresar el personaje a un museo colonial y vincularse con obras de la escuela cuzqueña del siglo XVII. Sánchez hace gala aquí de lo pictórico como un dispositivo plástico y alegórico, reconstruyendo a partir de “cuadros vivos” escenas presentes en las pinturas. Todo lo que nos lleva a un espacio fantasmagórico donde los niveles de realidad se confunden y obligan a “leer” la imagen a partir de diversos guiños y referencias.
Sánchez se ha vuelto tremendamente didáctico con los años: mucho de lo que el espectador podría inferir es abiertamente explicado o interpretado desde los propios personajes; esto a partir de la lectura de los cuadros o las relaciones entre imagen, alegoría y autorrepresentación, elementos que han sido considerados los centrales de la escuela pictórica cuzqueña. La promesa del retorno debe ser uno de los filmes más fascinantes de Sánchez, si bien las preguntas por el “barroco colonial” y los “cuadros vivos” han estado presentes en su obra con antelación, aquí se enganchan con una matriz de lectura de densidad en la historia de las filosofías y estéticas del barroco andino.
Date una vuelta en el aire y La promesa del retorno son las señas de una cinematografía viva y algo extemporánea al cine chileno actual, realizadas con esfuerzo y búsqueda de coherencia estética y cinematográfica. Sánchez, por su parte, es una rara avis que esperamos siga teniendo mucho por mostrar.