Informe XXIII FIDOCS (6): Los archivos de la revuelta
Sin duda, este espíritu convocante se cristalizó en la convocatoria de Archivo en Proceso, realizada en tiempo record con el objetivo de establecer un registro de lo que se está produciendo actualmente sobre las movilizaciones. Cerca de 30 trabajos se proyectaron en dos sesiones matutinas, donde se pudo ver un panorama representativo del trabajo que se encuentran realizando colectivos y cineastas en torno a las movilizaciones. Obras en proceso, curadas por el equipo Fidocs en colaboración con Nayra Ilic, de muy distinto formato e incluso intenciones, dieron cuenta de un collage intensivo que se movió entre el registro directo y testimonial y el experimento estético a modo de una mirada caleidoscópica de un audiovisual vivo e inquieto por sacudirse de las normativas documentales. Hago un recorrido por algunos de ellos.
Tal como ha señalado en su revisión Sebastián González, uno de los aciertos del pasado Fidocs fue el tenor contingente y abiertamente político. Se trató no sólo de una focalización de espacio, si no también temática, en cuyo esqueleto más profundo estuvo la pregunta por el rol del documental en las transformaciones sociales y en el Chile post-octubre 2019.
Una pista de ello estuvo en la película inaugural Nos défaites de Jean-Gabriel Périot, interesante ensayo documental donde Périot entrevista a un grupo de estudiantes de secundaria mientras recrean ellos mismos películas militantes del 68 francés. Mientras en la primera parte se evidencia la disociación entre ambas realidades -el presente de los entrevistados y el 68-, el acontecimiento político del 2018 en Francia obliga a los adolescentes a tomar una posición a fuerza de una lección histórica que les llega de sopetón. En la primera parte conceptos como “revolución”, “clase social” o “lucha de clases” les resultan ajenos, mientras recrean fragmentos de películas de colectivos como Slon, Medvedkin o Dizga Vertov, clásicos del cine-directo del período, ahora mutados en ficciones teatrales. El espejo de la ficción se quiebra cuando los acontecimientos políticos suceden a modo de una ola donde los mismos alumnos, que meses atrás se declaraban apolíticos, se ven obligados a tomar su propia institución, defendiéndose de una acción policial represora. De forma emotiva, el discurso los toma en ese salto elíptico del acontecimiento para registrar la transformación de sus gestos y palabras en los momentos posteriores a él. Se trata de la historia de un aprendizaje político a fuerza de la decepción y la lucha por defender el derecho a la manifestación que espejeaba de forma directa la realidad de nuestro país, cosa que también me sucedió con Siete años en mayo de Affonso Uchoa, filme testimonial/ficción, cuya alegoría en torno al actuar policial y los cuerpos que sufren violencia en Brasil excede todo marco normativo de la representación documental para devolvernos una pregunta sobre lo contingente.
Sin duda, este espíritu convocante se cristalizó en la convocatoria de Archivo en Proceso, realizada en tiempo récord con el objetivo de establecer un registro de lo que se está produciendo actualmente sobre las movilizaciones. Cerca de 30 trabajos se proyectaron en dos sesiones matutinas, donde se pudo ver un panorama representativo en torno al estallido social. Obras en proceso, curadas por el equipo Fidocs en colaboración con Nayra Ilic, de muy distinto formato e incluso intenciones, dieron cuenta de un collage intensivo que se movió entre el registro directo y testimonial y el experimento estético a modo de una mirada caleidoscópica de un audiovisual vivo e inquieto por sacudirse de las normativas documentales. Hago un recorrido por algunos de ellos.
Trabajos como Revolución social (Sebastián Lavados), Miro (Evaristo Jarawi, Pablo Mérida y Adrian Rivas), Primavera Lacrimógena (Pablo Carrasco y Álvaro Sierro), ¿Cómo se llega a La Moneda? (Diego Soto), así como los registros grupales de MAFI, Colectivo Registro Callejero y Frente fotográfico, parecen búsquedas por ajustar el tratamiento de cámara con una realidad que desde todos lados se desborda. La inquietud se juega aquí en la búsqueda de ajuste entre el encuadre y la aparición de los cuerpos, gestos, acciones de una marcha social que acontece en radical multiplicidad. Mientras Miro o Plaza Italia 22 (Frente fotográfico) se enmarca directamente en el tratamiento “cuerpo a cuerpo” de una cámara a la búsqueda de situaciones y personajes, los registros de MAFI confirman su habitual tratamiento distanciado y composición geométrica que ya conocemos en sus largometrajes, lo que se compagina muchas veces con un sonido fuera de escena. Varias tomas valiosas, algunas ya difundidas en su web, parecen prometer un auspicioso filme sobre los acontecimientos. Ejercicios más concentrados como Primavera lacrimógena y ¿Cómo se llega a La Moneda? parecen estudios sobre las formas de la revuelta. El primero parece una morfología de la masa y la relación con el poder. Con un criterio narrativo del encuadre bastante solido y un montaje que se centra en el “ritmo” de la revuelta, el juego coreográfico de los cuerpos está capturado en la escencia estética de su aparecer y desaparecer; un sólido trabajo de elipsis y encuadre concentra esto en estudio sobre las dinámicas y fuerzas de la revuelta. ¿Cómo se llega a la moneda? por su lado es el registro “directo” desde el punto de vista de la primera línea, de una marcha que va de la Plaza Italia a La Moneda, en uno de los días críticos de la represión policial. Utilizando un filtro en la imagen, y dejando el sonido solo para momento específicos, la narración se apoya en un texto escrito que a nivel de primera persona reflexiona sobre la dinámica de fuerzas en medio de la protesta social, acentuando la presencia de la cámara. En el marco de una pregunta sobre las formas militantes, el cortometraje de Diego Soto busca romper con toda neutralidad del registro para asumir una posición situada que revoca la asimilación irreflexiva de la imagen de la violencia, obligándonos a pensar sus razones.
Desde otro ángulo Abran paso (Álvaro Gauna), Graben! (Colectivo Nothoraus), Recoge Lacrimogenas (Colectivo registro callejero), Testimonio Carlos Puebla (Colectivo Sin Justicia No Hay Paz), recogen testimonios de personajes relevantes del estallido social: desde la acción de voluntarios de la cruz roja como el caso de los dos primeros, con un registro duro y directo, al discurso de un particular manifestante que recoge lacrimógenas, las que dice son “las respuestas del gobierno”. La sesión dos terminaba con Testimonio de Carlos Puebla, un extenso y detallado relato de una de las víctimas que sufrieron mutilación de uno de sus ojos producto del accionar policial, construido netamente desde el registro en plano medio fijo y al servicio completo de la palabra hablada. Una austeridad absoluta al servicio del relato personal de Puebla, que nos lleva al sentimiento real de impunidad e injusticia por vía de la humildad de su tono.
Los sonidos de la revuelta parecen ser otro aspecto que ha llamado profundamente la atención. Durante la revuelta el sonido de cacerolas, que pasaron a ser el de paredes, tubos, carteles, metales, armaron una muralla de sonido coral de imposible disolución. Un coro de golpeteos que se registró en trabajos como Somos Pueblo (Álvaro Rivera) o Protesta pacífica Baquedano (Colectivo Registro Callejero). Así también, la música como una acción, el registro de un saxofón solitario en medio de la multitud parece ser el canto póstumo en homenaje a Camilo Catrillanca en un registro llamado 14/11/2019 de Leo Contreras Barahona.
Dos trabajos de la Escuela popular de cine destacaban entre los otros, me refiero a Cyber protesta (en su cuenta youtube como Rayos verdes) y San Ramón, La granja. Por vía de un registro directo cuya cámara intrusiva es parte del sello del universo de la Escuela Popular, ambas logran crear piezas con ángulos más bizarros y específicos de un Chile en transformación. La primera intercala las imágenes de los láser en la calle, sello visual de la protesta, con el monólogo de un ciudadano haitiano que atiende un local. Este da un análisis sólido de los acontecimientos, mientras las imágenes de los láser invaden el plano bajo un teclado electrónico, dando cierto aire apocalíptico. El segundo, San Ramón, La granja, es el registro del toque de queda en dos comunas periféricas, con el mismo sello de “cámara intrusiva”. Aquí algunas situaciones retratan distintas reacciones a los sucesos. Por un lado, un grupo de manifestantes durante el toque de queda en San Ramón unen fuerzas en cánticos contra la policía. Dos personajes con máscaras y artículos robados a los pacos, posan frente a la cámara en una secuencia obscura y apocalíptica cercana a La purga. En otra escena, la cámara se instala al interior de un condominio, mientras los vecinos se organizan entre ellos para defender su propiedad. Mostrando aspectos contradictorios entre sí y desde el ángulo de un registro desde las vísceras de lo social, estos dos trabajos son registros que salen de la pancarta para mostrar las zonas más opacas de la revuelta.
Dejo para el último los trabajos más experimentales y vinculados a lo que podría llamarse una política del archivo. Piezas como Archivo en rotoscopía del Taller de Animación Colectivo #OjoChile, 2 y 3 - Caos Germen proponen la animación y la abstracción del archivo para construir nuevos sentidos alejados del origen. Centrándose en gestos, el primero presenta un trabajo artesanal y cuadro a cuadro en escenas de protesta, trabajando con manchas que reimaginan cromáticamente la lucha social. Los dos trabajos firmados por Caos Germen, remontan audios conocidos y recontextualizados en otros archivos y textos. El primero, sobre el sonido del caceroleo hace una cita de Nicanor Parra respecto al reparto de los panes, mientras imágenes vintage de servidumbre poniendo la mesa producen una asociación conceptual. El segundo, con más ironía, monta la conversación filtrada de Cecilia Morel, con similares imágenes vintage de mujeres de clase alta, y el testimonio de un bombero que da cuenta de varias escenas de montaje policial.
Los trabajos del Colectivo Pedro Chaskel merecen mención aparte. Fieles al remontaje militante, su trabajo Las manos es un sentido homenaje a El fondo del aire es rojo de Chris Marker, que inunda de épica las imágenes de un pueblo en lucha hoy, en conexión con las luchas del pasado. Los cráneos, por su parte, es un remontaje iconoclasta en torno a la destrucción de monumentos, que recuerda otro tanto al trabajo de Dizga Vertov, pero desde una perspectiva anti-colonial.
Lo último que pudo verse en la segunda sesión fue el trabajo del colectivo CEIS 8, quienes se encuentran trabajando en soporte fílmico y con proyecciones que se acercan a la performance, por la activación de varios proyectores al mismo tiempo. Una pantalla dividida en 5, con un montaje caleidoscópico que tenía algo de montaje sinfónico y progresivo, acerca esto a una instancia inmersiva y de alta densidad perceptual, donde las asociaciones entre distintos registros funcionan a modo del recorte sobre figuras de la protesta. Más cerca de algo instalativo, el trabajo parece un work in progress de algo más bien contundente.
Dejo fuera una serie de trabajos que me parecieron igualmente valiosos como Plaza Italia 22 (Frente fotográfico), Qué permanece (Colectivo ARDE), Conmemoración a Camilo Catrillanca (Colectivo Frente Audiovisual), Existo y espero (Kolectiva Cigarras), No es sequía es saqueo (Ana Holmm), Consejos para contrainformar sin sapear (Colectivo Perro Láser), entre otros, que abordan distintos aspectos como la lucha de los pueblos originarios, la privatización del agua e, incluso, cómo se vive la protesta desde una cárcel de mujeres.