Informe XXII FIDOCS (4): Lo cíclico de la(s) historia(s)
Un cine que no se deje dominar, que genere tensión y que se adentre en el territorio de lo incierto es uno por el que apuesta el Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS) en palabras de su director, el cineasta Carlos Flores, que en su edición XXII tuvo presente el espíritu indómito del nuevo cine latinoamericano de los sesenta en la figura de quien fuera uno de sus precursores, el argentino Fernando Birri, protagonista del documental Ata tu arado a una estrella de la directora y antropóloga trasandina Carmen Guarini.
Apenas unos meses antes de que muriera, a los 92 años, en diciembre del año pasado, Birri conversó en Roma con quien fuera su alumna en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de Los Baños en Cuba y le dijo que él prácticamente ya no existía más desde hacía cinco años, que vivía con falsas proyecciones y que le alegraba que ella creyera que él estaba ahí.
Veinte años antes, Carmen Guarini lo había acompañado en su recorrido por Latinoamérica siguiendo los pasos del Che Guevara en 1997 (a 30 años de su muerte), buscando en los lugares que recorrió el líder revolucionario el significado de la Utopía, que, tal como dijo Birri en su célebre respuesta a estudiantes que hizo popular el poema de Eduardo Galeano, se aleja a medida que caminamos, pero es lo que nos hace caminar.
El documental estuvo 18 años esperando que su directora lo retomara y ella lo hizo justo a tiempo para retratar dos momentos de la vida de quien fuera uno de los máximos exponentes del cine social y de los primeros latinoamericanos en estudiar en el Centro Sperimentale di Cinematografía de Roma, para el que escribió en su postulación que estaba de acuerdo con el cine italiano de post guerra e interesado en seguir de cerca ese movimiento.
La influencia del neorrealismo italiano, particularmente de Vittorio de Sica y Roberto Rossellini, quedaría de manifiesto en su dirección de la obra colectiva de sus alumnos de la Escuela Documental de Santa Fe que él fundó, que fue considerada la primera encuesta social filmada, el conmovedor cortometraje Tire dié de 1960 (disponible en youtube), que retrata de manera descarnada la miseria de una barriada de Santa Fe, su ciudad natal. “Estamos dispuestos a trabajar, siempre que no sea para explotarnos” o “nosotros que construimos los más grandes edificios de la ciudad, no podemos ni siquiera levantar un rancho” son algunas de las frases que expresan los pobladores, dobladas por voces en off que ponen en evidencia el artificio de la representación y el espacio entre su posición subalterna en la sociedad y una cultura excluyente. En Los inundados (1962), basada en un cuento homónimo de Mateo Booz, la escena inicial de un hombre que despierta y al bajarse de su cama queda con el agua hasta las rodillas porque se ha desbordado el río, tiene la potencia dramática del cine social de los sesenta que el Festival de Cine de Venecia premió como la Mejor Ópera Prima en 1962.
En Ata tu arado a una estrella, la cercanía de maestro y alumna permite a la cámara de Guarini convertirse en una presencia que observa sin incomodar los diálogos entre Birri y personajes de la talla de Ernesto Sábato, que considera que no tiene ningún sentido vivir si no hay utopías, o Eduardo Galeano, que reconoce que el derecho a soñar es el más importante y el que le da de beber a todos los demás derechos.
Ese lugar en ninguna parte (la utopía) por el que trabajó en vida para que estuviera en alguna parte, fue invocado por Birri al fundar la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de Los Baños en Cuba, junto al Nobel Gabriel García Márquez, donde le deseó larga vida a la “utopía del ojo y de la oreja”. Pintor, poeta y titiritero antes de ser cineasta, Birri se inspiró en la novela corta de Thomas Mann Las cabezas trocadas para realizar Org en 1979 (también disponible en youtube, aunque con una versión bastante reducida) la más desenfrenada experimentación visual en un montaje frenético, hipnótico y delirante que da rienda suelta a dicha utopía, que estuvo perdida luego de estrenarse en el Festival de Venecia y cuya única copia -afortunadamente- fue luego donada al cineclub berlinés Arsenal (y que tuvimos la suerte de ver en junio de este año en una función especial organizada por Nexo Cinema en la sala de Cine UC).
Su compromiso social y revolucionario lo obligó a exiliarse cuando los militares derrocaron al Presidente argentino Arturo Frondizi en 1962 y refugiarse en Brasil, país del cual debió salir dos años más tarde para radicarse en Italia, esta vez por un golpe de Estado al Presidente João Goulart. Una ola de quiebres democráticos cubría Latinoamérica, que “el utópico andante” enfrentó desde la rebelión de la cámara y reivindicando el derecho a soñar y al delirio.
Los nuevos golpes
En los tiempos de Birri, los regímenes democráticos eran arrasados por golpes de estado apoyados por el poderío militar de las armas, mientras en la actualidad las democracias van muriendo de la mano del populismo, el debilitamiento de las instituciones y los “golpes blancos”, al punto de que en el Brasil actual el propio voto popular ha puesto en el poder a un personaje fascista, homofóbico, racista y misógino. Por eso no resulta fácil ver el documental brasileño O processo que fue parte de la parrilla de FIDOCS, no sólo porque sabemos de antemano del golpe de Estado institucional en que derivó el proceso de impeachment o juicio político que impulsó el entonces Presidente de la Cámara, el corrupto diputado federal Eduardo Cunha, contra la Presidenta Dilma Rousseff en represalia porque el Partido de los Trabajadores (PT) no lo apoyó para presidir el Comité de Ética (?).
Sobre todo es muy doloroso e inquietante porque el proceso de destitución que documenta la directora Maria Augusta Ramos en 2016 desde el seguimiento persistente, sistemático y en una cercanía privilegiada a senadores y senadoras del PT, sus comisiones, reuniones y discursos de defensa a Rousseff, terminaría siendo el germen de un proceso de descomposición que redundaría en la elección popular del fascista, fanático religioso y ex militar, Jair Bolsonaro, como Presidente de Brasil. De hecho, en las imágenes de senadores que votaron sí al empeachment aparece el mismo Bolsonaro diciendo un discurso demasiado parecido al que pronunció al triunfar en la elección presidencial en octubre pasado, poniendo “a la Patria y a Dios ante todo”.
O Processo (El juicio) es un documento fundamental sobre la historia reciente de Brasil, que en dos horas veinte (que no se hacen pesadas, sino intensas y adrenalínicas) entrega herramientas para entender cómo los propios mecanismos institucionales pueden convertirse en herramientas del establishment para derrocar a una Presidenta (reelegida por amplio respaldo popular) por firmar tres decretos que autorizaban un presupuesto adicional, cuestión que de ilegal no tiene nada, e instalar en su lugar a un corrupto como Michel Temer, que cuenta con apenas el 3% de adhesión popular y enfrenta causas judiciales por soborno, corrupción y financiamiento ilegal de campañas electorales. La figura de una diputada de la bancada evangélica que incluso llega a las lágrimas en la intensidad de su discurso contra Dilma y Lula, muestra de manera muy gráfica en el documental el fanatismo religioso e intolerancia que vive hoy Brasil y el poder de un movimiento político con preocupantes elementos teocráticos.
Algunas semanas antes de la exhibición de O Processo, en la 51° edición del Festival Internacional de Cine de Viña del Mar la directora brasileña de gran trayectoria (con 13 filmes a su haber), Lúcia Murat, presentaba Plaza Paris (2017) ante el público diciendo que se trataba de una película sobre el miedo -temor al otro, a los afrodescendientes, a los pobres- y que representaba el complejo momento político que se vivía en Brasil. La ficción (inspirada en la realidad social brasileña) trata sobre Gloria, una mujer afrodescendiente de las favelas de Río de Janeiro que está haciendo una terapia psicológica con una terapeuta portuguesa que a lo largo del tratamiento va comenzando a sentir miedo de ella: de la violencia en la que vive, de su hermano que desde la cárcel organiza tiroteos y venganzas entre bandas rivales y que ya sabe de su existencia, de lo diferente que es de ella. Dos semanas después de esa presentación, Jair Bolsonaro se hacía de la presidencia de un país controlado por el miedo, las altas tasas de homicidios y por una corrupción transversal del sistema político.
Las imágenes pueden decir mucho sobre una época, pero la falta de ellas puede hablar también con propiedad sobre un período como la dictadura, donde la censura, las restricciones a la libertad de expresión y de movimiento nos despojaron de registros que con los años pudieron constituirse en archivos históricos. En el documental Hoy y no mañana, exhibido en FIDOCS y que obtuvo la distinción de derechos humanos otorgada por el INDH, su directora Josefina Morandé construye un documento fílmico sobre la resistencia feminista a la dictadura de Pinochet, desde la recuperación de grabaciones de las acciones políticas, urbanas y culturales del Movimiento de Mujeres por la Vida. Y también desde la ausencia de imágenes que fueron requisadas por los agentes del Estado, por lo que debió reconstruir pasajes sobre las intervenciones culturales callejeras y en lugares públicos a partir de animaciones y gráficas. Como en la acción realizada en el Estadio Nacional en que muchas mujeres se pusieron de acuerdo para llevar partes de una pancarta que decía “No +” y una vez descubiertas la policía les quitó los rollos fotográficos (soporte que se usaba entonces), instalando la reflexión por la censura y las restricciones a la libertad de expresión.
El Movimiento de Mujeres por la Vida estuvo constituido transversalmente por mujeres militantes, desde la Democracia Cristiana hasta el MIR, que supieron superar sus diferencias políticas para hacer frente a la represión desde la unidad del género en los ochenta. Josefina Morandé tuvo acceso a los archivos que dan cuenta de intervenciones culturales novedosas para su tiempo y precursoras de las que se realizan hoy, como cuando disfrazaron a un cerdo de dictador, lo llevaron al Paseo Ahumada, escapó varias cuadras y fue “detenido” por carabineros o cuando lanzaron pelotas desde los edificios con la leyenda “patee al dictador” y la gente, sin entender mucho, aceptó la invitación y les dio sus puntetes. La directora además recogió testimonios actuales de mujeres que fueron parte del movimiento, tales como la nonagenaria y lúcida escritora Mónica Echeverría, la fotógrafa Kena Lorenzini, la psiquiatra Fanny Pollarollo o la viuda de José Manuel Parada, Estela Ortiz, y su emotiva y célebre confrontación con carabineros.
Otra realizadora que aborda el autoritarismo y el exilio, pero desde un punto de vista personal e íntimo, es la chilena avecindada en Francia, Pamela Varela, en su documental Y después, en que emprende una búsqueda de la identidad chilena acompañando hasta Toronto a compatriotas que viven en el exterior y son participantes de un campeonato mundial de cueca, danza que en la pugna cultural en su imaginario había sido arrebatado por la dictadura y la tradición conservadora.
Por su parte, la directora argentina Lola Arias hizo en el documental Teatro de guerra un teatral ejercicio sobre la Guerra de las Malvinas, donde confronta a veteranos de guerra británicos y argentinos, que se relacionan primero desde la desconfianza de haber sido enemigos y luego (en algunos casos) van generando vínculos a partir de la recreación de escenas de guerra que vivieron 36 años antes. Como en un juego de rol, este documental usa el cuerpo como soporte terapéutico, a partir de la reproducción de posturas, movimientos y discursos, como si los ex militares estuvieran en la guerra, justamente para revisar su rol en ella y confrontarla.
Mujeres y documentales
La edición número XXII de FIDOCS tuvo más directoras compitiendo en sus distintas categorías que en ediciones anteriores, las que abordaron diversas temáticas -la mayoría políticas- desde un género como es el documental, que es el que ellas más desarrollan cuando hacen cine. Cuestión que la joven realizadora y promesa del cine portugués que vino a Chile durante el festival, Salomé Lamas (que tuvo un foco de su obra en FIDOCS), considera que se debe a las diferencias de presupuestos (más bajos para la no ficción y los cortometrajes), por lo que aboga por un balance para alcanzar la igualdad de género en la industria cinematográfica.
A Salomé Lamas le interesa filmar en lugares límites, que son tierra de nadie, donde se expresan los extremos de la humanidad, los ángeles y los demonios; tanto que en La Rinconada en Perú debió grabar con guardias que la seguían por lo peligroso del lugar. Pero ella considera que en esos lugares hay algo mágico, como en esa localidad minera a 5.000 metros de altura en Los Andes peruanos, que Lamas documentó en El dorado XXI, que debe su nombre a la descomposición de las sociedades tras la búsqueda del sueño del oro, que también ocurre en el siglo actual. El documental incluye un plano fijo de casi media hora en la entrada de una mina oscura, donde el único movimiento está dado por el paso de mineros, comerciantes y pallaqueras (mujeres mineras que seleccionan manualmente el oro) y por el sonido de voces en off que relatan experiencias del trabajo en minería artesanal, contactos telefónicos en radios comunitarias o jingles de campañas políticas. En Extinción, Lamas se mete en la lógica de las fronteras donde aborda la realidad de un país como Transnistria, un Estado no reconocido por la comunidad internacional que se independizó en la década del noventa de la antigua República Socialista Soviética de Moldavia, acompañando a Kolya, de 25, años por el paso por distintos límites fronterizos, donde se enfrentará el estigma de tener una nacionalidad de un país que para la comunidad internacional no existe como tal, donde Rusia prefiere no intervenir para favorecerse de esa “tierra de nadie”, donde debió grabar el audio en secreto mientras la policía les pedía visas para cruzar y donde la burocracia es lo que, definitivamente, no está en extinción.