Informe XVII Sanfic (2): De revoluciones y sus contradicciones
El presente informe de la 17° edición del Sanfic repasa algunos films de la Competencia Internacional: los galardonados As I Want, Bosco, Exile y Criptozoo, y también la película francesa Spring Blossom; así como dos títulos de la Competencia Nacional: La nave del olvido (ganadora Mejor Dirección) y Gran Avenida. Además se revisa Queridos camaradas, del ya octogenario director ruso Andrei Konchalovsky.
Treinta años debieron pasar hasta la caída de la ex Unión Soviética para que el gobierno ruso investigara la masacre del distrito de Novocherkassk en 1962, matanza invisibilizada y borrada de la historia oficial donde fueron asesinados una treintena de manifestantes que se oponían al alza del precio de alimentos decretada por el Comité Central del Partido Comunista durante el gobierno de Nikita Kruschev y a la reducción de sus salarios a un tercio en la fábrica en que trabajaban.
En estos hechos reales se basa la ficción ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia 2020 y parte de la lista de candidatas a Mejor Película Extranjera en representación de Rusia, Queridos camaradas, del octogenario director ruso Andrei Konchalovsky, que fue estrenada en Chile en la 17° edición del Santiago Festival Internacional de Cine (Sanfic). El director de una larga y a todas flexible carrera, que fue guionista del mítico Andrei Tarkovski tanto como director de películas de acción de Hollywood, sitúa en ese pasaje oscuro de la URSS a la protagonista, la camarada integrante del Comité Regional del Partido Comunista, Ludmila Syomina, que se enfrenta a un complejo dilema.
La disciplinada dirigenta se debate entre seguir apoyando al sistema burócratico del cual es obcecadamente parte y que le genera privilegios (como el acceso a alimentos cuando hay rumores de escasez y de una futura hambruna) y la crítica a la represión que ella misma alentó ante los enviados de Moscú al exigir que no hubiera perdón contra quienes desafiaran las leyes socialistas al movilizarse, cuando es su propia hija la que desaparece tras organizarse y participar en la revuelta.
Los dispositivos de la escalofriante represión rusa son expuestos por Konchalovsky como parte de una estrategia que suele repetirse hasta el cansancio por los gobiernos autoritarios durante las crisis: el culpar a entes extranjeros de instigar a los obreros en las manifestaciones (la CÍA o el programa radial "La voz de América" serían los incitadores externos); el denostar y tejer una leyenda negra sobre los manifestantes ("un tercio de las vacantes de la fábrica fueron llenadas por ex-convictos"); el bloquear las comunicaciones para impedir que la información de lo ocurrido en Novocherkassk fuera conocido en el resto del país. También está el triunfo político de los dirigentes que impulsan el uso de la fuerza contra los manifestantes (halcones), sobre los que buscan impedirlo porque son conscientes de los costos en vidas humanas (palomas).
El rol del Ejército que va al choque de los huelguistas, al que la autoridad política le entrega municiones a pesar de que la Constitución le impide disparar contra su propio pueblo, es otra arista abordada por el director, que tampoco escabulle la tensión entre los militares y de la KGB, siendo este último el más probable causante de las muertes de manifestantes con francotiradores situados en las azoteas. Konchalovsky, además, se adentra en las fricciones entre los seguidores de Lenin y los de Stalin, posicionando a Ludmila como nostálgica de este último dictador, y deslizando su propia posición pro-soviética.
Haciendo gala de una rigurosa fotografía en blanco y negro y un académico formato cuadrado, los burócratas son expuestos en alineaciones estáticas y frías, mientras el pueblo y la masa trabajadora se extienden exigiendo ni más ni menos que su derecho a alimentarse y a tener un salario digno, en un sistema donde ése debía ser un objetivo revolucionario.
Los aires revolucionarios también están presentes en As I Want, de la realizadora Samaher Alqadi (ganadora de la Mejor Película de la Competencia Internacional de Sanfic), pero soplando en Egipto y desde el punto de vista de las mujeres que salieron a las calles denunciando los ataques sexuales que sufrieron en el segundo aniversario de la revolución que en 2013 derrocó al dictador Hosni Mubarack. Lejos de terminar, el autoritarismo continuó con el gobierno de los Hermanos musulmanes y el pueblo se volcó a la Plaza Tahrir para denunciar la corrupción. Mientras, un grupo de mujeres eran agredidas sexualmente y posteriormente denigradas por la policía militar que las instaba a hacerse una “prueba de virginidad”, lo que en un inquietante video se representa en un círculo rojo que las identifica a lo lejos en medio de una multitud desaforada de hombres agresores.
Tomando su cámara como medida de protección, la directora documenta por años las distintas etapas de la revolución y enfrenta en la calle a los hombres que la cuestionan por usar un vestido corto y no cubrir su cabello, a los que aseguran que el nacimiento de una mujer es una deshonra para una familia o escucha el testimonio de niñas que aseguran que un hombre se puede divorciar si una mujer hace ruido en público. Algadi vincula el proceso que vive su país con su recorrido personal de reivindicaciones, dirigiéndose en su voz en off a su madre que murió sin conocer ninguno de sus derechos. En tiempos de involución humana en Afganistán y de negación de los derechos fundamentales de las mujeres y las niñas, As I Want impacta por la crudeza de una sociedad que sigue tratando como ciudadanas de segundo orden a la mitad de su población, las mujeres.
En Spring Blossom (16 primaveras, su título en español) es también la mirada de una mujer realizadora -la jovencísima directora y actriz francesa Suzanne Lindon (21 años)- un punto de vista que hace la diferencia al narrar una historia de amor de una adolescente con un hombre adulto. Que esta ópera prima haya sido dirigida y, a la vez, protagonizada por una mujer, la distancia inicialmente del conflicto evidente que podría suscitar una relación afectiva con veinte años de diferencia, para situarla en la esfera de la nostalgia por la vieja forma de vincularse entre dos personas, sin celulares que fuercen la inmediatez o la comunicación con likes o emojis. Hay tiempo para mirar de lejos buscando la mirada del otro, pasearse frente al teatro donde él trabaja como actor esperando encontrarlo casualmente, tomar limonada y granadina (sin alcohol de por medio para bajar la guardia), tomarse las manos y bailar un lento con los ojos cerrados.
Es la chica de 16 años la que busca al hombre de 35 que vio por primera vez en la calle y no al revés, desprejuiciada y libre de convenciones sociales. Es la mirada de ella sobre una etapa de descubrimiento y no la de un él, que podría haber impuesto una jerarquía o abuso de poder. Que, además, el guión fuese escrito por la misma directora como si fuera un diario de vida cuando tenía 15 años y sentía una suerte de melancolía que no era capaz de explicar en aquella época, le da a este drama romántico de breve duración (70 minutos) una levedad y fluidez que proviene del conocimiento directo y cercano de esa etapa de la vida. No hay besos apasionados ni escenas de sexo que pudieran inducir a estereotipos machistas o fantasías de la mujer joven y el hombre mayor. Hay, en cambio, bellas secuencias coreográficas en que los cuerpos expresan su vínculo embelesados por una ópera, donde surge la luminosidad y los colores como los de la flor de primavera a la que alude la temprana edad del título de la película.
Otra joven directora que le impregna un sello a su mirada -en este caso, documental- es la uruguaya Alicia Cano en Bosco (Mención especial de la Competencia Internacional en Sanfic), que realiza un seguimiento por trece años al pueblo de los antepasados de su abuelo en Italia. Cano viaja en innumerables ocasiones al Bosco hasta adentrarse en las sencillas historias de los residentes de las únicas 12 casas que continúan habitadas, construyendo un sensible retrato de la vejez, sus propias raíces familiares, la memoria y la migración de sus ancestros de Europa a Uruguay. Es desde el país sudamericano que el abuelo rememora anhelos y recuerdos formados a partir de los relatos que seguramente los adultos le contaron de niño, aunque él nunca haya podido ir al Bosco. Uno de los momentos más emotivos del documental es cuando sus abuelos deben abandonar su propia vivienda para irse a vivir con su hija, ya incapaces de arreglárselas autónomamente.
Con el premio a la Mejor Dirección de la Competencia Internacional en Sanfic, Exile, del director kosovar radicado en Alemania, Visar Morina, entra en el terreno de la discriminación de los germanos a los extranjeros, desde las microagresiones que sufre en su trabajo supuestamente por razones de nacionalidad, un ingeniero químico albano-kosovar que está casado con una doctora alemana y goza de un buen estándar de vida. ¿Vienes de Croacia?, le preguntan con frecuencia, confundiendo su lugar de origen. Es habitual que deba repetir su nombre y su apellido cuando se presenta y son varias las ocasiones en que un compañero de trabajo que él supone racista, lo ha dejado fuera de las listas de correos, excluyéndolo de reuniones y perjudicando su trabajo. El acoso encuentra su momento cúlmine cuando desconocidos arrojan ratas muertas a su vivienda, dando cuenta de que conocen su fobia a los roedores y saben dónde vive y trabaja, así como el incendio del coche de su pequeño hijo frente a la puerta de su casa. Sin embargo, a poco andar se irán descubriendo razones diferentes a la discriminación que explican la persecución que sufre y que tienen más que ver con sus propias decisiones de vida.
También reconocido con una Mención especial en la Competencia Internacional de Sanfic, resultó la animación del director estadounidense Dash Shaw, que construye en Cryptozoo un alucinante universo compuesto por animales mitológicos provenientes de las tradiciones polaca, rusa o japonesa. La veterinaria Lauren creció en una base militar y de pequeña recibió el apoyo de la más poderosa de los críptidos (animales ocultos cuya existencia no está comprobada): la baku Mariko, que se alimenta de las pesadillas, liberando a quien las sueña y permitiéndole dormir. Desde entonces protege a los críptidos de los cazadores furtivos y del ejército norteamericano, que a fines de los sesenta (tiempo en que está situada la película) busca que la baku neutralice los sueños de los grupos contraculturales que cuestionan la guerra de Vietnam y aspiran a tomarse el Capitolio. Lauren, su jefa Joan y su ayudante la gorgona Phoebe, buscan rescatar a los animales y llevarlos al zoológico Cryptozoo, un lugar seguro donde los excluidos y diferentes sean bienvenidos. Creada con diversidad de estilos y técnicas (como acuarelas o dibujos a mano en hojas de papel de 8.5 x 11 cm con un bolígrafo grueso) y voces en tono natural y no de "monos animados" que dan el elemento humano a los dibujos, Cryptozoo se erige como una fábula sobre la diversidad y la tolerancia, en que los extraños animales -los diferentes- puedan sentirse seguros en cualquier parte de mundo y no sólo en un zoológico protegido.
Por otra parte, en la película chilena La nave del olvido, de la novísima directora Nicol Ruiz -que resultó ganadora del premio a la Mejor Dirección en la Competencia Nacional de Sanfic-, Claudina es una mujer ya mayor que ha vivido una vida entera cumpliendo un rol tradicional en su familia, hasta que la pérdida de su marido le permite volver a mirarse a sí misma, replantearse en sus afectos al conocer a su nueva vecina y conquistar su libertad personal. Interpretada por la legendaria actriz Rosa Ramírez (La Negra Ester), Claudina deberá enfrentar los prejuicios de su propia hija que la acoge en su casa y los de la comunidad provinciana de Lautaro, desde donde de chiquitita siempre quería que algo la sacara de ahí. La joven directora Nicol Ruiz escoge la localidad sureña donde ella nació para narrar una historia de liberación y autodescubrimiento que traspasa las barreras de la edad. Con la aparición de luces cegadoras en el cielo se agrega un elemento fantástico a esta ópera prima de ficción, que se combina con el colorido y el magnetismo de un lugar secreto para ser quien se es en toda su diversidad.
Las frustraciones, inseguridades y anhelos postergados de vecinos de estratos medios de la ficción chilena Gran Avenida dan forma a la película de Moisés Sepúlveda, que despliega con naturalidad las vidas de personajes que se ven impedidos de desarrollarse en plenitud, agobiados por la presión social, el peso de la rutina o los apremios del capitalismo. Al punto de que la dentista Josefina, que sueña con vivir en Brasil, no es capaz de decirle a su marido que no quiere tener hijos y éste está tan obsesionado con sacar adelante su microempresa, el éxito y por tener una familia como el estereotipo lo indica, que probablemente no sería capaz de entenderlo. Machista, desconfiado y agresivo, Camilo protagonizará una tensa situación con Ronald -un compañero de colegio de su esposa que es un oficinista separado y que tendrá que distanciarse de su hija-, con el que descargará toda su prepotencia propia de la sociedad de mercado en que los personajes habitan.