Informe XIV Sanfic (2): La humanidad en los márgenes

Dos de las mejores películas que tuvieron su estreno nacional en la 14° edición del Santiago Festival Internacional de Cine (SANFIC) presentan el fenómeno de la delincuencia de una manera humanizadora y sensible, subvirtiendo el estereotipo tradicional que ha poblado el cine por una construcción de personajes delictivos con matices, más comprensiva con otras razones que llevan a romper las reglas que las sociedades convencionalmente se han dado, y que conmueve en el ámbito de los afectos, en medio de la ilegalidad y la aparente contradicción entre quienes traspasan los límites y sus más profundas y loables motivaciones.

La primera de ellas es El motoarrebatador (Agustín Toscano, Argentina), que resultó ganadora de la Competencia Internacional de este año y sorprende con relaciones que se vuelven afectivas entre víctima y victimario. Montado en una motocicleta a toda velocidad, el “motochorro” Miguel y su socio le arrebatan su cartera a una mujer de la tercera edad, arrastrándola varios metros y dejándola inconsciente en el suelo. La curiosidad y la culpa impulsan a Miguel a seguir su pista en el hospital y, al enterarse de que ha perdido la memoria tras el incidente, teje una historia para acercarse a ella y convencerla de que le arrendaba una pieza en su casa y allí se instala a vivir. Ya dada de alta, Elena vuelve a su hogar, donde Miguel la recibe y, paradojalmente, se hace cargo de los cuidados de las heridas que el mismo le propinó, como si fuera su familiar. Miguel se asegura un lugar para dormir, al cual también integra a su pequeño hijo que lo visita dos veces a la semana, y Elena cuenta con una persona que la ayuda hasta para ir al  baño. Sin que ella sepa que quien es su salvador fue también su agresor, se va forjando entre ambos una relación de apoyo y cariño, mientras en las calles de Tucumán los chorros saquean tiendas y se llevan desde juguetes hasta electrodomésticos, casi como un acto de recuperación de lo que nunca fue suyo.

La segunda película fue uno de los platos fuertes de este año en Sanfic, que apenas hace un par de meses se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes: Shoplifters (Ladrones de tiendas) de Hirokazu Koreeda (Japón), acerca de un grupo familiar formado sobre la base de relaciones afectivas en vez de sanguíneas, porque “a veces es mejor elegir tu propia familia”. Lo que parece un matrimonio y sus hijos viven en condiciones de gran hacinamiento en la casa de la abuela, donde reciben a una pequeña niña maltratada por sus padres que encuentran sola en la calle una fría noche. Aunque todos trabajan, tienen la costumbre familiar de robar baratijas y comida (la acción que más repiten es comer) y les enseñan a los “hijos” que lo que está en la tienda no es de nadie aún y que los niños que van al colegio son los que no pueden aprender en casa (y no al revés). Junto con la familia, el trabajo es otro tópico presente en este filme, en su escasez y precarización, reflejado en modalidades como “el día compartido”: como la fábrica no puede pagarles a todos, algunos entran más tarde a trabajar para que sólo les paguen medio día. Trabajar y, sin embargo, seguir siendo pobres.  

shoplifters

En el caso de El ángel de Luis Ortega (Argentina), Carlitos de 17 años tampoco es un delincuente convencional, es un “ladrón de nacimiento” que no cree en que haya cosas de unos y de otros. Su atractivo físico, su juventud y la frialdad de sus asaltos y crímenes lo hicieron merecedor del apodo “el ángel de la muerte” que le dio la prensa. Se trata de una película basada en una historia real de la década de los setenta que conmovió a la Argentina.

En el otro extremo del arco, otra película argentina, Muere, monstruo, muere de Alejandro Fadel lleva al espectador por el espanto de los degollamientos de mujeres, en una historia que mezcla el horror de los asesinatos, lo fantástico de un supuesto monstruo que ejecuta los crímenes, la locura de uno de los sospechosos que escucha voces en su cabeza y que lo obligan a actuar violentamente, en una gélida cordillera de Los Andes en la Mendoza rural.

Ciro Guerra y Cristina Gallego nos llevan con Pájaros de verano a la zona de la Guajira colombiana en los setenta, cuando una familia indígena wayúu se mete en el negocio de la droga durante la “bonanza marimbera”, tensionando a su comunidad étnica al trasgredir sus valores ancestrales y desatar una guerra entre familias que eran aliadas y transformarse en enemigas.

Otra forma de violencia es la que vive Leo, un atractivo joven que ejerce el comercio sexual y vive en la calles o en casas okupas, que trata a sus clientes con cariño (incluso los besa), que no le interesa tener un celular porque no tendría a quién llamar y que responde “¿para qué?” cuando una doctora le propone un tratamiento para dejar las drogas. Tiene ataques de asma que dificultan su performance sexual, sufre golpizas, apremios ilegítimos y humillaciones de clientes que no le pagan, el hombre del que está enamorado lo deja por un ricachón y le aconseja que encuentre un viejo que lo mantenga, porque es “lo mejor (o el único camino posible) para personas como nosotros”. Pero el protagonista de Sauvage (Camille Vidal-Naquete, Francia) es un espíritu libre que se resiste a que le pongan límites y prefiere vivir y mantener su naturaleza en estado salvaje.

 

Revoluciones y amores

dovlatov

La crisis política que vive por estos días Honduras hace atrayente este documental de una hija de padres revolucionarios, Gloria, que sin embargo no se refiere a la situación actual del país, sino a los procesos que vivió el último reducto de la Guerra Fría desde la dictadura de Somoza (1936) hasta su derrocamiento por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (1979) y la guerra civil entre sandinistas y contras, desde el sufrimiento de una hija que fue postergada por la revolución en Heredera del viento de Gloria Carrión Fonseca. El testimonio de la joven realizadora que entrevista a sus padres, recuerda al documental El edificio de los chilenos de Macarena Aguiló con el caso de los hijos de padres del MIR en Cuba, con la salvedad de que en la película nicaragüense no es la comprensión del proceso histórico, sino el dolor del abandono el hilo conductor. “Sentía que la revolución competía conmigo por el amor de mis padres. Yo no quería padres superhéroes, yo quería padres, nada más”, dice Gloria en este valioso testimonio que aterriza un macroproceso con abundantes archivos históricos, en la vida de una niña marcada para siempre por la revolución, sin haber decidido participar en ella.

Otras herederas son Chela y Chiqui, una pareja de mujeres que ha estado junta desde hace 30 años y que enfrentan una crisis económica en que esta última va a parar a la cárcel por deudas, mientras tratan de vender lo que les queda de un pasado glorioso y de esconder su verdadera situación de precariedad, en la conservadora Paraguay. Las herederas de Marcelo Martinessi, una de las pocas representantes del cine paraguayo, llegó a ganar dos Osos de Plata: mejor actriz para Ana Brun y el Premio Alfred Bauer, destinada a las obras más innovadoras del certamen.

La Guerra Fría también es el escenario de la refinada y exquisita película en blanco y negro Cold War (Pawel Pawlikowski, Polonia), que transcurre entre la Polonia stalinista de los ’50, la entonces Yugoslavia, el París bohemio y Berlín, que de ciudad en ciudad y de década en década arrastra el amor intenso e imposible entre la cantante y bailarina Zula y el pianista Wiktor, que busca escapar del régimen polaco y sus restricciones a su quehacer artístico.

Dovlatov del director ruso Aleksey German Jr. está ambientada al otro lado de la entonces cortina de hierro y transmite, a través de una puesta en escena sombría y una fotografía saturada por la neblina y la nieve, la aflicción, el hastío y el abatimiento existencial del joven escritor prohibido -medio armenio, medio judío- Sergei Dovlatov, por el rechazo del régimen soviético a publicar su poesía en la entonces Leningrado (hoy San Petersburgo) de los setenta. Hijo del director de culto Aleksei German, autor de la magistral Hard to Be a God  (que en Chile pudimos ver en el Cine UC el 2016), German Jr. sigue la desolada vida de Dovlatov en el departamento compartido en el que vive con su madre y demasiadas personas más, en la bohemia con sus amigos artistas y escritores marginados por el totalitarismo soviético, y en las revistas y editoriales que le piden escribir algo “inteligente y optimista” (a los que él responde con textos irónicos y burlones) y donde los manuscritos de los autores que no cumplen con el estándar terminan como papel de reciclaje para niños. Dovlatov pertenece a un grupo que cree que su generación es la última capaz de salvar la literatura rusa y en la vida real su poesía estuvo vetada en la antigua Unión Soviética hasta la caída del muro de Berlín en 1989.

kkklan

Es en el Estados Unidos de los setentas que transcurre El infiltrado del KKKlan, donde “Hacer grande a América de nuevo” es una frase que se repite irónicamente en la última película de Spike Lee, thriller sobre el primer policía negro de Colorado Springs, Ron Stallworth, que hace un vínculo con los crímenes de odio y discriminación en el Estados Unidos actual con la matanza de Charlottesville (incluye impactantes imágenes de archivo) y la tibia condena del atentado por parte de Trump, que está omnipresente sin ser un personaje (“el pueblo jamás lo elegiría”, dice un incauto sobre un personaje, en abierta alusión al magnate y actual presidente). A sus 61 años el director afroamericano mantiene la energía reivindicativa y crítica de los inicios de su filmografía (Haz lo correcto, 1989), en un filme que combina magistralmente el género policial, el humor negro y la crítica política. Ron Stallworth comienza su carrera en la policía logrando pasar de los aburridos archivos a los que lo mandan como novato, a convencer a sus jefes de hacer una investigación sobre el grupo supremacista blanco Ku Klux Klan para detectar posibles atentados contra las personas de color. ¿Cómo es que un afroamericano logra infiltrarse en un grupo racista que pregona la supremacía blanca? Stallworth (John David Washington) se desdobla entre su voz, que a través del teléfono establece un vínculo con los líderes de la célula local del KKKlan, y su imagen, que será representada por su compañero judío y blanco Flip Zimmerman (Adam Driver). Un negro y un judío a la caza de quienes buscan cazarlos, en este filme basado en un caso real que fue ovacionado en Cannes y que, por su potencia, pertinencia y actualidad (a pesar de estar ambientada en los setenta), bien podría ser candidata al Oscar.

 

Propuestas nacionales

El director chileno radicado en Argentina, Che Sandoval, abandona el punto de vista masculino de sus anteriores producciones para centrarse con Dry Martina en una cantante bonaerense de capa caída y con problemas sexuales, que guiada por sus impulsos decide atravesar la cordillera siguiendo a un joven chileno, novio de una fan que dice ser su hermana, que la hará superar su crisis y adentrarse en relaciones de integración entre Chile y Argentina, en esta película de inteligente humor.

el tipo que se quebro las unas

En la película de Clasab! El tipo que se quebró las uñas (por querer agarrar un corazón dibujado en el pavimento) hay algo bastante particular (aunque tiene una similitud en su estilo con la uruguaya Los modernos, la que a su vez encuentra influencias en Woody Allen), además de su título especialmente largo. Registrada en blanco y negro y con un interesante y poético guión, esta ficción está protagonizada por una pareja en crisis que vive en la rutina y que luego de perder a su hija no logra repuntar, donde ella es una exitosa diseñadora y él un malhumorado taxista. “Se me olvidó hace cuántos ayeres me dijiste que lo ibas a arreglar mañana”, le reclama la esposa de esta desigual relación que empieza a experimentar cambios cuando el marido comienza una affaire con otra mujer, malinterpretándolo como el resurgimiento del interés de él por ella. Pero, en realidad, tal inclinación es hacia una excéntrica mujer que decidió rearmarse y comenzar una nueva vida haciendo lo que le gusta.

El fenómeno migratorio que vive nuestro país tiene apellido haitiano y Petit-Frère es el de Wilner, un migrante que trabaja en una bencinera, que escribe la Editorial Haitiana en Chile para informar a su comunidad, que en sus reuniones reclama que la falta de información hace que los humillen y que los hagan trabajar más duro que al resto. El documental Petit Frère de Roberto Collío y Rodrigo Robledo nos muestra la realidad de personas que han dejado su país en busca de una nueva vida y que, muchas veces, lo que han encontrado en el nuestro ha sido discriminación y violencia: como fue el caso del acuchillamiento de un trabajador haitiano en Lo Valledor, que algunos chilenos justifican porque “nos vienen a quitar la pega”.