Informe XII In-Edit Nescafé (1): Destinos vitales
Es un caso particular el éxito de In-Edit Nescafé en Chile, esto por dos razones:
1.- Se trata de un festival que ha crecido cuantitativa y cualitativamente, no sólo en la línea de programación y cantidad de películas sino en conexión con una audiencia fiel y en aumento que espera ansiosa -como si se tratara de conciertos- los documentales de sus artistas favoritos. In-Edit tiene claridad sobre su público, que va del general al muy especializado.
2.- Es una foto de un fenómeno in crescendo el del documental musical. Ahora, ¿cómo definir el documental musical? ¿Es una forma estable? Como documento, parece ser la de un re-descubrimiento de la historia reciente de la música popular, una apertura del canon, abierto a la exploración de un mundo de sonidos, historias biográficas, artistas perdidos y escenas vinculadas a ciudades. Pero por otro lado, es la idea misma de “documental musical” la que se encuentra en una zona de exploración abriéndose a géneros (biopics, documental histórico, registro de giras) y yendo más allá de ellos (cruces exploratorios entre la ficción, el clip, el footage y la experimentación visual), todo eso hace que la idea de un “documento musical” se encuentre en un momento saludable.
Tony Palmer
Aduciendo estos dos puntos, este año fue un festival de excelencia. Sumado a un año irregular de festivales de cine, la máquina de In-Edit se encuentra ajustada y clara en sus objetivos, sorprendiendo por la riqueza de la programación. Este año se contó con un invitado sólido, Tony Palmer, quien es él mismo un documento vivo de aquello que le tocó filmar: desde la escena rock de las décadas sesenta y setenta (particularmente su vínculo con Cream y John Lennon), a figuras como la soprano Maria Callas o el violinista Yehudi Menuhin, entre las más de 80 películas que ha realizado. La retrospectiva incluía dos de sus “must” ellos son All my Loving (1968) registro espontáneo de lo que estaba ocurriendo en ese momento en la psicodelia y parte de su serie histórica para la televisión, All you Need is Love (1976-1980). Particularmente interesantes son los capítulos Mighty Good: The Beatles y Sour Rock, que podríamos comprender como un “auge y caída” de la generación del sesenta. La primera en torno a The Beatles y la búsqueda musical, la idea de un “pop” en transformación que se acompañaba con Beach Boys y la escena beat inglesa, la rebeldía juvenil, etc. El capítulo Sour Rock empieza con Pink Floyd y sigue con el recital de Rolling Stones en Altamont donde los Hell´s angels acuchillan a alguien del público (documentado en el increíble Gimme Shelter de Albert Maysles, 1969), es algo así como un capítulo de una “resaca”, una resaca dolorosa que termina con la muerte de Hendrix y las consecuencias de la droga sobre toda una generación. Dentro del material de la retro de Palmer, destacó también The Space Movie (1979) un ejercicio footage por encargo de la Nasa para celebrar los 10 años del hombre a la luna, un viaje sensorial acompañado por la música de Mike “Tubular bells” Oldfield y archivos cinematográficos cedidos especialmente a Palmer. Interesante es también el inicio, donde Palmer hace un panorama de todos los fracasos previos de las naves espaciales, así como de la “competencia” entre la Unión Soviética y Estados Unidos en contexto de la guerra fría. Como en su documental sobre el rock de la década del sesenta, se trata de un filme que a la distancia abre el entusiasmo histórico de esa década. Desde otro ángulo, el seguimiento de Leonard Cohen en su gira europea registrado en Bird on a Wire (1972) se trata de un íntimo registro de aquello que ocurre en la escena y su trastienda, el cansancio de Cohen de tocar los mismos temas, así como el increíble fenómeno hipnótico de su poesía. Cohen en este período quería hacer de cada presentación algo único, alimentándose del feedback del público. Hay momentos de absoluta entrega emocional y es en el último recital de la gira donde el asunto crece: Cohen se larga a llorar y esto impide que pueda seguir tocando. Todo el grupo está afectado y toda la tensión está en si podrá volver a escena. Esto está registrado con tino por Palmer, dando cuenta de una emoción compartida, un poco incomprensible, que se pone en juego en las presentaciones de Cohen, una especie de fragilidad teñida de ternura y humor. Bueno, más detalles en la entrevista que pudimos tener con Palmer.
Entre Berlín y Australia
Dos documentales abordan el lugar de Berlín para la escena del punk y los distintos personajes y trayectos que se encontraron ahí en la década del ochenta. El primero es B-movie. Lust & Sound in West-Berlin 1979-1989 (Hoppe, Lange y Maeck, 2015), divertido documental con excelente footage, contado desde la perspectiva de Mark Reeder, un fan inglés que se va a Berlín buscando huellas de la electrónica y el krautrock alemán, encontrándose con una ciudad en ruinas y empezando a sacudirse de los eventos ocurridos en la década del setenta (particularmente el giro conservador y el lugar de la RAF en los acontecimientos políticos). Reeder estuvo “en todas” e incluso llegó a ser el enviado de la televisión inglesa para hacer reportajes sobre lo que estaba ocurriendo allá y tuvo también una banda new wave llamada Die Unbekannten. Hay un registro de bandas como Nena, Die totten Hosen, adquiriendo protagonismo particularmente Blitxa Bargeld y Einztursende Neu Bauten, maestros de la destrucción post-industrial, y el lugar que ocupó The Birthday Party y toda la camada australiana en la movida ochentera. De acuerdo al documental dedicado al guitarrista de Birthday, Rowland S. Howard, Autoluminiscent, el lugar de los australianos en Berlín fue crucial para la escena, ellos venían llegando decepcionados de una Inglaterra convertida al pop electrónico, y llegaron a la ciudad alemana en plena radicalidad musical, entre la base densa, la guitarra afilada de Howard y los alaridos poéticos de Nick Cave, con una estética que tomaba elementos del romanticismo decadente alemán y del expresionismo. Autoluminiscent (Lowenstein y Lynn-Maree, 2011), por su lado, es un gran documental. Clásico en su factura, recupera la historia de Howard desde la voz de sus amigos y ex parejas, cruzado por el talento musical y el encuentro con otros (desde Lydia Lunch a Nick Cave pasando por Nikki Sudden), en diversos proyectos (Boys next door, Birthday party, These inmortal souls, Crime and the city solution) en una búsqueda interrumpida por fracturas, depresiones y sobre todo adicciones, falleciendo hacia el año 2009. El homenaje póstumo a Howard hace brillar su talento musical como guitarrista -buscando un sonido que podía ir del blues cavernoso al chirrido post-punk- y compositor; autor de letras que pueden pasar de la autocompasión a la ironía, siempre destilando inteligencia y cultura literaria. Parece a ratos una carrera hacia lo esencial, lo que queda registrado en dos discos que le dieron muchas satisfacciones personales, Teenage stuff film (1999) y Pop crimes (2009). Difícil olvidar a Rowland.
Biopics
Dos biografías con buena investigación: Mr Dynamite. The rise of James Brown (Alex Gibney, 2014), como dice el título, responde a la pregunta ¿de dónde salió James Brown? Surgido desde el sur de Carolina, hijo de una familia pobre que prácticamente lo abandonó, la historia de Brown es excepcional como su música. Empieza cantando góspel en la calle y poco a poco empieza a moverse dentro de un circuito nocturno, hasta que en los ‘50 llega a las radios con su primer hit “Please, please, please”, cuya interpretación deslumbraba en fuerza, fruto de una esforzada escenificación teatral de ruego, que es la clave de entrada a la idea de “show man” que lo hace famoso. Con astucia, se transforma a sí mismo en una empresa musical, contratando a grupos de músicos a quienes explotaba hasta sacarles el mejor rendimiento. Pero claramente el show da la clave de entrada. Por un lado, el rito teatral (el ruego de “Please, please…”, el cierre habitual con capa de boxeador), y por otro, la energía musical y coreográfica. Un momento clave es 1964 y la película-concierto The T.A.M.I. Show, donde compartía escenario con Rolling Stones y Beach boys. Acá no solo era la primera vez que Brown tenía acceso a un público blanco a nivel masivo, sino que queda claro que en términos de actitud superaba a todas las otras presentaciones, esta secuencia puede verse aquí. El documental, por otro lado, indaga en dos cuestiones de importancia: la invención del funk, fruto de la mezcla del soul con improvisaciones jazzísticas, lo que usualmente se usaba como extensión o introducción de entreacto y donde Brown improvisaba y alentaba al público. El acierto era simplemente ¡grabar esas instancias! Por otro, el lado político: un personaje contradictorio que pasó del apoyo a las protestas del sesenta contra el racismo, apoyando la causa afroamericana, al que años después no le parece que la demanda de igualdad de derechos tendría contradicción alguna con el hecho que pudiese apoyar a Nixon, del que más tarde se decepcionará y componondrá esta canción («Payback»). El documental termina con el rescate rapero de los ochentas y noventas por parte de bandas como Public Enemy,
El segundo documental, Janis: Little Girl Blue (Amy Berg, 2015), es también una sólida investigación, que cruza las cartas familiares de Janis, archivos fotográficos, testimonios familiares y de amistades y registros de performances en vivo. Re-construye la historia de Janis desde la perspectiva personal y desde la búsqueda de identidad, ahondando en lo mal que lo pasó en la adolescencia con el bullying de sus compañeros de colegio (por no estar dentro de los moldes, por no ser “femenina”) y explicando parte importante de su vida desde el trauma adolescente y la búsqueda de aceptación, quizás en desmedro de lo artístico. El documental generó entusiasmo y se estrena en Alameda, aquí una crítica más extendida.
Picoteo
Breve: Salad days (Scott Crawford, 2014) esperado documental de la escena Hard Core de Washington DC, con buenas entrevistas y archivos, nos cuenta el origen desde una perspectiva muy cercana (Crawford sacaba fanzines y él mismo testimonia) aunque por lo mismo carente de distancia. No deja de ser un lujo el seguimiento que hace al sello Dischord, y las bandas Minor Threat, Bad Brains, Teen Idles, Rites of Spring, Fugazi, entre otras, que va desde el primer momento más punk hasta el llamado straight edge, llegando al llamado movimiento “emo” y, yendo hacia el final a la cristalización del fenómeno durante los noventa con varias bandas circulando en el llamado “boom alternativo” (Jawbox, entre ellas). Arcade Fire: the reflektor tapes es un producto de promoción del último disco de la banda, dirigido por Kahlil Joseph, dícese que documental experimental lleno de luces artificiales y una banda intentando ir más allá de sus límites, haciendo un vuelco del rock a la electrónica. Todo pareciera estar en su sitio: documental no lineal sobre una banda que descubre el carnaval y los ritmos haitianos, el concepto “hiper-medial” donde la performance visual y artística va más allá del puro sonido, la aceptación general del público. Más allá de esto, queda una sensación de inflación y delgadez discursiva, ¿trick or treat?
Quilapayún, más alla de la canción (Jorge Leiva, 2015) es el merecido ganador de la competencia nacional. Un documental sobre la mítica banda, su compromiso con la UP, el exilio y la sobrevivencia a lo largo de los años conformando una familia donde padres e hijos comparten en el escenario. Una banda que decidió ser un monumento a la memoria social e histórica, siendo fieles a su pasado. El documental re-construye con archivos, testimonios y situaciones cotidianas por parte de los Quila, ahondando en su visión sobre el Chile actual, y cuenta con un montaje muy bien pensado, lleno de sugerencias y asociaciones. Es de esperar que pueda estrenarse en salas.