Informe VII Ficunam (2): Diálogos intempestivos
Mi primer Ficunam vino acompañado de un buen año para la sección chilena en el festival. Me refiero a la presencia de Casa Roshell (Camila Donoso) y Rey (Niles Atallah) en competencia nacional e internacional, respectivamente, así como la retrospectiva y lanzamiento de libro dedicado a Ignacio Agüero, cuya valoración y descubrimiento internacional se expande cada vez más. Diría, con certeza, que fue uno de los platos fuertes este año en el festival, cuyo programa acentuaba la veta más ensayística del director, a la luz, sobre todo, de la presencia de Sueños de hielo (1994), redescubrimiento de una pieza poco conocida del director que amplifica la libertad creativa de sus últimas obras, El otro día (2012) y Como me da la gana II (2016), esta última pronta a estrenarse en salas. Agüero hizo una interesante masterclass que puede verse aquí.
La crítica a debate
Personalmente, pude participar en el llamado “Foro de la crítica permanente” organizado por la Cátedra Bergman, un espacio ganado al interior de UNAM, con bastante poder de gestión y cuyo foro es uno de los espacios de debate más seriamente organizados en torno a la crítica, el que este año tenía por tema “Pasado e historia viva del cine”, ambas mesas moderadas por Roger Koza. En la sesión del día 23 de febrero participaron Michael Pattison (joven crítico inglés, dedicado a escribir en distintas revistas), Malena Souto (crítica e investigadora de cine argentina), Fernanda Solórzano (crítica mexicana con destacada presencia en medios) y un servidor. Los temas versaron sobre “la prepotencia del presente y la presencia del pasado”, a la luz de los comentarios, y desde distintas realidades y ejercicios, se contrastaron funciones y lugares de la crítica en relación a la demanda de cobertura (festivales y estrenos) y la falta de lugar de la historia del cine en la escritura crítica; se trataría de pensar como tensionar el “pasado como monumento” y agudizar la relación con la tradición, algunos de los temas que se debatieron largamente. El registro de la mesa puede verse aquí.
El segundo día, la mesa tuvo como tema “Escribir la historia del cine” y participaron Jorge Ayala Blanco (leyenda viva de la crítica mexicana), Mernhaz Saeed- Vafa (crítica y académica de origen iraní, relevante difusora del cine de su país) y Ella Bittencourt (programadora y crítica polaca, con residencia en Brasil y Estados Unidos), y versó más bien sobre la historia en el cine y la historia personal, desde dos modalidades. La primera la relación entre biografía e historia, desde la experiencia de ser críticos fuera de su país de origen, y su relación con sus cines nacionales como es el caso del cine iraní y polaco (tanto Ela como Mernhaz han dedicado gran parte de su trabajo al rescate y valoración de las historias locales del cine). Desde otro ángulo, Ayala Blanco comentó parte de su itinerario y relación con el cine mexicano a partir de la serie de libros que viene publicando desde la década del sesenta. Defensor de una crítica pasional y abiertamente personal, gran parte de la conversación fue tomada por él, donde me parece queda clara más bien su relación como crítico nacional y su relación con una valoración contingente y medio a contrapelo del cine mexicano. Todo ello describe, quizás, dos modelos de una escritura crítica e histórica del cine, desde una revisión de historias recientes y el de una consciencia de su actividad presencial de registro y valoración. La mesa puede verse aquí.
Rosemberg Filho, violencia e Historia
Yendo a las películas, mis primeros días se fueron a la siga de la retrospectiva del carioca Luiz Rosemberg Filho. Perteneciente a la generación de sesenta y setenta brasileños, su historia es llamativa: cineasta radical y experimental, en la línea expresiva y alegórica, absolutamente libre y desprejuiciado. Fue también un cineasta injustamente olvidado por la historia, una que lo tuvo filmando en los peores años de dictadura, la que lo censuró y boicoteó durante años, haciendo imposible su circulación internacional hasta hoy. Es, a su vez, alguien a quien la categoría de “cinema marginal” puede no serle del todo justa, aunque comparte con ellos cierta visceralidad, aunque tal perspectiva estaría más cerca de Andrea Tonacci, e incluso Glauber Rocha, que de Bressane o Sganzerla.
Sus películas son únicas, Jardin das espumas (1970) es una película en torno a la violencia y la historia, y tiene por protagonistas a jóvenes libertarios que se enfrentan a un poder obscuro y criminal; Imagens (1970) es un filme mudo que por esta vía alegoriza la censura que estaba viviendo su país, haciendo uso a su vez de una estética expresiva, fragmentaria y ensayística; Crónica de um industrial (1978) es una película donde sexualidad se combina con la lucha de clases, realizando una crítica a la nueva etapa corporativista en la economía brasilera desde una óptica pesimista. Luego de varios lustros donde Rosemberg Filho dedicó su tiempo a experimentar en cortometrajes, los últimos años lo han tenido de vuelta a las pistas. Una de sus últimos largometrajes, Guerra do Paraguay (2015), aborda la relación entre guerra e historia a partir un encuentro en un solitario paraje entre una actriz y un soldado de la guerra de Paraguay, donde un extenso diálogo va dando forma a una reflexión extemporánea, lo que luego vincula su director a la guerra contemporánea. De inspiración brechtiana, sigue siendo una obra que da cuenta de un itinerario coherente y preocupado por relacionar cine, violencia e Historia.
Íntimas escrituras
Dos películas parecían abordar las relaciones entre intimidad y escritura. A Quiet Passion es la última producción de Terence Davies, quien ha dedicado gran parte de su trabajo a vincular cine y literatura desde distintos acercamientos (adaptaciones, biografías, presencia del texto escrito y recitado). En este filme aborda la vida de la poeta Emily Dickinson, que a fines de 1800 se ve enfrentada a la moral, tanto eclesiástica como social, de la época. Desde aquí se perfila a lo largo de la vida su relación con la soledad y la entrega nocturna a la escritura de la poesía mientras es ignorada y rechazada por su entorno por su condición de género, especie de umbral biográfico que la propia Dickinson registra con rabia en su biografía. Terence Davies, trabaja aquí de manera acuciosa con los propios textos de Dickinson (cartas, poesías) y con el trabajo de interiores a través de una cámara que se mueve con cadencia y delicadeza, expresando así una emocionalidad contenida y dolorosa. Davies trabaja como clásico en una puesta en escena de control y manejo magistral de las elipsis temporales, concentrado en el drama interior de su personaje, sin resquemores al lugar común.
Otra pieza anacrónica es Correspondencias, de Rita Azevedo Gomes. Esta vez realiza un documental sobre la relación epistolar entre los escritores portugueses Jorge de Serna y Sophia de Mello Breyner Andresen a lo largo de casi 20 años (1957-1978). El filme sigue estos envíos, mientras registra la decepción y tristeza por parte de ambos del ambiente social y político de su país. Por su parte, Jorge de Serna se volverá un apátrida y vivirá el exilio entre Brasil y Estados Unidos, obteniendo tardíamente reconocimiento en su propio país. Azevedo Gomes registra el paso del tiempo y se centra en las ausencias de ambos, quienes nunca más se vuelven a ver en persona y es esa correspondencia- afectiva, sincera, llena de admiración mutua- lo único que queda de su relación. Se trata aquí, también, de la palabra filmada y hablada, lo que es registrado por vía de la lectura de las cartas de varios amigos notables de la cineasta entre ellos, Eva Truffaut, Pierre Léon, Luis Miguel Cintra, Mário Fernandes, Anna Leppänen. Junto con ello, hay material de archivo, registros fotográficos y recreaciones que constituyen la materia prima con la que compone Azevedo Gomes.
Fábula mística
Dos de los platos fuertes del festival eran, sin duda, O Ornitólogo (Joao Pedro Rodrígues) y Mimosas (Oliver Laxe). La primera estuvo considerada en varias listas de lo mejor del 2016 y es un viaje de transformación que puede pasar de la aventura al filme fantástico y la reflexión metafísica. En el argumento es el seguimiento de un ornitólogo que se pierde en la mitad de un paraje hasta desaparecer. Desde la segunda mitad de la película la trama se desdobla entre la fábula absurda y el simbolismo religioso, en una metáfora sobre la espiritualidad, la transformación y la resurrección que tiene como trastienda la referencia a la historia de San Antonio de Padua. ¿Onirismo espiritual? ¿Fábula homoerótica? Algunas de esas preguntas las responde el propio director en una entrevista que le realizamos.
Mimosas, por su parte, venía precedida de cierto mito a partir de otra pieza fílmica, de Ben Rivers, The Sky Trembles And The Earth Is Afraid And The Two Eyes Are Not Brothers (2015), la que registraba parte del proceso de filmación en el interior de Marruecos. El filme en cuestión es el seguimiento de una caravana que debe llevar a un fallecido sheik a ser enterrado con sus antepasados, a la que se integra un taxista entregado ciegamente en cuidar la misión. Entre el escepticismo y la creencia, Laxe filma el viaje de esta caravana con protagonismo del paisaje y el trabajo físico del propio recorrido, que es también una aventura semi western al interior del desierto, a la que deben entregarse el grupo de personajes. Es este ejercicio de sacrificio, humildad y entrega parte de aquello que está al centro del filme, en un mundo tan terrenal como espiritual. Todo ello es transmitido por una fotografía y encuadres de belleza y fuerza expresiva que creo es una de las cuestiones pregnantes e inolvidables del filme.
Ya cerrando este informe, no puedo terminarlo sin mencionar dos o tres cosas. La retrospectiva de la alemana Angela Schanelec: misteriosos filmes de personajes desolados en una Alemania contemporánea, de intimismo y densidad, que profesan el enigma del acontecimiento con finales abruptos e inesperados. Las películas de Schanelec buscan la iluminación profana en un mundo descreído, solitario y apesadumbrado, al menos por lo que pude ver en Orly (2009) y Marseille (2004). Por el contrario, Rester Vertical (2016), de Alain Guiraudie, aborda el universo de un cineasta homosexual al interior de la campiña francesa -entre la comedia negra y la fábula transgresora-, creando un equilibrio entre la ternura y la sordidez de forma única y genuina, profundizando los universos ficcionales insólitos de L´inconnu du lac (2013). Jugadísimo e interesante filme.
Por último, el rescate de El ladrillo y el espejo, clásico perdido del cine iraní dirigido en 1965 por Ebrahim Golestan, fue uno de mis momentos favoritos del festival. Un filme sorprendente que retrata a un Irán moderno, que puede pasar de la comedia al expresionismo, en la historia de un hombre que debe hacerse cargo de un bebé. Las disquisiciones éticas y la mirada atenta de Golestan a la idiosincrasia de los hombres de su país dan alguna idea de las raíces que pudo tener el cine de Kiarostämi, Maklhmalbaf, Panahi y otros.