Informe IV Frontera Sur (1): Luz en los trópicos: Apuntes de geografía
Luz en los trópicos, la última película de Paula Gaitán, parece un ensayo fílmico, un diario de viaje, una antología hecha con fragmentos de mitos de la creación y una revisión y confrontación de la literatura antropológica —algo así como una adaptación muy libre de Tristes Trópicos de Lévi-Strauss— pero en todas sus formas las imágenes de Gaitán siempre están orientadas, entre otras cosas, por la pregunta sobre la conformación de la identidad en dos territorios: América del Sur y América del Norte.
Luz en los trópicos, la última película de Paula Gaitán, parece un ensayo fílmico, un diario de viaje, una antología hecha con fragmentos de mitos de la creación y una revisión y confrontación de la literatura antropológica —algo así como una adaptación muy libre de Tristes Trópicos de Lévi-Strauss— pero en todas sus formas las imágenes de Gaitán siempre están orientadas, entre otras cosas, por la pregunta sobre la conformación de la identidad en dos territorios: América del Sur y América del Norte.
¿Cómo intentar delimitar en un texto escrito las búsquedas inabarcables que sugiere la película? En sus más de 4 horas de duración hay caminos que se abren en múltiples sentidos, líneas temporales paralelas, momentos suspendidos en el tiempo, confrontaciones entre opuestos: el norte y el sur, los indígenas y los colonos… Encuentro algunas respuestas que me orientan en unos apuntes de geografía: “por la diferencia de temperatura entre los trópicos y los polos, se crea la circulación de los vientos”. Y después: “la geografía de cada región cambia las características locales, creando variaciones que influyen en el clima y en los ecosistemas”, y es que si algo destaca en Luz en los trópicos es el clima y los ecosistemas, revelados a partir del trabajo con la luz (natural o no). Vemos el amanecer y el anochecer en las dos regiones, primero el sol aparece oculto entre las nubes en Nueva York, después está en el cielo despejado en una región selvática, en Mato Grosso, Brasil.
Me interesa este registro de la luz porque la película parece oscilar entre el registro documental en las partes en las que está más cercana al diario de viaje y la ficción que es la que parece guiar al menos uno de los viajes, el de un grupo de colonos portugueses y franceses que atraviesan la selva. Hay un par de viajes más que transcurren en un tiempo distinto al de los colonos, el de un joven indígena que cruza el Amazonas en una barca hasta encontrarse con los Kuikuro y el de un hombre en el metro y en las calles de Nueva York en el tiempo presente. Luz en los trópicos explora no sólo los territorios físicos (y sus pobladores) sino también ciertos momentos históricos que los construyeron, la película funciona de manera arqueológica.
No sólo la ficción y el registro documental están en tensión, la materialidad de la película también se tensiona, de repente la imagen cambia su formato y vemos imágenes de archivo, en súper 8 y en 16mm, lo analógico convive con lo digital de la misma forma en la que en la trama convergen diferentes territorios y tiempos. Esto es curioso porque si uno de los primeros planos secuencia más bellos (el viaje en barca del joven a través del Amazonas) podría invitarnos a la contemplación de la naturaleza, esta contemplación se moviliza porque Gaitán hace visibles la materia y los mecanismos que constituyen la forma fílmica y es ese acto de develar “el artificio” cinematográfico el que exige nuestra atención. El cine —y las imágenes— también son una construcción y han configurado nuestros modos de ver, por tanto, su cine nos invita a cuestionar nuestra propia mirada.
Luz en los trópicos inicia con un hombre caminando por un lago congelado —el Walden Pond, el mismo que filmó Jonas Mekas—, lleva una vara de metal con la que rompe el hielo de la superficie intentando ir más al fondo. La escena me recuerda al método arqueológico y al inicio de First Cow (2019) de Kelly Reichardt: escarbar, romper, picar, observar la superficie para después ir hacia atrás o hacia el fondo en busca de las huellas que formaron el presente; ahí están los mitos fundacionales, las ideas de nación, de identidad y la formación de la episteme de una época. La mirada del presente nos devuelve al pasado, es una especie de ejercicio circular pero que se transforma en cada vuelta.
Tal vez es por eso que la película se articula en torno a la figura del río, las aguas del Amazonas y del Hudson son una constante que permanece en todas sus líneas temporales, pero, como se sabe, el río nunca es el mismo. Su flujo, como el torrente de consciencia en la literatura, es el que parece guiar tanto el montaje como la narración. Esos tiempos suspendidos a los que me refería anteriormente son a veces una canción que canta una de las colonas mientras atraviesa el río, a veces el propio río en movimiento, o los sonidos, como el sonido del viento, porque no hay una causa y consecuencia en los hechos narrados, sólo está el fluir. Vuelvo a la página de apuntes de geografía, una nota final: “La atmósfera es caliente en los trópicos y fría en las regiones polares. De esta manera, por la diferencia de temperatura entre los trópicos y los polos, se crea la circulación de los vientos”.