Informe BAFICI 2023: La memoria, el duelo y la autonomía del cuerpo en el cine chileno que viene
Durante el BAFICI recién pasado se programaron tres películas chilenas aún no estrenadas en nuestro país: el documental La memoria infinita, de la reconocida documentalista chilena Maite Alberdi, junto a las ficciones Muertes y maravillas, del director rancagüino Diego Soto, que se llevó el Premio Especial del Jurado de la Competencia Internacional del BAFICI, y la ópera prima de Alexandra Hyland, Las Demás.
Se acaba de liberar el trailer del documental La memoria infinita (2023) de la reconocida documentalista chilena Maite Alberdi que se estrenará en Chile en agosto próximo, largometraje que tuve la oportunidad de visionar en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), donde conmovió a la audiencia compuesta por argentinos y buena parte de chilenos.
La reciente partida de Augusto Góngora, con apenas un par de semanas de diferencia con Patricio Bañados —ambos íconos del periodismo de resistencia en dictadura— le imprime al quinto largometraje de Maite Alberdi una emoción aún mayor conociendo el desenlace del protagonista, en un ambiente nacional que tiende a la desmemoria. El momento para haber dejado registro de su vida y su aporte a este país que olvida su pasado, fue entonces el justo.
En La memoria infinita, Maite Alberdi hace un seguimiento íntimo al periodista que jugó un rol fundamental en la defensa de los derechos humanos durante la dictadura, visibilizando las atrocidades del régimen autoritario, en donde la memoria individual y familiar se entrelaza directamente con la colectiva. Aquejado tempranamente por el alzheimer y fallecido a los 71 años en mayo pasado, de alguna manera la figura de Augusto Góngora representa a todo un país que vivió la cruda represión durante las décadas del 70 y 80, se ilusionó con que la alegría llegaría con la democracia, y terminó enfermando de olvido, abrumado por un modelo impuesto. Es la paradoja de un hombre que dedicó su vida a construir memoria histórica, política y cultural cuando ésta estaba prohibida, y que terminó perdiéndola, igual que el país. (De hecho, fue uno de los autores del libro de 1989 titulado La memoria prohibida).
Las películas familiares y grabaciones domésticas dan cuenta del cotidiano de Augusto y Paulina, que lo guía para bañarse, lo ayuda a andar en bicicleta, duerme con él y lo lleva con ella todo el tiempo como si fuera un niño que se adapta a las actividades de su pareja-madre. También están los archivos públicos de la participación de Góngora en diversos programas políticos como Teleanálisis y culturales como Cine video, Hora 25 o Chile íntimo, que nos retrotraen a la memoria colectiva de una época.
Acostumbrado a estar siempre frente a las cámaras, el periodista fue el primero en estar de acuerdo en aceptar la invitación que la directora Maite Alberdi le hizo para grabar su intimidad, la que fue extendida al principio de su enfermedad, cuando aún no se deterioraba su estado mental. Decisión al principio resistida por Paulina, acaso consciente de los desafíos que ello implicaría para su vida familiar.
Durante el documental, Augusto es cuidado amorosa y permanentemente por su pareja por más de 20 años, Paulina Urrutia, mientras la cinta va evolucionando desde las actividades cotidianas hacia la hermosa integración de Augusto que hace la actriz y ex Ministra de Cultura en sus diferentes actividades (ensayos teatrales o reuniones), hasta su deterioro durante la pandemia —etapa en que la propia Paulina se hace cargo de una desenfocada cámara en el encierro de su casa— en que comienzan a aparecer las alucinaciones y la angustia de Augusto frente a no saber qué le está pasando.
En el avance inevitable de la enfermedad, va apareciendo el dolor y la angustia de Paulina al ver alejarse cada vez más la claridad mental de Augusto, pero sigue guiándolo cariñosamente: "Augusto, no hables con gente que no vale la pena", le dice cuando él alucina con personas en su propio reflejo en el espejo. Cree que sus amigos ya no lo quieren, que la suya no es su casa, que está solo y que ya no puede más, señales inequívocas para la directora Maite Alberdi de que ya era tiempo de dejar de grabar a esta figura pública, cuidando su dignidad cuando ya no le quedaban atisbos de conciencia de sí mismo (¿igual que al país?).
Otros estrenos nacionales
En línea con la programación del BAFICI recién pasado, y de películas chilenas aún no estrenadas en nuestro país, Muertes y maravillas (2023), del director rancagüino Diego Soto, fue la que se llevó el Premio Especial del Jurado de la Competencia Internacional del BAFICI, con la aproximación al duelo de un grupo de adolescentes que sufren la pérdida de un amigo enfermo y que se refugian en la poesía lárica de Jorge Teillier. De ahí el título de la película, tal como el libro de 1971, primera antología del poeta de la generación de 1950. Este film, que el propio director define como “el compañero callado del curso, que no pide atención y vive en su mundo”, es su segunda entrega luego de Un fuego lejano, que realizó a los 22 años, donde usó como actores a parte de su familia para narrar historias anómalas de una pareja que tiene un estacionamiento céntrico en Rancagua (al que en una oportunidad una mujer no fue a buscar su auto en varios días) y tres hijos adolescentes que no hablan y deambulan por la ciudad.
Admirador del neorrealismo italiano y estudioso de los clásicos, Soto fue ayudante en la universidad del mítico director Cristián Sánchez y además hizo el montaje de sus dos últimas películas (La promesa del retorno y Date una vuelta en el aire, ambas de 2020). En Muertes y maravillas se deja llevar por el vagabundeo de jóvenes en los suburbios de Rancagua que parecen sacados de otro tiempo y otra realidad, con actuaciones naturales y de manera coloquial desprovistas de toda formalidad. Se reúnen bajo un sauce con su amigo Fuenza, que se ha levantado de su cama de enfermo en una ilusión de mejoría, para disfrutar del viento en la cara y fumar juntos, en su último intento de escapar a una muerte que no podrá esquivar.
Es la poesía el espacio de asilo en que Juan Pablo (interpretado por el hermano menor del director) se atreve a escribir en recuerdo de su amigo, en un taller en que sus tutores lo comparan con la melancolía de Teillier: “Nos fuimos de los lugares donde alguna vez se escuchó nuestra risa. Me imagino que el viento sigue acariciando las lágrimas que cuelgan del sauce”.
Otra de las películas chilenas exhibidas en el BAFICI fue la peculiar Las demás, ópera prima de Alexandra Hyland donde un mundo de colores, glitter y ritmo de entretenimiento son el marco de la amistad inquebrantable entre las veinteañeras Rafaela y Gabriela, cuando una de ellas queda embarazada y ambas enfrentan las peripecias para conseguir a la “señorita Trol” (misotrol) en un país en que se sigue criminalizando el derecho a decidir de las mujeres sobre su propio cuerpo.
Una temática compleja como el aborto es abordada por Hyland en una comedia dramática, fresca, con una atractiva y colorida puesta en escena y dirección de arte donde las jóvenes expresan su identidad y viven su libertad sin tapujos entre luces de neón, teniendo que hacerse cargo emocional y económicamente de las restricciones a los derechos sexuales y reproductivos en el país. En Las demás Rafa y Gabriela anhelan más allá de su propia situación, hermanándose con otras jóvenes en el deseo de que el aborto fuera más seguro y menos caro, al punto de esperar “que se acabe Chile” en medio de su frustración por las restricciones a la autonomía de las mujeres.