FICV 2012 (6): «El otro día» y premios
Un post-Ficv extrañando la lluvia, los cafés, las caminatas cruzando la arboleda de UACH, la Lord Cochrane…
Gasto y azar. Mi cierre de FICV fue con El otro día de Ignacio Agüero, película que no por nada iba a la sección gala y hacía su debut internacional en Valdivia, transformándose en lejos, en el mejor retorno a las pistas del año. Lo digo bien de adrede esto, desde La mamá de mi abuela le contó a mi abuela (2004) y por temas de urgencia política y necesidad personal – El diario de Agustín (2009)- que Agüero nos había dejado extrañando algo. No sé bien, ni sé si tengo el derecho a reclamarlo. Pero lo que sí es cierto, es que El otro día es todo lo contrario a la necesidad de un documental que tenga alguna economía narrativa y funcional, dándonos aire, espacio y tiempo para seguir por más de dos horas su trabajo. Aquí el cine es puro gasto. ¿Qué necesidad tenemos de esa partida con un plano sobre una foto a la cual el sol va alumbrando a medida que pasa la tarde, una vieja foto de sus padres? ¿y de seguir, en el patio de su casa, el paso del las estaciones, los pajaritos bañándose en la fuente de agua, el gato y sus paseos…? ¿y de seguir a cada personaje que toca su timbre, preguntarle donde vive, llegar a su casa?. El otro día responde a esto con claridad: no hay necesidad. En el fondo, el cine parte de ahí. Hallado, o reencontrado ese placer básico, el último trabajo de Agüero es una película donde el azar, el dejarse llevar, el “irse por las ramas” formula toda una política del cine: a ratos se empiezan niveles de narración- y quedan interrumpidos o a medio decir- para llevarnos de voz del propio Agüero a la historia de su familia, y su vinculación con el mundo marinero…luego pasa el montaje a mostrarnos tomas antiguas realizadas en la Antártida, que, sospechamos, son tomadas de uno de sus filmes anteriores Sueños de hielo (1993), y cada cierto tiempo, alguien toca el timbre de su casa. Ah, que sí, por cierto: es un filme sobre su propia casa. Sobre el hecho de habitarla, y sobre lo que pasa ahí: cambios imperceptibles de luz, las visitas de su familia, y aquellos personajes que por uno u otro motivo, tocan el timbre.
Agüero, aquí, muestra ingenio y curiosidad. ¿Quiénes son las personas que tocan el timbre en mi casa? ¿Qué los trae aquí? ¿De dónde vienen? Trazado urbano, barrios mediante, Agüero les devuelve la mano yendo a sus casas. Nos enteramos de sus historias: un cartero que sabe de tragedias ajenas, un vagabundo que ha estado en la cárcel y que intenta sobrevivir el día a día, una estudiante de cine de Valparaíso que busca trabajo y vive con sus padres…A cada uno la cámara se acerca, negociando sus límites, intentando obtener algo más de ellos, cada uno de los personajes establece sus reglas, con cada uno de ellos Agüero, utiliza esa forma extraña, tosca e ingenua, para acercarse, frente a lo cual los personajes, algo descolocados, reaccionan de algún modo, varios de ellos dejan su testimonio aceptando el contrato, otros huyen despavoridos. Con una piola, Agüero marca los trayectos en un mapa de Santiago: azar, geometría y misterio. El otro día es un filme sobre los límites del espacio, los trazados mentales que configuran el cotidiano, el habitar y el presente. Es también, como en otros filmes de Agüero, un filme sobre el relato, el habla, la heredad. Y es, claro, un filme sobre la ciudad, los procesos constitutivos de su construcción social, sus demarcaciones sociales y económicas, en términos de un otro social. El otro día prefigura así el retorno a algunos temas presentes en obras anteriores (heredad, ciudad, azar), pero también el de un cineasta que conoce la fuerza de sus propios recursos expresivos (el uso de los tiempos y su contacto material con lo real), para compartirlos esta vez, de una forma definitivamente poética, libre y sabia.
Finale. Me entero de los premios por un mensaje de texto, premio internacional para De Jueves a domingo (merecido y previsible, confirma y suma para la película no necesariamente para FICV), nacional para Donde vuelan los cóndores (la vimos en Fidocs, una potente, obsesiva y mimética obra de seguimiento a Victor Kossakovsky). Premio del público para La Bella Vista (De Alicia Cano, docu/ficción uruguaya en torno a una sede social de barrio que enfrenta a grupo religioso y travestis, en un tono que mezcla un tono “barrial” y lúdico, jugando con el verosímil ficción, en una línea que va de Pereda a Coutinho) y premios para las que no vi, la argentina Viola (de Matias Pyñeiro) y premio de la crítica para la portuguesa La última vez que vi a Macau (entiendo que gustó a varios cercanos) ¿Todo mundo feliz?.
Cierro aquí mis post específicamente sobre FICV, posiblemente vuelva pronto sobre otros temas ligados, como es el lanzamiento del libro Why not? De Bruno Bettati, su significado para el mundo del cine local y el lugar de la crítica frente a las discusiones que se vienen al respecto.