Algunos imperdibles de cine chileno en el 30° FicValdivia
Arranca la 30° edición del Festival Internacional de Cine de Valdivia, que surgió al alero del cineclubismo de la Universidad Austral en el primer Festival de Cine Video de Valdivia, que desde ese entonces buscaba constituirse en un espacio protegido para el cine chileno y treinta años después -en su edición aniversario- tiene un marcado acento en el cine latinoamericano. En este primer informe, nuestra enviada especial, Marisol Águila, da profunda cuenta de los principales estrenos y cintas nacionales que pueblan la programación
El Agente Cine comenzó su cobertura del FicValdivia 30 con una entrevista a su director, Raúl Camargo, quien hizo un exhaustivo análisis de la programación de este 2023 y desclasificó entretelones del proceso de selección de películas, que tuvo al mismísimo director portugués Pedro Costa como un aliado para conseguir el corto póstumo de Jean Luc Godard, que es parte de la grilla del trigésimo aniversario.
Recordando el anhelo de la fundación del FicValdivia hace 30 años, en esta edición el cine chileno tiene un espacio de relevancia con el estreno nacional de la ficción Los colonos, precandidata nacional a los Premios Oscar, y que al director nacional Felipe Galvez le tomó más de doce años poder concretar. La cinta tuvo un auspicioso estreno mundial en la sección "Una cierta mirada" del Festival de Cannes 2023, convirtiéndose en el ganador del premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI), galardón que nunca antes había quedado en manos chilenas.
Con el afán de cuestionar la historia oficial escrita por los vencedores y evidenciar la página ensangrentada por el genocidio selknam (extraída del registro de los albores del siglo XIX), Galvez desarrolla un western en paisajes patagónicos en que un grupo conformado por un teniente inglés, un mercenario estadounidense y un chileno mestizo como guía local, emprenden viaje por la desolada pampa para abrir una ruta al Atlántico para las ovejas del estanciero español José Menendez (personaje real, interpretado por Alfredo Castro), al que el Estado de Chile le cedió miles de kilómetros para colonizar. En el guión co-escrito entre Gálvez y Antonia Girardi, el empresario los insta a abrirse camino a cualquier precio, asesinando a los indígenas y cortando orejas y otros órganos de sus cuerpos como evidencia de que en su conquista territorial, avanzaron sin miramientos con los pueblos originarios.
En la segunda parte de la película, Galvez polemiza sobre el rol del Estado chileno como colonizador de su propio pueblo, cuando después de siete años de la travesía genocida llega hasta las tierras colonizadas un agente estatal, el intelectual Marcial Vicuña, quien se enfrenta a Menendez y busca documentar con imágenes los testimonios de los indígenas como parte de la naciente nación chilena. En términos cinematográficos es, justamente, el western el género que Galvez considera cine de propaganda, que instaló en el imaginario a los indígenas como enemigos de la civilización y justificó su matanza.
Como dato anecdótico, cuando la misión genocida cruza la cordillera de Los Andes (ambos lados de ella pertenecían al mismo Melendez), se encuentran en el lado argentino con Francisco Pascasio Moreno -más conocido como el Perito Moreno- interpretado en un pequeño papel por el mismísimo director y guionista argentino Mariano Llinás, que en sus líneas señala que cuando los militares se aburren (con mucho tiempo libre), nada bueno puede pasar.
Lo inconcluso de buena parte de la obra de vanguardia de Raúl Ruiz, en muchos casos fragmentada y desperdigada en archivos de fílmico y sonido por distintas universidades, cinetecas y museos del mundo, logra que uno de los directores chilenos más icónicos, experimentales y díscolos, fallecido en 2011, vuelva una y otra vez a culminar su trabajo rescatado y recuperado por Poetastro, casi como una herencia ancestral, a través de la co-dirección de la directora, montajista y su compañera por más de cuarenta años, Valeria Sarmiento.
Ocurrió con "La telenovela errante" (2017), "El tango del viudo y su espejo deformante" (2020) y ahora -a 50 años de su realización y del golpe de Estado civil militar-, la película perdida "Realismo socialista" (2023) -la que clausura esta edición de FicValdivia- vuelve a activar la dupla Ruiz-Sarmiento, transformando las más de cuatro horas iniciales de la película (de un total de 90 horas de filmación), que evolucionaron a los 50 minutos del borrador preliminar hecho por la pareja para el British Film Institute a inicios de los ochenta, a los definitivos 78 minutos de esta película fundamental con la que concluye la trilogía de obras inconclusas.
Para Valeria Sarmiento no fue fácil "volver a ver lo que habíamos perdido" en los rostros de los trabajadores combatientes de los cordones industriales o las marchas en la Unidad Popular previo al Golpe, filmados en los aspectos documentales de la película en la innovadora cámara de Jorge Müller, militante del MIR hecho desaparecer por los agentes del Estado en 1974, al igual que a su pareja Carmen Bueno.
En "Realismo Socialista", la crítica irónica a su propio sector (era militante PS) y el humor negro reflejan su postura rebelde y a contramano del cine militante revolucionario de la época, que funciona y fluye cincuenta años después con el personaje de Lucho (Juan Carlos Moraga, que en realidad era dirigente sindical de Chile Films), como un obrero que llega a un campamento y pretende quedarse con parte de las herramientas de una fábrica tomada dado que ahora "es de todos", y el personaje de Javier Maldonado, un burócrata del Frente Poético cuyos integrantes se suicidan en masa.
La sororidad y preocupación por visibilizar las condiciones de vida de mujeres condenadas, se expresa en el documental Las malqueridas (2023) -ganador del premio a la Mejor Película en la Semana de la Crítica de Venecia de este año, en que nunca antes había sido seleccionada una obra chilena- en el dispositivo que desarrolla la directora, Tana Gilbert, de narración colectiva de historias de distintas mujeres privadas de libertad que vivieron su maternidad tras las rejas, en la figura de una de ellas que ya cumplió su condena, Karina Sánchez.
Son las grabaciones con celulares de las propias reclusas al interior de la cárcel (lo que no está permitido en los recintos penales) las que nos permiten conocer a través del relato de más de veinte mujeres que han debido maternar dentro de la cárcel, su experiencia de encierro con sus hijas e hijos pequeños, la traumática separación cuando cumplen los dos años de edad, la desesperación por no saber cómo viven afuera a cargo de familiares, muy excepcionalmente de sus padres y a veces incluso derivados al sistema de protección estatal.
Previamente, en su cortometraje Ninguna estrella (2022) Tana Gilbert había reconstruido la historia de la abuela de su hijo, Cecilia, a partir de las grabaciones familiares que su ex suegra registró por años y luego le cedió, hermanándola con su condición de madre y las dificultades de la vida familiar de su propia biografía. La ex suegra y la nuera pertenecen a distintas generaciones, pero “la historia de Cecilia pudo ser la mía”.
Cuando pensábamos que a cuatro años de la revuelta popular de octubre era difícil volver a abordar dicha movilización social de manera original, más aún considerando todo lo que en un movimiento pendular a nivel político ocurriría después, el director Carlos Araya logra refrescar la mirada sobre ese momentum de raigambre popular con "El que baila pasa" (2023). Cineasta y escritor presente por partida doble en el Festival de Valdivia con su cuarto largometraje y con su primer corte de "Población flotante" en el encuentro Cine chileno del futuro de Encuentros Australes.
Con referencia de "Cofralandes" de Raúl Ruiz, "El que baila pasa" se vale de la ironía, un humor inteligente y lúdico en un ejercicio surrealista y fantasmagórico en que un personaje vuelve del más allá y encarna en distintas personas que hacen parte de la idiosincrasia del chileno de este siglo, como un dormilón conserje de un edificio, que viven en el contexto del estallido social de 2019.
El que baila pasa, que debe su título a la solicitud que se hizo popular en las calles bloqueadas para dejar pasar a los transeúntes que bailaran en medio de un festivo y esperanzado ambiente, está montado exclusivamente con imágenes de videos ciudadanos de los meses de movilización social (en que creíamos que era posible lograr cambios estructurales).
La película se vale de textos sobreimpresos en las imágenes como fuente de narración y rescata la atmósfera ciudadana reinante en esos tiempos, a través de distintos hashtag en las redes sociales ya olvidados o de consignas y rayados en las paredes de las calles en la zona 0 de Santiago y en todo Chile. También recoge archivos históricos en blanco y negro para recordar los sueños obreros, mientras se escucha el tema del mexicano Emmanuel sobre “los días felices que no volverán”.
Al aire libre en la Costanera de Valdivia se exhibirá la novena película de los innovadores, creativos, arriesgados y polémicos directores/as Betina Perut e Iván Osnovikoff, La Casa, que logra un virtuosismo estético y un inteligente humor al centrarse en los ecosistemas no humanos al interior de la casa de ambos en plena pandemia y estallido social, a partir de los audios de grupos de WhatsApp de un acomodado y acontecido condominio en las afueras de Santiago.
La estilización visual propia de la última etapa de la filmografía de les directores, que tiene en "Surire" (2015) una bella e intensa expresión del Altiplano y sus conflictos entre los distintos actores del territorio, y su precisión en los detalles de animales y plantas como en "Los Reyes" (2018), alcanza en "La Casa" un lugar superlativo con el uso de lentes microscópicos en la cámara del director de fotografía Pablo Valdés, que se usarían en el proyecto "Animalistas" que quedó trunco por la pandemia.
Asistimos de esa forma a una impresionante aproximación a pequeños insectos que habitan la casa, logrando capturar texturas y movimientos que permiten explorar otras escalas de la imagen. Como la lengua de la revoltosa "Chiqui", la perra que comparte protagonismo con "Chola" (adoptada del Parque de Los Reyes durante la realización del documental anterior), que desde un ángulo imposible lengüetea los restos de carne de la parrilla.
La habilidad técnica se complementa en un montaje milimétrico con las historias de los audios de WhatsApp de un sector social privilegiado, quedando en fuera de campo (pero totalmente presentes) los conflictos políticos y sociales, mientras vemos a unos "despreocupados" perros disfrutando de amplios espacios para correr o de un porfiado zorzal que cada mañana lucha con su reflejo golpeándose en la ventana del baño.
Muertes y maravillas (2023), del director rancagüino Diego Soto, también es parte de la programación de películas chilenas en el 30° FicValdivia, con la aproximación al duelo de un grupo de adolescentes que sufren la pérdida de un amigo enfermo y que se refugian en la poesía lárica de Jorge Teillier. De ahí el título de la película, tal como el libro de 1971, primera antología del poeta de la generación de 1950.
El director se deja llevar por el vagabundeo de jóvenes en los suburbios de Rancagua que parecen sacados de otro tiempo y otra realidad, con actuaciones naturales y de manera coloquial desprovistas de toda formalidad. Se reúnen bajo un sauce con su amigo Fuenza, que se ha levantado de su cama de enfermo en una ilusión de mejoría, para disfrutar del viento en la cara y fumar juntos, en su último intento de escapar a una muerte que no podrá esquivar.
Este film, que el propio director define como “el compañero callado del curso, que no pide atención y vive en su mundo”, es su segunda entrega luego de Un fuego lejano, que realizó a los 22 años, donde usó como actores a parte de su familia para narrar historias anómalas de una pareja que tiene un estacionamiento céntrico en Rancagua (al que en una oportunidad una mujer no fue a buscar su auto en varios días) y tres hijos adolescentes que no hablan y deambulan por la ciudad.