40 Festival Cine UC (1): Tres recuerdos de juventud

Poderes del afecto

En la tradición de cierta “educación sentimental” francesa, Arnaud Desplechin compone su última película a partir de tres recuerdos de niñez, adolescencia y juventud. Los dos primeros anómalos y fundacionales, el tercero extenso y epistolar. Todos protagonizados por Paul Dédalus (encarnado por Mathieu Amalric), especie de doble biográfico del autor -resonancia del álter ego Stepehen Dedalus de Joyce-, personaje que ya había protagonizado su filme Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle) de 1996.

Aquí Dédalus es un antropológo reconocido que ingresa a un trabajo en un ministerio y a quien le aflora cierta memora espontánea que lo lleva a revisar capítulos de su vida. De forma similar a Comment je me suis disputé… el relato es llevado en un ejercicio discursivo confesional y de rememoración (en cierto registro psicoanalítico), encontrando claves de lectura de una vivencia compuesta por encuentros, afectos y personajes a lo largo de años, en una revisión de aquellos encuentros que constituyen su identidad. El primero de ellos nos lleva a los primeros años, el fallecimiento de su madre, la relación con su hermano y la adopción por parte de una madre sustituta que lo inicia de algún modo en cierta búsqueda reflexiva. El segundo, irrumpe de forma imprevista a partir de un episodio extraño en el presente de Dédalus que lleva al filme a una extraña torsión que coquetea con el relato de espías, y nos lleva a un viaje en tren por la Unión Soviética en plena guerra fría y régimen comunista. El tercero, el más extenso, es el relato de sus años de universitario en la ciudad de París y los viajes a su ciudad natal Roubaix a ver a su familia y amigos, una verdadera pandilla. Aquí es donde conoce a Esther, con quien sostendrá una relación tortuosa a lo largo de varios años entre ambas ciudades, mientras intenta llevar adelante sus estudios de antropología.

Compuesto a su vez como “testimonio de época”, el relato logra crear un mosaico de los años de su adolescencia en plena década del ochenta, que incluye como ambiente social los últimos años de la Unión Soviética, la caída del muro. Esto se acentúa en el uso de la banda sonora, con música funk y pop inglés del período, en medio de los “carretes” que adquieren una presencia marcada en el ambiente.

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Pero es sin duda en la capacidad magnética del relato experiencial donde Desplechin brilla, en un relato ágil, intenso y elocuente en la capacidad de expresar la potencia del afecto, la dimensión confesional e íntima, saltando entre distintos momentos de su vida, realzando la asociatividad y la búsqueda de sentido por vía de un montaje exploratorio y plástico. Desplechin filma la potencia del encuentro y el intento por encontrar el sentido del relato de la vida por Dedalus, en un literario juego con el “doble”, aquí expuesto en el capítulo soviético de la adolescencia y un pasaporte perdido, pero presente a lo largo del relato como pregunta desde la paradoja y la pérdida de sí mismo. Como diría Ricoeur, se trata de un “sí mismo como otro”, lo que es algo que parece merodear a lo largo de la presencia del ambiente “antropológico” del filme, la búsqueda de alteridad como una ética posible para salir del ensimismamiento.

 

Nota comentarista: 8/10

Título original: Trois souvenirs de ma jeunesse. Dirección: Arnaud Desplechin. Guión: Arnaud Desplechin, Julie Peyr. Fotografía: Irina Lubtchansky. Montaje: Laurence Briaud. Reparto: Mathieu Amalric, Lou Roy-Lecollinet, Quentin Dolmaire, Léonard Matton. País: Francia. Año: 2015. Duración: 120 min.