Stefan Zweig. Adiós a Europa: La tibieza introspectiva
Actualmente abundan las películas biográficas sobre escritores. Hay una enorme cantidad de ejemplos, Kafka de Soderbergh, Hannah Arendt de Von Trotta, Capote de Miller, The Hours de Daldry y en esta angosta faja de tierra tenemos a Neruda de Larraín. Stefan Zweig: adiós a Europa, llamada en su idioma Antes del amanecer: Stefan Zweig en América, con el permiso de Linklater, otro caso de traductores que cambian el sentido de un título por razones desconocidas.
El prólogo de esta película es la primera de dos veces que hablaré bien de ella. En una casa aristocrática los sirvientes ajustan los últimos detalles de una mesa puesta con la meticulosidad que solo el dinero puede exigir. Se abren las puertas de par en par y entran los comensales, vestidos ejemplarmente para la ocasión esperan el momento de sentarse mientras rodean la mesa permeada por la cordialidad cortesana. Entre todos ellos, en un costado, la abeja reina atrae a su séquito. Algunos fanáticos ávidos de un autógrafo alaban a Stefan Zweig, este responde con modestia, servicial, claramente acostumbrado a este tipo de escenas. Luego de eso llega el momento de sentarse y la escena devela su marco, estamos en un agasajo que el ministro de relaciones exteriores de Brasil armó para el escritor alrededor de 1936. El actor portugués de mal acento brasileño enarbola sus mejores elogios a Zweig con todo el público atento, luego es el turno del invitado de dar su discurso. Agradece la invitación, llena de elogios las bondades geográficas de Brasil y la inclusión que las distintas razas y clases tienen en el país. En el cuadro por supuesto no hay ninguna persona de raza negra. Cabe destacar un elogio que hace a Getulio Vargas, presidente de Brasil que llegó al poder gracias a un golpe de estado, eliminando luego todos los partidos políticos del país, quizás un guiño o síntoma de la ambigüedad política de Zweig.
La genialidad de la escena radica en su función narrativa como plano de apertura. De entrada queda clarísima la relación que Zweig tiene con la aristocracia, donde se mueve cómodo pero algo complicado. Pero además la escena se mantiene en un plano fijo, donde la profundidad marcada por la larga mesa de banquete abruma a Zweig, posicionado en la cabecera, dando la espalda a la cámara. Parece decirnos que su público es ese, no nosotros. Esta escena de alguna manera contiene toda la película, la difícil relación de Zweig con su origen pudiente; la ambivalencia respecto a su estatus de escritor famoso; las ganas de quedar bien dentro de lo posible en un contexto mundial que presagia justamente el mal. Luego de esto hay un plano de una carrera de caballos en cámara lenta que parece ser un homenaje al praxinoscopio.
El problema de esta película dirigida por Maria Schrader y estrenada el año 2016 es que luego del gran prólogo no hay escenas que demuestren talento o recursos cinematográficos similares. Hasta el epílogo, del que hablaré más tarde. La película se divide en capítulos que responden a contextos geográficos, comienza con el prólogo, para luego de cuatro capítulos terminar con un epílogo. Podría decirse que se estructura como un libro.
Eran los años precedentes a la Segunda Guerra Mundial, Zweig vivía en París o Londres, fuera de su Viena natal o Berlín. Ante la inminencia del nazismo decide abandonar los países germánicos porque tiene ascendencia judía (sin ser practicante) y ya le costaba publicar. En ese contexto lo invitan a Sudamérica a dar algunas conferencias, primero a Brasil y luego a un congreso de escritores en Buenos Aires. En este último se aprecia la tibia postura del escritor respecto al nazismo, se niega, a pesar de que otros se lo piden encarecidamente, a realizar una declaración en contra de lo que ocurre en Alemania. Mientras tanto los demás escritores realizan discursos que rechazan categóricamente el auge del fascismo, al mismo tiempo que homenajean a Zweig (incomodísimo) por ser alguien que tuvo que huir de Alemania debido al contexto político.
La incapacidad del autor de llegar a una postura política coherente, consecuente, o por lo menos activa es una de las temáticas frecuentes de la película. En algún momento se llega a quejar de la gran cantidad de correo que le llega pidiendo ayuda para conseguir visas en otros países donde tiene influencia. Claro está que mientras otros estaban en campos de concentración o haciendo todo lo posible por huir de Europa, Zweig viajaba, conocía nuevos países y era agasajado donde iba. De a poco se vuelve consciente de ello, decide mudarse definitivamente a Brasil, donde es vecino de Gabriela Mistral.
En una de sus caminatas en el pueblo encuentra a un viejo conocido de Berlín, este le cuenta que hace unos meses se mudó definitivamente. Le relata el estado de algunos amigos literatos, unos se lograron escapar, de otros nada se sabe. En un momento ambos se dan cuenta de que se están quejando de una guerra que a ellos no les afecta tanto como al resto. El acompañante de Zweig dice “No nos podemos quejar, no nosotros”. Justamente otro debía decir lo que parece ser la principal incomodidad de Zweig y quizás su razón para previamente no rechazar al nazismo de manera explícita. Zweig es un aristócrata, nació y vivió así toda su vida. Puede, gracias a su capital social y financiero, vivir en Nueva York, Río de Janeiro, o en cualquier lugar que no esté en guerra. Sabe que es un privilegiado.
Mientras todo esto pasa Zweig sigue encontrando satisfacción en la escritura de sus libros, hace uno sobre Brasil, luego una autobiografía. Recibe elogios de otras personas por ello. La autosatisfacción parece aplacar el conflicto belicista. Pero finalmente no es así. Supongo que no cometo el manoseado vicio del spoiler al decir que Zweig se suicidó junto a su esposa en 1942 en su casa en Brasil.
Finalmente, llegamos al epílogo. El encuadre es simple: una pieza colonial, alta, un clóset a la derecha, una silla al fondo y el extremo final de una cama. Se escuchan sollozos, paulatinamente las personas involucradas desde fuera de campo se asoman al encuadre. Primero los policías que buscan sustancias, hacen las típicas diligencias fúnebres y luego comienzan a pensar en el operativo ya que probablemente la casa se llene de gente. Un policía le pide a la empleada de la casa que abra el clóset para revisarlo, este tiene un espejo, al abrirlo queda perfectamente encuadrado dentro de él Zweig con la boca abierta y la cabeza chueca, muerto en su cama. Una forma bastante sofisticada de mostrar un muerto sin lástima ni morbo. Basta un breve momento, sin un solo movimiento de cámara, para que se devele qué ha pasado. Una sutileza. Al irse la empleada y los policías, la puerta del clóset no queda bien cerrada y se abre en su totalidad, permitiendo mostrar lo que hay en la habitación que está tras la cámara donde se encuentran algunos amigos del escritor. Allí nos enteramos de los pormenores, del horario del suicidio, del veneno, de la carta suicida. Mientras algunos amigos acceden a la pieza y ven al muerto, le piden a otro que lea la carta en voz alta para todos los presentes. En tanto, judíos y católicos hacen sus plegarias para desearle un buen tránsito a Zweig.
Este plano dura aproximadamente siete minutos y junto al que abre la película parecen ser grandes demostraciones del talento de su directora, lo que lamentablemente no se aprecia en otras escenas, llenas de referencias y fechas pero carentes de tensión, tanto narrativa como formal. Quizás estas dos escenas son las únicas donde los recursos cinematográficos son ejercidos de manera que lo formal acompañe lo narrativo y, por lo mismo, funcionan. La película, cargada de escenas con primeros planos apelando a la introspección o reflexividad del escritor, junto a otras plagadas de diálogos que no dejan respiro, deja una sensación agridulce en su final: la sensación de que pudo ser mucho mejor de lo que fue, pero que sin embargo aquello no la hace una mala película. Al igual que creo que, a pesar de su tibieza política o su postura de nula autocrítica a sus privilegios, Zweig no es una mala persona.
Nota comentarista: 6/10
Título original: Vor der Morgenröte: Stefan Zweig in Amerika/Stefan Zweig: Farewell to Europe. Dirección: Maria Schrader. Guión: Maria Schrader, Jan Schomburg. Fotografía: Wolfgang Thaler. Música: Tobias Wagner. Reparto: Josef Hader, Aenne Schwarz, Tómas Lemarquis, Barbara Sukowa, Nicolau Breyner, Charly Hübner, Lenn Kudrjawizki, Ivan Shvedoff, Harvey Friedman, Nahuel Pérez Biscayart, André Szymanski, Matthias Brandt, Nathalie Lucia Hahnen, Oscar Ortega Sánchez, Vincent Nemeth, João Cabral, Márcia Breia, Arthur Igual. País: Austria. Año: 2016. Duración: 106 min.