Paraíso: Está donde se lo piense

Paraíso (2016), película de Andrei Konchalovsky, gira en torno al Holocausto y lo hace principalmente a través de dos personajes: Olga, una aristócrata rusa capturada por los nazis por esconder a dos niños judíos, y Helmut, joven oficial de la SS. También, en menor medida, se sigue a Jules, policía francés y colaborador del nazismo.

Konchalovsky, director de películas como Tango y Cash (1989) y El cartero de las noches blancas (2014), parece jugar con la linealidad narrativa a través de cierta indeterminación del tiempo en que se relata, pero, al mismo tiempo, las reglas son claras: estamos en la Segunda Guerra Mundial. Esa indeterminación va tomando forma y el panorama se esclarece. Los personajes desarrollan sus intenciones y la finitud de sus actos. Entenderemos que Helmut es un idealista, alguien que realmente piensa el nazismo como la salvación y no como el lugar desde donde ejercer su poder. El nazismo como religión. Jules, por su parte, quiere salvar su pellejo y, a diferencia de Helmut, su postura no es nunca idealista sino puramente práctica. Y está Olga, quien al verse donde está, capturada en un campo de concentración, reúne un poco de ambas cosas. Busca ser práctica para poder escapar o salvar a otros, y al mismo tiempo a eso lo atraviesa un fuerte sentimiento de resistencia antinazi (Olga se unió a la resistencia francesa siendo una aristócrata rusa). Sus historias se cruzan en el relato, sin ser nunca efectista, como en algunas películas de vidas cruzadas, sino que de forma que se permita el desarrollo de personajes, además de la propuesta ideológica del director.

El registro es sobrio, con cierto distanciamiento respecto de la acción. Pausado. Hay un recordatorio constante de que nos encontramos ante una ficción, a través de hacer notar los desperfectos propios de una cinta. Incluso más, el recordatorio no es sólo sobre el hecho de estar ante una ficción sino que sobre la forma del registro, cómo filmar la violencia en general, y la Segunda Guerra en particular, especialmente en torno al Holocausto. Konchalovsky es cuidadoso de no caer en sentimentalismos, épicas ni, aún más, martirizaciones, considerando que hay algo de eso en la historia que cuenta y que podría ser retratado de otra manera; por ejemplo, al estilo de La Lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) o, incluso, de El hijo de Saúl (László Nemes, 2015). Pero donde esas películas fallan Paraíso se mantiene firme, justamente por saber registrar estos acontecimientos, dándoles la seriedad, la crudeza, e incluso el humanismo justos, sin nunca tropezar con la liviandad. Uno de los recursos que ayudan a esto es el interrogatorio al que vemos sometidos sus tres personajes principales, en donde los veremos pensando la guerra y especialmente en su parte en ella, cada uno desde su lugar y posturas. En los interrogatorios están las pistas para adelantar en lo que podría desembocar la película, pero lo realmente importante está puesto en el uso de estos como recurso.

paraiso

Hay aquí algo importante en lo que hace Konchalovsky durante toda la película, aunque resalta en los interrogatorios principalmente. Los tres personajes ocupan lugares muy diferentes, opuestos, y todos tienen voz, pero el director, que podría fácilmente relativizar el tema en cuestión, jamás se permite tal cosa. Konchalovsky es claro en su postura y su condena; y esto, considerando la marea de posverdad y permisividad discursiva, es como tierra firme a la que aferrarse.

La película se hermana a la ya mencionada El hijo de Saúl en el tema, los conflictos (parcialmente), y al ser ambas recientes. Si bien en la película de Nemes también es importante la cuestión del registro (el uso del fuera de campo en El hijo de Saúl es fundamental y lo lleva a cabo de forma excelente; nos enteramos de los acontecimientos de la película sin apenas verlos), Konchalovsky se diferencia en cuanto que su propuesta funciona en específico sobre el Holocausto, mientras que la de Nemes podría aplicarse para cualquier otro tema, o incluso género. Esto a priori no implica ningún problema y, de hecho, podría ser una solución para cualquier cineasta que quisiera filmar lo que quisiera -un matrimonio o una guerra- en fuera de campo. Sin embargo pareciera que la pregunta inicial de Nemes fuera exactamente esa: cómo filmar lo que sea en fuera de campo. Y lo hace genial. Aunque termina por ser finalmente una pregunta puramente técnica (lo que, insisto, está muy bien). Para Konchalovsky, en cambio, la cuestión es específica: cómo se puede filmar el Holocausto, a quiénes mostrar, qué mostrar, y cómo mostrarlo. El acierto, en ese sentido, es mayor.

El paraíso es un lugar ajeno, inalcanzable e inaccesible. La fantasía inmediata según las condiciones predominantes. Cada uno de los protagonistas tiene su propia versión. Tal como se presupone de este, alcanzarlo es imposible. Para Konchalovsky el paraíso sólo puede ser dicho, mencionado. Fantaseado. Pero, al mismo tiempo, es todo y lo único que se tiene en una guerra. Y allí donde se lo piense, estará.

 

Nota comentarista: 8/10

Título original: Ray.  Dirección: Andrei Konchalovsky. Guión: Elena Kiseleva, Andrey Konchalovsky. Fotografía: Aleksandr Simonov. Música: Sergey Shustitskiy. Edición: Sergey Taraskin, Ekaterina Vesheva. Reparto: Yuliya Vysotskaya, Christian Clauss, Philippe Duquesne, Peter Kurth, Jakob Diehl, Viktor Sukhorukov, Vera Voronkova, Jean Denis Römer, Caroline Piette. País: Rusia. Año: 2016. Duración: 132 minutos.