Moana: Nacida para correr

Después del fracaso comercial de La princesa y el sapo (Ron Clements y John Musker, 2009) y del impresionante éxito de Frozen (Chris Buck y Jennifer Lee, 2013), parece que Disney ha decidido abandonar la animación tradicional 2-D como formato estándar para sus musicales. Habría que examinar cómo la animación digital y el éxito de Pixar (actualmente propiedad de Disney) han obligado al estudio a transitar por estilos de animación diversos al que han desarrollado por ya casi un siglo. Lo cierto es que la animación 3-D ha cosechado éxitos para el estudio principalmente de la mano de sus colaboraciones, mientras que sus primeras incursiones en solitario en cintas completamente digitales ha traído obras tan olvidables como Bolt (Chris Williams y Byron Howard, 2008) o La familia del futuro (Steven Anderson, 2007). Frozen, Big Hero 6 (Don Hall y Chris Williams, 2014) y ahora Moana son reflejo de este lento transitar de Disney hacia lo digital, y hacia lo que algunos claman como la muerte de la animación tradicional 2-D.

Moana es un excelente ejemplo de esta transición, ya que sí bien muestra cómo el estudio empieza a aprovechar el lenguaje de la animación por computadora, también es un ejemplo de que mantiene un pie firme en el pasado. Moana es, sin dudas, una cinta formulaica, pero tampoco hay que olvidar que el estudio ha sido desvergonzadamente un seguidor de fórmulas desde sus inicios. Nos encontramos con una clásica heroína Disney, repleta de inseguridades y defectos al inicio, que cumple su objetivo gracias al camino trazado durante la obra. Pedirle a una película de aventuras de Disney que abandone su estructura es como pedirle un cambio radical a una cinta slasher. El éxito o no del musical de turno de Disney depende entonces de las hibridaciones y variaciones que pueda introducir en una nueva entrega. Considerando esto es de agradecer, por ejemplo, la ausencia del subplot romántico obligatorio en Moana, haciendo que se redirijan los esfuerzos hacia la aventura.

Moana es la joven hija del jefe de una tribu polinesia que debe de pronto buscar una solución a la escasez de alimentos en la isla. El espíritu adolescente de Moana le pide salir a explorar la solución por fuera de la isla, mientras que su padre no concibe que la tribu pueda moverse de donde se han asentado históricamente. Finalmente Moana es escogida por el océano como la salvadora, y emprende un viaje para encontrar al semi-dios Maui. Maui es una leyenda en la isla por robar el corazón de la diosa Te Fiti para entregárselo como regalo a la humanidad, pero finalmente no ha cumplido su objetivo al perderlo en una lucha contra un monstruo de lava.

moana

La trama de Moana recuerda varias historias de Disney con una protagonista que busca desafiar a sus mayores para traspasar los límites impuestos socialmente. Una historia que trae a memoria la segunda cinta de la dupla Clements-Musker, La sirenita (1989), pero que cambia el romance por la supervivencia como impulso de la protagonista. Tal vez sea en este aspecto aventurero donde la cinta sí puede llegar a cansar por el efecto de repetición que crea ver a Moana y Maui sortear distintos obstáculos en cada secuencia. Pero también hay que mencionar lo notable de alguna de estas secuencias. La pelea de Moana y Maui contra los Kakamora (unos tiernos villanos con cuerpo de coco y maquillaje de guerra) es un placer visual que hace un pequeño homenaje-parodia a los villanos de Mad Max: Fury Road (George Miller, 2015) que resulta divertido y efectivo al mismo tiempo. Los juegos realizados con la luz cuando Maui baja a recuperar su gancho de un gigantesco crustáceo son igualmente impresionantes. Si hay una cosa de la que Moana se diferencia de sus predecesoras está en esta exploración plástica de la animación digital. Mientras que en Frozen y Big Hero 6 la animación funcionaba siempre al servicio del guión, Moana está llena de momentos y detalles con que la apuesta por lo animado va por encima de la apuesta dramática. El nivel de detalle que han dado al cabello y al agua (dos de los elementos más difíciles de animar) es una admirable prueba de que Disney ha empezado a aprovechar finalmente el “nuevo” lenguaje. Asimismo, la utilización de animación 2-D para los tatuajes de Maui es uno de los detalles más notables, especialmente en la corta secuencia en que se cuenta una historia a través de estos, en un estilo de animación que recuerda a las secuencias de introducción de Hércules (Ron Clements y John Musker, 1997), donde se imitaba el arte de la cerámica de la antigua Grecia. Proviniendo de un estudio que varias veces pareciera ocultar marcas autorales, es agradable apreciar una continuidad estilística en el trabajo de Clements y Musker como dupla. Varios reclamos de repetición se han pronunciado en la recepción crítica Moana, pero el aspecto innovador que alegan que falta en la trama sí está presente en ese regreso a la exploración de la animación como lenguaje por parte de una película mainstream.

A pesar de todos estos aspectos de notabilidad técnica, sí es cierto que existen carencias en el argumento de Moana. Como en la cinta anterior del estudio, Zootopia (Byron Howard y Rich Moore, 2016), pareciera que algunos segmentos musicales se encajan a la fuerza para cumplir un rol de entretenimiento fácil. Asimismo las canciones, si bien algunas resultan más o menos memorables, responden a la azucarada fórmula de las películas de princesas, repitiendo un esquema que esta vez no entiendo por qué se niegan a renovar. Moana, entonces, está en constante fricción entre proponer variaciones verdaderamente o no hacerlo, pero para el cierre se aferra a las convenciones en un apresurado y decepcionante final que recuerda (esta vez no en forma de homenaje) al de La princesa Mononoke (Hayao Miyazaki, 1997), aunque sin la profundidad discursiva de esta.

Héctor Oyarzún

Nota comentarista: 6/10

titulo original: Moana. Dirección: Ron Clements, John Musker. Guión: Jared Bush. Montaje: Jeff Draheim. Música: Mark Mancina, Lin-Manuel Miranda, Opetaia Foa’i. Reparto: Auli’i Cravalho, Dwayne Johnson, Rachel House, Temuera Morrison. País: Estados Unidos. Año: 2016. Duración: 113 min.