La directiva (2): Realismo institucional
El primer estreno Miradoc de este año viene precedido de buenos comentarios y el premio a mejor documental Fidocs 2017. Se trata del tercer largo documental de Lorena Giachino luego de Reinalda del Carmen, mi mamá y yo (2006) y El gran circo pobre Timoteo (2013), en cuya línea de observación, rigor investigativo y dramaturgia de la realidad podríamos establecer una continuidad artística. Como en su anterior documental -del que hay una pequeña cita al inicio de La directiva- Giachino se inclina por universos populares y las dinámicas comunitarias.
Ajena al sentimentalismo, al miserabilismo o la “épica”, Giachino pretende más bien otorgar una cierta dignidad al universo y personajes que busca retratar, poniendo los recursos fílmicos al servicio de tal misión. Su “cámara invisible” acentúa elementos del espacio y los gestos, los suficientes para generar una plástica social de las pequeñas instituciones de barrio, el mundo amateur del fútbol y una entrañable tradición republicana que parece hablarnos de un Chile que, residualmente, subsiste. Quizás una de las dimensiones más interesantes de este documental gira en torno a este “off” histórico de un civismo residual resguardado en la memoria de los clubes sociales, las juntas vecinales y agrupaciones sociales, donde se establecen pugnas, luchas, diferendos, en perspectiva de llevar adelante una institución que busca el bien de todos.
Así, La directiva pilla a la federación de árbitros amateur en pleno proceso de organización y votaciones. Aquí son todos viejos conocidos y los problemas históricos que acarrea la entidad futbolística no son tan distintos a los que ocurren en otras esferas de lo social: cierto descuido e inercia han complotado para que este organismo vuelva a brillar como era. El nuevo presidente y su directiva se ven decididos a recuperar su lugar histórico. En una serie de momentos vemos el esfuerzo de José Castro, el flamante presidente, por intentar llevar adelante esta federación, no sin contratiempos.
Los staccato musicales, la fijación en los detalles del espacio (tales como las estatuillas que acompañan la gráfica) y las características gestuales de sus personajes elegidos, construyen un universo fuera del tiempo histórico, enfatizando la observación de lo que constituye ese espacio. Cercano, en ese sentido, a los documentales que viene desarrollando Maite Alberdi, Giachino en comparación desacelera la acción en servicio de la observación y la descripción, en una especie de realismo de la ruina institucional, sin “intervenir” el universo que busca mostrar.
Alguien ha dicho que la película es una metáfora política del país en los tiempos que corren, lo que es cierto y puede leerse así. También es cierto que el realismo descriptivo de Giachino elude este impulso “metafórico” para centrarse en un ejercicio de observación resguardando el “respeto de la realidad” que lleva al documental a cierto literalismo descriptivo, una mirada que presupone una “no influencia” en el real observado.
El efecto “mosca en la pared” del tratamiento, no se subsana del todo con las situaciones ocurridas y aunque Giachino está siempre firme y coherente en el tono y punto de vista del relato, no todos los caminos llegan a Roma. Lo que quiere decir que la mirada documental observacional elegida tiene a su favor el rigor y la coherencia y en su contra la naturalización de los “factores” y “condiciones” de lo observado. Es ahí cuando el dispositivo no tensiona el mundo real sino que solo lo deja “suceder” frente a la cámara. Esto da como efecto no sólo que sus personajes sean “entrañables” sino que representados desde una cierta melancolía del otro perdido.
Es hora, creo, de hablar del naturalismo documental y los recursos de puesta en escena, ya sea para crear este efecto o su contrario, respetando las reglas que cada director se impone para llevar a cabo su estrategia de abordaje documental. Pero esta decisión estratégica ¿no es, también, una toma de decisiones formales para hacer que “las cosas” sucedan frente a la cámara? ¿Y no es, precisamente, la cámara la que hace que ellas se ordenen y organicen de una cierta manera, en la medida que su presencia afecta a sus personajes? ¿Y qué decir sobre preferir un tipo de tratamiento de cámara que puede favorecer o no el enriquecimiento expresivo y narrativo de un documental? ¿Podemos exigir algo desde acá?
Son preguntas que me hago, en pos de discutir el documental a partir de los procedimientos y las elecciones que realiza un director para sostener su puesta en escena, y en el marco de precisar la crítica al documental como género o formato. Esta es la aventura del documental chileno actual. Una que pugna entre el descubrimiento y la apertura de su sistema expresivo y su acomodamiento o cercanía a modelos documentales -y subgéneros, podríamos decir- medianamente reconocibles por su audiencia. En ello se definirán itinerarios y caminos a futuro, mientras que en su forma de hacer del documental se propone una mirada “analítica” y, a la vez, “afectiva” del Chile actual.
Nota comentarista: 7/10
La directiva. Dirección: Lorena Giachino. Guión: Lorena Giachino. Producción: Paola Castillo. Fotografía: Pablo Valdés, Eduardo Cruz Coke. Montaje: Javiera Velozo, Lorena Giachino. Música: Camilo Salinas. Sonido: Roberto Espinoza. País: Chile. Año: 2017. Duración: 70 min.