Ella es Cristina (1): En tonos menores
En lo que puede ser el primer acercamiento chileno exitoso al mumblecore, ese subgénero de comedia/drama independiente estadounidense de este siglo, Ella es Cristina comparte el mundillo de jóvenes de clase media que orbitan la treintena, en búsqueda de estabilidad afectiva y laboral, retratados en su cotidianeidad, sin alardes de registro ni subrayados narrativos o excesos melodramáticos, donde prima más el habla que las acciones, todo en soporte digital y escuálidos presupuestos. Heredando tanto de las escuelas del realismo como los primeros filmes de la nueva ola francesa que atacaban el verismo desde una óptica novelesca o la impronta desnuda de Cassavetes, este tipo de filmes vino a refrescar el espectro de las talkies a la Woody Allen con un toque generacional y juvenil que bien puede mirar de frente a sus vecinos de las teen movies.
Con antecedentes ejemplares como los clásicos del indie gringo, Metropolitan (Whit Stillman, 1990), Slackers (Richard Linklater, 1991) o Go Fish (Rose Troche, 1994), el término mumblecore se utilizó a partir de trabajos de los directores-actores Andrew Bujalski (Funny Ha Ha, 2002), Joe Swanberg (Kissing in the Mouth, 2005), Jay Duplass (The Puffy Chair, 2005), Aaron Katz (Dance Party USA, 2006), Lynn Shelton (We Go Way Back, 2006), quienes en muchos casos participaban unos en películas de otros. Su penetración en la industria finalmente dio luz a epígonos televisivos, como las series Easy (Netflix) y Girls (HBO), o la consagración de una actriz que hizo carrera en este tipo películas, Greta Gerwig con Frances Ha (Noah Baumbach, 2012), para luego pasar de la actuación, escritura y codirección al control general con su Lady Bird (2017).
En cuanto a Ella es Cristina, es el debut del guionista Gonzalo Maza dirigiendo. Menos cercana a sus trabajos para Sebastián Lelio (Gloria, 2013; Una mujer fantástica, 2017), la personal propuesta de la película comparte vecindario con trabajos de Che Sandoval (Soy mucho mejor que voh, 2014; Dry Martina, 2018) o Días de Cleo (María Elvira Reymond, 2017), en compartir un espacio urbano muy localizado (aquí providencio-ñuñoíno), personajes que recuperan estereotipos idiosincráticos en personajes singulares, con una adscripción de clase y género reconocibles aunque no retratados asiduamente en el cine chileno. A ello se suma el blanco y negro para presentar a Cristina (Mariana Derderián); su ex, Rubén (Néstor Cantillana); su nueva pareja, Rómulo (Roberto Farías); y su amiga, segunda protagonista de la película, Susana (Paloma Salas). Ambas amigas tienen un quiebre en su relación que las dispone a serpentear entre parejas y un taller literario, en el caso de Cristina, y padres y accidentes, en Susana.
La separación de las amigas y los debates que ellas sostienen entre hombres y padres es el indicador del bromance femenino (llamémosle girrrlmance) que sostiene el armado de la película. Si las chicas son inseguras, directas y transigentes, los chicos son intransigentes, hipócritas y ególatras. Una de las brechas de género que abren los personajes de Farías y Cantillana es el refugio a la impotencia masculina que otorga la ínfula de superioridad intelectual que ejercen sobre las mujeres, siendo marcadamente un caso de infantilismo el de Rómulo. Algunos de los momentos más graciosos y patéticos son los protagonizados por este personaje, que ya desde su construcción física, de barba, corte de pelo y lentes recuerda a tanto cliché de la moda hipster. En cuanto a Cristina, su actuar parece propicia para tipos así, con su confusión y pasividad. La ingenuidad del personaje la lleva a frustrar su autonomía, algo que Susana, más observadora y cínica, intenta hacerle ver “como buena amiga que es”, aunque Cristina pretende una meta más cortoplacista como tener sexo. Los intereses personales son, a fin de cuentas, lo que va moviendo la acción durante la película, lo que es evidente en el caso del padre de Susana cuando le pide un préstamo en dinero.
Lo que la película logra a nivel de diagnóstico de las relaciones entre ellas y ellos a la larga se desdibuja por la descompensación entre los personajes. Aunque Cristina se lleve el título y su presencia sea ninguneada por sus parejas, eché de menos más idas y venidas del personaje, quedando a la saga de Susana, con un conflicto menos evidente pero más definida en su torpeza. Tal vez esto se debe a que, después de todo, hay una tendenciosa comicidad en el desarrollo del personaje de Paloma Salas que en el de Mariana Derderian, que se va encaminando en terrenos que son más afines al drama a secas (o al melodrama).
Aunque el principal problema que enfrenta la película, es cierto regodeo en el tono menor, algo que efectivamente no es un defecto, pero que cierra la puerta a una pretensión más pop que está en el cuerpo de Ella es Cristina, así como en el mumblecore y toda comedia: la identificación de varios, no de pocos elegidos. Es el precio que se paga por ser personal. Aun así, Gonzalo Maza recién está mostrando otra faceta más de su trabajo. Esperamos ver nuevas que vayan sumándose a las que ya conocemos.
Nota comentarista 6/10
Título original: Ella es Cristina. Dirección: Gonzalo Maza. Producción: Salma Hayek, Siobhan Flynn, Carmen Luz Parot, Gonzalo Maza, Nicolás San Martín, Andrés Valdivia, Horacio Valdivia, Alejandro Wise. Guión: Gonzalo Maza. Fotografía: Benjamín Echazarreta. Dirección de Arte: Limarí Ascui. Montaje: Andrea Chignoli. Música: Cristóbal Carvajal. Reparto: Mariana Derderian, Paloma Salas, Néstor Cantillana, Roberto Farías, Alejandro Goic, Claudia Celedón, Lucas Balmaceda, Daniela Castillo, Paola Lattus, Bernardo Quesney, Elsa Poblete. País: Chile. Año: 2019. Duración: 82 min.