A veinte pasos de la fama (“Twenty Feet from Stardom”, Morgan Neville, 2013)
El espectáculo de rock, con toda la parafernalia, exaltaciones de egos, pirotecnia y grandes luces, se sustenta silenciosamente en la capacidad que tengan las coristas en tanto “actrices secundarias” capaces de provocar un entorno que envuelva al espectáculo de un aura de perfección que estilice y vigorice las canciones coreadas por las masas. A 20 pasos de la fama acierta al acceder en ese mundo marginal y oculto, sustentado por el trabajo artesanal de mujeres que con sus voces, ese instrumento que delata la autentica expresividad del alma humana, son el soporte sonoro de muchas de las grandes canciones de conforman el canon musical del siglo XX. De ahí que este documental resulte un registro necesario sobre el valor reivindicativo que merecen cientos de voces femeninas que, con su ingenio expresivo y el particular ángulo de visión emotivo que estamparon en sus interpretaciones, han moldeado y acrecentado melodías que ya forman parte de la memoria colectiva de varias generaciones.
Algunos han criticado este documental por su escaso interés dramático o el ejercicio un tanto melifluo que busca contentar a melómanos, exaltando el valor celebrativo y condescendiente de su línea argumental. Es cierto. Aquí no veremos un ajuste de cuentas por injustos olvidos ni descorreremos el velo discriminatorio que impidió, hasta hace poco, conocer los valiosos aportes de aquellas mujeres que, con voces maceradas en años de góspel en iglesias cristianas, muchas veces extraen lo que la canción no puede decir por sí misma, expandiendo los límites de una simple melodía. Viendo los registros sonoros de antaño o incluso escuchándolas cantar con sus años a cuestas y después de largas postergaciones, presenciamos la magia, la transfiguración que implica modificar una simple melodía en una vibración sonora que lucha por convocar la belleza transcrita en un papel. Es por eso que se agradece que Morgan Neville subraye que fue solo con la asunción de mujeres de color al mundo del soul, liderado en ese entonces por Ray Charles, cuando este género adquirió renovados niveles de complejidad, ampliando la sonoridad de los géneros propiamente afroamericanos, pero también esparciendo los hallazgos de sus texturas vocales a toda la música popular, algo que Phil Spector supo percibir mejor que nadie dentro de la industria americana.
Figuras que el documental sitúa como referentes son las de Lisa Fischer, Merry Clayton y, por sobre todo, la graciosa presencia de Darlenne Love que junto a The Blossoms transformó la escena del apoyo vocal que hasta ese entonces era liderado por las voces blancas y mediocres autorizadas bajo la tutela del racismo imperante. El documental transcurre con testimonios actuales realizados a las protagonistas, alternando con imágenes de archivo. También hablan Mick Jagger, Sting, Sprinsteen, Cocker, en fin, la constelación de estrellas que han cimentado sus exitosos y lucrativos espectáculos masivos siempre bajo el alero silencioso y efectivo de sus coristas.
En conclusión, A 20 pasos de la fama es un documental en cierta forma terapéutico, gracias a que al fin vemos el ejercicio liberador y catártico de sacar a la luz la vida y obra de mujeres que han vivido en las sombras y que, al menos por noventa minutos, despliegan la belleza de sus voces no desde el rincón de un escenario sino desde el centro de la escena, con el foco de la cámara iluminando sus rostros relegados, exhibiendo sus voces en busca de la constante tensión propia del intérprete por transmitir una huella propia, distinguible y, al mismo tiempo, ser fiel a una estricta estructura melódica. En esa noble lucha, en esa traducción que media entre algo inefable y el hecho estético, gana la música. Y nosotros también, espectadores que reviven viejas melodías y descubren hallazgos que conformarán nuestros futuros recuerdos. Una delicia.
Marco Antonio Allende