Susanna Lira, directora brasileña: “El cine es un arma de guerra y un instrumento de paz, también”

Quiso el azar que justo cuando se desarrollaba la novena edición del Festival de Cine de Mujeres (FEMCINE) con la retrospectiva de la cineasta brasileña Susanna Lira, cuyas películas denuncian la discriminación a las mujeres, el racismo y la homofobia, pasara por Santiago en visita oficial el Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que con sus discursos de odio, su apoyo a la tortura, a la pena de muerte y a la dictadura de Pinochet representa un retroceso en la comprensión de los derechos humanos.

Esta incómoda coincidencia estuvo presente en las conversaciones que Susanna Lira mantuvo con el público que asistió a la exhibición de cinco de las diez películas que ha realizado en 18 años (que han tenido como común denominador historias de mujeres y de grupos de especial protección, como jóvenes afrodescendientes habitantes de favelas) y en el diálogo que sostuvimos con ella para El Agente Cine.

Su documental La torre de las doncellas fue estrenado en Femcine antes de su llegada a salas comerciales brasileñas en mayo próximo y contiene testimonios de mujeres que fueron torturadas en la cárcel de Tiradentes durante la dictadura en los sesenta, entre ellos el de la propia ex Presidenta Dilma Rousseff. Lira demoró siete años en desarrollar este proyecto y convencer a las mujeres de atreverse a hablar (muchas de ellas por primera vez, incluso sin que sus maridos e hijos supieran del horror que vivieron), que finalmente lo hicieron frente al temor de que la historia vuelva a repetirse.

 

Como lo señalaste en uno de tus encuentros con el público, casi todas tus películas tienen que ver con mujeres. ¿Por qué esa opción de trabajar historias de mujeres?

La inspiración de mi trabajo tiene que ver con mi origen. Yo soy hija de una madre soltera, no conozco a mi padre, que es un ecuatoriano que estuvo en Brasil durante la dictadura militar y cuando mi madre le comunicó que estaba embarazada dijo que no podía asumir la paternidad porque era un perseguido político. Mi madre es una mujer muy fuerte, muy trabajadora y muy feminista y desde muy niña yo vi que las mujeres no son descritas, no son narrados sus puntos de vista. Muchas veces son hombres hablando de una mujer. Entonces, cuando empecé a trabajar en el cine pensé que quería dejar a las mujeres hablar sobre ellas, sobre su vida y sus luchas. Entonces, mi inspiración es mi casa y mi madre, que es una mujer muy dulce, pero muy fuerte también. Cada vez que hablo sobre mujeres, quiero hablar más sobre ellas, porque es muy rica y muy compleja la cuestión femenina hoy en Latinoamérica, que es lo que más conozco. Las luchas son muy grandes, la desigualdad de género es impresionante. Brasil es un país donde hay una violencia doméstica muy grande; hay una ley contra los hombres maltratadores, pero no pasa nada y son cada vez más. El Presidente de la República, que está de paso en Chile, es un hombre que se presenta de una forma muy misógina y trata a las mujeres con desprecio.

Justamente a propósito de Bolsonaro, ¿cuál es la situación hoy en relación a las mujeres, en general, y a las mujeres realizadoras, en particular? Han pasado algunos meses desde que asumió, ¿pero ya se nota alguna diferencia desde los organismos estatales de cine?

En el cine brasileño no sabemos qué va a pasar, qué va a acontecer. Son tres meses de gobierno, entonces es muy poco tiempo para visualizar lo que está sucediendo. Pero me preocupa la cuestión de la opinión contraria al gobierno. Yo quiero continuar hablando sobre derechos humanos, sobre las mujeres y creo que lo vamos a conseguir, pero es una gran preocupación. Ya tenemos mujeres en el exilio. Marcia Tiburi es una feminista que fue candidata al gobierno de Río de Janeiro y está en el exilio. Débora Dinis también es una feminista muy conocida y ha tenido que salir del país. Jean Wyllys, que era un diputado congresista de derechos LGTBI, está exiliado. Washington Francia, un activista social muy importante en Brasil, está exiliado en Portugal. Hay un movimiento muy preocupante. La torre de las doncellas se exhibirá en salas de cine en mayo en Brasil, entonces yo espero que pueda continuar ejerciendo mi derecho a expresarme, a hablar sobre cosas que me inquietan.

¿Hasta el momento has sufrido algún tipo de censura?

Hasta el momento no, pero es muy poco tiempo tres meses. Hay un gran temor este año para entender lo que va a pasar en Brasil.

torrededoncellas

La tortura de Dilma

En tu documental La torre de las doncellas, hay testimonios inéditos de la ex Presidenta Dilma Rousseff sobre la tortura que sufrió mientras estuvo encarcelada. ¿Cómo fue ese proyecto, valiente, por lo demás, para poder reunir a todas estas mujeres?

Fue un proyecto de siete años, desde la idea inicial hasta convencer a las mujeres, para que tuvieran confianza de que yo iba a hacer una obra “con ellas” y no “sobre ellas”. Fueron siete años intentando. Cuando estábamos grabando en la torre, la presidenta Dilma estaba en el proceso de defensa del impeachment, entonces no pudo llegar a la torre y por eso su entrevista es separada de las otras mujeres. Es muy importante, es la primera vez que ella habla sobre la tortura que sufrió en los sesenta.

¿Cómo lograste que ella hablara por primera vez después de tantos años?

En la sesión del impeachment, el entonces diputado Bolsonaro homenajeó a un brutal torturador y todas las mujeres vieron allí un gran peligro en el futuro. Eso fue en el 2016. Entonces, el deseo de que no se repitiera la historia les dio la fuerza para que ellas hablaran para esta película.

Del total de mujeres que tú convocaste, ¿hubo muchas que no se atrevieron a hablar?

La mayoría nunca habían hablado, por lo que es un relato inédito no sólo de Dilma, sino también de ellas, que no habían hablado ni con sus maridos ni con sus hijos. Fue un trabajo de siete años muy grande, al que me dediqué mucho porque la lucha femenina durante la dictadura no había sido contada. En la lucha masculina, muchos hombres que pelearon contra la dictadura son conocidos en el mundo entero. Pero ¿quiénes son las mujeres que lucharon, las que estaban embarazadas, las que tenían a sus hijos pequeños, las mujeres estudiantes? En Brasil no se habla sobre eso. Es la primera película sobre el punto de vista femenino de la lucha. Espero que el público vaya al cine para conocer que hoy hay en Brasil un movimiento que estuvo con la dictadura militar, porque no se conoce como fue. Porque si conoces, no es posible que quieras eso. Entonces, yo espero que la película, de alguna manera, nos haga reflexionar sobre lo absurdo que es una dictadura militar.

¿Cómo hiciste para que la película no hablara sólo de dolor, sino que lograra retratar la comunidad que formaron estas mujeres mientras estaban presas? Ellas pudieron soportar esa situación y, a la vez, organizarse en talleres de lectura o tejido y mantener la mente ocupada. El tono de la película no es sólo el drama de una situación límite, sino también tiene una mirada más esperanzadora. ¿Fue ocurriendo eso o desde el principio tú querías dar un mensaje más en esa línea?

Fui descubriendo eso después de estudiar mucho sobre los tres años que las mujeres estuvieron presas en la torre. Yo percibí que ellas crearon un espacio de construcción fuerte, que sólo las mujeres pueden generar. Los hombres que estaban encarcelados en el presidio no hicieron nada, estaban deprimidos. Las mujeres no se quebraron e intercambiaron conocimientos sobre idiomas, economía, biología. El tono de la película es que en la lucha se puede construir en situaciones extremas. Las mujeres tienen ese poder. Criamos a los hijos solas, cuidamos de la casa, de la familia, de nuestros trabajos; tenemos un potencial de creación de fuerza y en cualquier situación alcanzamos éxito. Entonces, la idea era mostrar el potencial de las mujeres y que la lucha vale la pena, es importante, fundamental. Lucha es sustantivo femenino.

Torre de las doncellas (1)

Dado que el penal Tiradentes fue demolido, ¿cómo trabajaste el tema de la representación? Hay mucho de representación teatral en esto de reconstruir un espacio y que las mujeres lo reconocieran. ¿Cómo se maneja el tema de los cuerpos en un escenario que no es el mismo, pero que evoca a aquel donde estuvieron confinadas?

En Brasil no hay sitios de memoria como hay aquí; no hay un museo de la memoria o de derechos humanos, como hay aquí. Entonces, recrear el escenario de actores es un movimiento político de resistencia estética. Vamos a recrear ese espacio, para que no se olvide; son espacio de la dictadura que cambiamos internamente a una fuerza que no esperamos. Como Dilma dice en la película, nos ganamos ese espacio ahí. Reconstruir es importante políticamente, como un movimiento de provocación. Era importante que construyéramos de nuevo la torre, como un ejercicio de resistencia mismo.

 

Memoria corporal

Sentiste que al entrar a ese espacio reconstruido, los cuerpos de las mujeres tenían algún nivel de memoria emotiva. Al acostarse en esas camas, al recorrer esos espacios, podían llegar a sentir algo de lo que vivieron en ese momento. ¿Tú trabajaste con eso, se fue dando espontáneamente, cómo lo manejaste?

Yo aposté, invertí todo el dinero en el escenario, que es muy caro, y si ellas no entrasen en el clima, no hubieran comprendido la propuesta y yo estaría perdida. Yo no entré en la torre, yo estaba con mi equipo en el lado de afuera, con monitores. No interrumpíamos, justamente para que ellas tuvieran la memoria de lo que les ocurrió. Después yo entré en la torre, pero la primera entrada al escenario fue solas. Se produjeron momentos que nos da la película muy emocionantes. Una cosa importante es que los objetos que estaban en la torre son objetos que ellas guardaban en sus casas: muñecas hechas para sus hijas, hay fotos, retratos. Hay una infinidad de cosas que ellas guardaron. Entonces cuando ellas entraron, miraron los objetos y los espacios, y surgió la memoria.

¿Cómo trabajaron el hablar sobre la violencia sexual? ¿Hubo una inducción para que se abrieran a hablar sobre ese tema? Si no habían hablado con sus familias sobre la tortura en general, es menos probable aún que lo hayan hecho sobre la violencia sexual que algunas probablemente sufrieron.

En Brasil hay una Clínica de testimonio, que son médicos psicoanalistas que dan apoyo a las mujeres. Ellos estaban conmigo en los monitores, en caso de que alguna de ellas se sintiera mal. La decisión de hablar fue de ellas, porque desde 2016 la cosa en Brasil está terrible y por eso ¡tenemos que hablar! El silencio de 40 años es mucho tiempo. Si no hablamos ahora, no podemos hacer más nada. Hay gente que pide poner orden en Brasil con una dictadura militar y eso es un absurdo. Tenemos que hablar sobre qué ocurrió en Brasil y cada una de ellas habló sobre lo que quería hablar. Yo hice la película “con ellas”, no “sobre ellas”, eso es muy importante. Las decisiones yo no las provoqué. La pregunta que les hice fue que me contaran cómo fue su experiencia, entonces cada una hablaba sobre lo que quería.

 

Violencia de Estado

Mataron a nuestros hijos

Cuando tú grabaste el documental Mataron a nuestros hijos en 2016, ¿pudiste notar que había un escenario propicio, por así decirlo, para la llegada de un gobierno como al actual, dado el miedo instalado, o el clima existente? ¿Pudiste verlo, adelantarlo a través de tus proyectos?

No pude adelantarlo, pero Brasil es un país muy racista, muy misógino, entonces las cosas están como están desde siempre. Cuando yo era una niña yo no podía jugar en la piscina, porque yo no tenía padre, podía ser “mala influencia” para otros niños. Ése es Brasil. La violencia de Estado desde la dictadura hasta hoy está siempre: contra los negros, contra las mujeres, contra la comunidad LGBT. Somos el país que más mata a personas LGBT en el mundo. Hay una violencia en Brasil muy grave, que con esta elección me preocupa mucho. El mayor proyecto de Bolsonaro es tener licencia para portar armas; si somos asesinos sin armas legalizadas, con armas lo que va a acontecer en Brasil es una guerra social, una pelea entre todos. Es un momento muy preocupante.

En el documental Mataron a nuestros hijos es como si hoy en Brasil un avión con 150 jóvenes negros cayera todos los días, según datos de Amnistía Internacional. Es muy grave la cuestión de la matanza de jóvenes negros en Brasil. Las mujeres, las madres de estos jóvenes (asesinados por la policía), están intentando luchar, pero no las escuchan.

¿Cómo fue el caso de “las madres de mayo”, a propósito de la matanza de sus hijos?

Es muy triste. Una de las madres que yo entrevisté, se suicidó en el Día de la Madre dos años después de la película, porque las cosas no cambian, no condenan a las personas, no hay justicia; es muy desesperanzador. Después de años de lucha, esta mujer se tomó unos remedios. Quedé devastada y después asesinaron a Marielle Franco. Yo tendría unos debates con Marielle por mi película Legítima defensa (sobre mujeres que actúan en defensa propia ante la violencia de género) y Marielle estaría conmigo en todos los debates. Murió dos días antes que empezáramos los debates. Es una sucesión de cosas y las mujeres son las más aguerridas, las que más sufren.

¿La película generó impacto en la opinión pública, hubo una reacción?

Sí, ganamos un premio en Nueva York en el Festival de Cine, viajamos mucho por el filme. En Brasil hubo un importante debate sobre la película, pero el sistema de justicia fue el mismo. Tenemos un documento de denuncia que los países valoraron mucho y se vio en Estados Unidos, España, Portugal. En Brasil consideraron que era una buena película, pero en Brasil hoy los activistas de derechos humanos criminalizados: dicen que quieren defender criminales. ¡Pero estamos por la defensa de las personas que son vulnerables!

¿Tú haces cine para qué, básicamente?

El cine es un arma de guerra y un instrumento de paz, también. Cuando muestro a las mujeres en la lucha, logrando éxito a pesar de todo, muestro que vale la pena luchar. Siempre digo que mi trabajo es mi militancia, es mi frase preferida.

¿Tú vienes desde el periodismo, verdad?

Hice poco periodismo, para después hacer documentales, que es periodismo profundizado.

Respecto de las mujeres cineastas, ¿en Brasil las directoras hacen más documentales que otros géneros?

Sí, por una cuestión económica, no porque quieran. Donde hay dinero hay hombres; el documental es más barato, entonces las mujeres hacen documentales. Yo acabo de hacer una ficción grande en Brasil, una serie para Universal Channel llamada Caminos de odio, sobre crímenes de intolerancia. Hice la dirección y la creación de escribir los guiones es un trabajo muy grande, pero después de muchos años haciendo documentales. Ahora me permiten hacer ficción y ésta es fruto de la situación que vivimos. Es una mujer comisaria de policía que lucha contra los crímenes de odio. Es una inspiración de mi documental Intolerancia.doc. Tengo otras ficciones, siempre hablando de mujeres y derechos humanos. Mi próxima ficción es sobre mineras en Brasil, a propósito de casos de accidentes mineros en que los relaves mineros acabaron con dos ciudades. En realidad no son accidentes; son crímenes de esas mineras. Empresas que extraen minerales de la tierra de una forma irresponsable. Es una ficción que habla también del movimiento evangélico, que es una de las cosas más preocupantes que hay, porque el discurso político con el discurso religioso es la peor cosa que puede acontecer.

Para terminar, tú dijiste en la presentación al público que tu documental Nuestros cuerpos son más es una crítica a la represión que sufren los cuerpos de las mujeres. En el fondo es una forma de violencia. ¿Por qué decidiste hacer esa película centrada específicamente en los cuerpos de las mujeres?

Nuestros cuerpos están en el frente de guerra siempre. El sistema decide sobre nuestros cuerpos todo el tiempo: sobre aborto, el fitness. Todos nos quieren decir qué hacer. Entonces, es un cuerpo político. Es un cuerpo que quiere ser libre, que quiere ser feliz con lo que es, pero no se lo permiten. Es una decisión biológica hablar sobre el cuerpo de la mujer. Cuando estamos más viejas, es peor. La industria de la belleza, de cirugía plástica, de procedimientos estéticos es una locura. Nosotras nos dejamos ser mutiladas, les operan los senos, las nalgas, es una locura. De aquí a cincuenta años cuando miremos para atrás, veremos la barbarie que es hoy. No podemos permitir tanta violencia, es una forma de violencia muy grave, es una violencia psicológica que nos hace infelices. Es una cuestión muy capitalista también, porque cada vez que sientes pena o insatisfacción constante, tú compras. Es una gran descontento. La revolución es femenina, entonces nosotras tenemos que reflexionar sobre eso y cambiar nuestra miradas. Hablar sobre el cuerpo es hablar sobre política también.