¿Qué es MÁRGENES? Conversación con Gonzalo De Pedro, director artístico del Festival

Del a 1 al 5 de Diciembre en el Centro Cultural de España se realizará el Festival de Cine Márgenes, el quinto en su versión y el primero en nuestro país. Márgenes se ha situado como un lugar de encuentro para la cinefilia iberoamericana innovando no sólo en la curatoría, dando espacio a filmes que difícilmente podamos ver de otro modo, si no también en la utilización de plataformas digitales y análogas, siendo a su vez tanto un festival «on line» como «presencial»  en simultáneo en diversas ciudades del mundo. De forma inversa a la llamada «crisis de sala comercial» Márgenes se sitúa desde el polo contrario: ya que podemos acceder a los filmes virtualmente es necesario re-inscribir los tipos de experiencia en el espectador contemporáneo. Gonzalo de Pedro, programador y director artístico del Festival nos cuenta como surgió el festival y sus principales motivaciones. ¡Los dejamos invitados a Márgenes!

¿Qué es Márgenes? ¿Cómo surge y cuáles son sus principales motivaciones?

Márgenes surgió en un momento de profundo cambio en el panorama del cine español: la digitalización había provocado una escisión muy grande entre la gran industria, que vio en las tecnologías digitales la oportunidad de hacer lo mismo, con los mismos, pero de forma aparentemente más económica, y un cada vez más boyante y fructífero panorama “al margen”, que no encontraba acomodo de ninguna forma en la industria. Estamos hablando de los años previos a la gran crisis económica. Posteriormente, con la debacle económica, esa producción al margen (marginal en principio por cuestiones de producción, pero no solamente) va camino de consolidarse como una verdadera alternativa, al menos en términos de prestigio, en un momento en que la industria está prácticamente desaparecida, y lo único que quedan son las grandes producciones. Es en ese momento de cambio cuando nace Márgenes, al principio como un festival exclusivamente online, y dedicado al cine no industrial en España, y así se mantiene durante las dos primeras ediciones. Es a partir de la tercera, cuando me ofrecen hacerme cargo de la dirección artística, cuando el festival se amplía a latinoamérica y Portugal y consolida la apuesta por simultánear proyecciones en sedes físicas con el streaming online, gratuito para todo el mundo. La primera decisión, que era algo que el equipo de Márgenes ya había valorado, responde a la propia lógica del festiva: un certamen abierto a todo el mundo no puede centrarse en el cine de una única nacionalidad, y es obvio que las películas y los cineastas se nutren del diálogo más que del aislamiento. Por otro lado, nunca hemos compartido la visión pueblerina de reivindicar un cine nacional, cuando lo realmente interesante es esa idea que está en el corazón de márgenes: el encuentro, el diálogo, el enriquecimiento a través del conocimiento. Esto nos lleva al segundo cambio importante: el de la convivencia entre digital y salas, entre streaming y proyección clásica, se basa en la voluntad de encontrar caminos, distintos a los habituales, para hacer posible el encuentro entre las películas y su público, y en la creencia, creemos que no ingenua, de que las dos realidades pueden coexistir, y apoyarse y enriquecerse mutuamente, y no anularse, como plantean los festivales al uso. Así llegamos a la quinta edición, en la que creo que están consolidadas las dos ideas: un concepto de margen que ha dejado de ser económico (lo que en España se ha venido a llamar, muy desafortunadamente, cine “low cost”) para ser más bien ético, social y político, y una idea de aprovechar las nuevas tecnologías, pero también las complicidades, para favorecer la circulación de las películas.

¿Márgenes se enfoca a algún género en particular? ¿Qué lo define como línea curatorial?

Ocurre algo curioso: mucha gente cree que Márgenes es un festival de cine documental, quizás porque yo me formé como programador en el Festival Punto de Vista, y porque la renovación artística del cine en España que hemos vivido en los últimos años procedió, en un primer momento, de la escena documental, muy viva frente a una de ficción, fuertemente arraigada en la industria y mucho más inmovilista durante años. Esto ahora no es así, y la explosión se ha producido a todos los niveles, y Márgenes trabaja con eso, con un pie fuertemente arraigado en lo real, pero sin perder de vista que la ficción es una capa más de nuestra vida, un poco como plantea el FIDMarseille en su programación. Por otro lado, la linea curatorial, que existe, siempre he creído que se define andando, haciéndola, no teorizándola a priori, y que la mejor manera es comprobarla en lo que seleccionamos (y en lo que dejamos fuera), pero creo que tiene que ver con ese concepto expandido de lo marginal, aplicado a todos los ámbitos, especialmente a lo político, a lo social, a lo geopolítico, a lo íntimo, a lo sexual, a lo genérico, a lo comunitario, a lo colectivo, a lo ideológico. Como decía antes, no nos interesan las películas por la pobreza (o riqueza) de sus condiciones de producción, no glorificamos la precariedad ni condenamos las películas hechas con dinero, sino que buscamos una determinada actitud ante el mundo, que se traduce en decisiones estéticas, políticas, sociales.

¿Cuál es vuestra evaluación hasta el momento? ¿Cómo se proyectan a futuro?

La evaluación creo que es muy buena, sobre todo si tenemos en cuenta que Márgenes es un festival hecho con una precariedad de recursos enorme: apenas una ayuda de 5.000 euros del Ministerio de Cultura de España, 1.500 euros de la Embajada de Portugal, y poco más que aporta River Lab, que es la pequeña productora de la que nace el proyecto. El resto, y esto es lo importante, es una red de complicidades y colaboraciones entre gente e instituciones afines, como es el caso de La Fuga, que quiso llevar Márgenes a Chile en colaboración con el CCE.  Una red de pensamiento colectivo, de trabajo en comunidad, que creo que es la gran fortaleza del festival, o al menos su signo más significante. No negaré que me gustaría trabajar en mejores condiciones económicas, pero también es cierto que me interesa mucho esta posibilidad de tejer redes de trabajo colectivo, de pensamiento colectivo. Hacia el futuro: me interesa mucho pensar y desarrollar métodos para que las distintas sedes dejen de ser solo receptores de contenido (aunque no lo son del todo) y formen parte del proceso de construcción, pensamiento y diseño del proyecto. Es algo a explorar, y creo que es por donde debería crecer el festival, por esa idea comunitaria, de dar a la comunidad lo que ella misma reclama, lo cual de alguna forma, anula el propio concepto clásico de festival, de curaduría, de programación, o al menos lo hace tambalearse. Y desde luego, lo que nos motiva, o lo que me motiva, es aquello que me obliga a replantearme-replantearnos los dogmas que tenemos asumidos. Así que hacia el futuro no me interesa tanto un crecimiento exponencial, en números, como otros festivales, que optan por el gigantismo, por lo espectacular (incluso dentro de la precariedad), aunque ese crecimiento se haga a base de la explotación y la reproducción a pequeña escala de pequeños abusos capitalistas, sino hacer algo sostenible para todos: para quienes trabajamos en el festival, para quienes lo acogen, y también para los cineastas. Un detalle, que puede parecer menor, pero que para mí es central en nuestro ideario: pagamos por las proyecciones que no están en sección oficial. Este año en Madrid hay dos retrospectivas, una del argentino José Celestino Campusano, y otra del portugués Manuel Mozos, y en ambas dos los autores cobran derechos por la proyección de las películas, los subtituladores cobran por su trabajo, y las sedes ingresan el dinero de las entradas. Lo contrario, proyectar sin pagar, emplear voluntarios, pedir favores por sistema, me parece no solo injusto, sino sencillamente explotador, y creo que el festival ha de ser sostenible, y coherente, también en estos detalles. Por eso no tenemos voluntarios, y solo asumimos los retos y las programaciones que podemos afrontar también económicamente, aunque eso implique crecer menos, o renunciar a una visibilidad o espectacularidad mayor. Lo cual, obviamente, no nos hace perfectos, pero sí al menos nos ayuda a construir algo entre todos para todos.

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¿Qué nos puedes comentar de la programación de este año? ¿Qué criterio crees que orientó la programación? ¿crees que haya algún elemento en común? ¿Tienes algunas sugerencias?

Como director artístico no puedo hacer recomendaciones, no puedo privilegiar algunas películas sobre otras, todas están ahí por alguna razón, y porque de alguna forma, dialogan, aunque sea a gritos, con el resto de películas. Sí puedo explicar que los criterios responden un poco a esa idea de repensar constantemente el concepto de marginalidad y centralidad, a todos los niveles, desde un punto de vista político, estético, político, temático e incluso geográfico. Sí puedo decir que estamos especialmente contentos porque el festival parece que va llegando a espacios que teníamos un poco descuidados, o que nos resultaban de difícil acceso: tenemos películas peruanas, tenemos películas de República dominicana, tenemos portuguesas (Portugal, para el imaginario español, sigue siendo un gran desconocido, o más bien un gran ignorado). Obviamente, no seleccionamos una película por su país de producción, pero desde el momento en que el festival lleva el concepto de margen en su nombre, estamos obligados a explorar esos márgenes, no como un castigo o una penitencia, sino porque forma parte de nuestra labor, escapar de los centros de poder, de pensamiento, de producción ideológica.

¿Cómo piensan desde Márgenes las relaciones local/global? ¿Cuál creen, en ese sentido, que falta pensar al respecto del circuito global de festivales?

Los modernos llevan tiempo hablando de ese concepto que llaman “glocal”, la mezcla entre lo muy local y lo muy global. Y podría parecer que Márgenes en alguna manera es la encarnación de esa idea: un puente para crear comunidad a través de dos herramientas, las físicas y las virtuales, las proyecciones en sala y el streaming online. Son dos mundos aparentemente incompatibles, o distantes entre sí, pero creo que de alguna manera, el festival ha logrado, o está logrando, crear, o reforzar, una comunidad en unos intereses comunes, que pasan por una determinada manera de entender el cine. Márgenes es un rara avis en el circuito de festivales, porque viene a poner en duda las políticas de estreno, esas que piden exclusividad a las películas por territorios: ¿es incompatible un estreno físico con una proyección online, abierta a todo el mundo?; ¿ha de quedar excluida una película de un festival porque se haya podido ver online? Es un tema complejo, y los grandes festivales tienen sus razones para exigir exclusividades, y probablemente en algunos términos las exigencias sean legítimas; lo que Márgenes viene a plantear es que quizás hay caminos intermedios, y que el futuro no pasa tanto por lo nuevo, lo exclusivo, sino por la capacidad de filtrar, de convertirse en un espacio confiable. Por ejemplo: a través del sello Márgenes este año hemos comenzado a distribuir películas en cines comerciales de España, y arrancamos con una, Las altas presiones, que previamente había estado online, y gratis, para todo el mundo. Muchas distribuidoras les dijeron al director y al productor que era una locura, que iba a ser una ruina, y sin embargo, la película, que se estrenó en Mayo, sigue acumulando proyecciones, y estuvo unos tres meses en cartel, lo cual nos hace plantearnos si las dinámicas entre lo físico y lo virtual no son tan estrictas y excluyeres como muchos decían, y al contrario, puedan ser dos realidades que se alimenten y se complementen entre sí. Lo que está claro es que estamos en un momento de cambio, y Márgenes ha apostado por ensayar. Y el propio término ensayo lleva en su interior la posibilidad del error, del fallo. Y eso nos motiva.