Aldo Garay: “Gasto mucha energía en intentar hacer entender al retratado qué es lo que se está haciendo con su imagen, con su vida, con su voz"
Hasta el lunes 4 de Julio podrá verse El hombre nuevo el sexto largometraje desarrollado hasta la fecha del uruguayo Aldo Garay en la Cineteca Nacional, el que luego empieza una gira por regiones. Ganador del Teddy award del Festival de cine de Berlín el año 2015, el filme no sólo confirma la sólida carrera del cineasta si no que la profundización de un método que se mueve en los límites de la ficción y el documental en el retrato de Estefanía, una travesti con un pasado vinculado al sandinismo, un cambio de país y de sexo. La cinta a su vez es un reencuentro entre Garay con un personaje que registró en cortometrajes anteriores, confirmando la potencia de una historia y de paso una reflexión sobre la construcción identitaria. Durante su estreno pudimos conversar con el director en torno a motores, procesos y métodos del filme.
¿Cómo conociste a Estefanía? En la película hay material de un registro previo de ella ¿Cómo fue fue tu encuentro al pasar de los años?
Está documentado en la película. Hay un registro del 93 que formó parte de lo que fue mi primer trabajo que se llama Yo, la más tremendo (1995), y luego hay un registro del 98, en el que intenté hacer esto, lo que resultó ser una nueva película el 2015. Entonces, tenemos una relación de conocernos de hace más de 20 años, estuvimos tiempo sin vernos, porque ella luego se mudó. Nos conocimos porque en el 93 tenía una Hi8 y registraba todo lo que estaba cerca y con ella éramos vecinos en el barrio de Palermo.
Ese trabajo inicial fue un trabajo coral, participaron muchas, pero en particular la historia de Estefanía siempre me impresionó mucho, hasta el punto de querer ayudarla, y buscar saber si verdaderamente esa historia era cierta. Porque también la revolución Sandinista estaba muy presente, fue una época política que tuvo mucha visibilidad. En Uruguay, por el carácter de la revolución Sandinista tuvo mucha adhesión, mucha empatía, te diría que más amplia que la revolución cubana, luego vino una debacle absoluta, pero hasta ese momento aún se veía con simpatía, aunque en el 93 había ganado Violeta Chamorro. En ese momento no tenía el contexto de su familia biológica. Porque ella también le perdió el rastro, aunque estamos hablando del 93 o sea relativamente poco tiempo, menos de 10 años que se había ido, pero ya había cortado todos los lazos.
Sobre ese encuentro con la familia biológica ¿tú tenía una investigación previa y fue un poco llegar y ver qué pasaba? Registras el momento del Facebook.
Ahí el Facebook resultó una herramienta muy importante, yo, por ejemplo, no lo uso, no tengo, pero en este caso me resultó fascinante. Me llama la atención el Facebook en general, porque me parece que son como falsos documentales de cada uno de nosotros mismos. Me decía “No sé nada de mi familia” y cuando me dice el nombre de uno de sus hermanos saltó en seguida su página de Facebook.
Sobre la investigación, yo siempre trato de generar un pacto con el azar. Me parece que hay que cerrar cosas, por ejemplo, la responsabilidad de producción y de viabilidad de las cosas, pero también creo que hay que dejar espacio. Yo necesito en la pulsión encontrarme con cosas todos los días, soy un tipo que me aburro si sé todo. Pero me aburro en serio, al punto que me puedo desmotivar y no hago nada. Entonces necesito no tener todo cerrado. Sí tener una puerta de entrada, ahí fue Winston, lo que se documenta ahí es el contacto. Todo lo demás, evidentemente, en su perfil dice que es creyente, había mucho énfasis en lo religioso, en la Biblia, Jesús. Ya me dibujó un escenario.
La investigación siempre estuvo centrada en el conocimiento vital y emocional de Estefanía sobre todo, lo que venía después se iba descubriendo, teniendo algunas puertas de entrada pero no todo cerrado. Incluso creo que cerrar las cosas a veces complica o es demasiado previo. Porque uno tiene que tener mucho cuidado con las palabras con que plantea las cosas y esta es una situación muy extraña. Entonces eso amerita escribirle y decirle “yo sé dónde está tu hermano, pero en realidad ese hermano no está tal cual como se fue”. Hay que tener mucho cuidado porque el familiar no conoce la transformación del otro, cómo llega el mensaje, ese contexto religioso es muy cargado y hasta fanático. Entonces fue como una situación muy lenta. Y también tratando de ser muy claro y sencillo de que este no era un programa del tipo de gente que busca gente, para evitar ese tipo de cosas. Porque hay una atracción tan instalada de una gran masa de televidentes de toda América. Yo trabajo bastante en reportajes en la calle, y ya no hay que explicarle nada a nadie, todos saben cómo reaccionar. Todos ya somos actores naturales, sabemos cómo tenemos que reaccionar ante el formato que nos proponen. Hay que ser muy cuidadosos en eso para marcar tus premisas, pactando con lo que surge de esa realidad, de ese encuentro de situaciones con disensos. Todo ese tipo de cosas tuve que trabajarlo con mucho cuidado. A veces más que hablando sin decir nada, dejando que las cosas se resuelvan naturalmente.
Hablando de la metodología, me parece que se mueve entre el control y el descontrol de la puesta en escena.
Hay parte de las dos. En Montevideo es el control absoluto y en Nicaragua es, se podría decir el descontrol en el sentido de que naturalmente empiezan a intervenir otras personas-personajes, ese es el otro tema de que en realidad nadie en el documental se representa tal cual es sino lo que están poniendo en escena. Y claramente la estructura está con una puesta en escena muy controlada en Montevideo donde sí hay cosa emocional de Estefanía importante, y se muestra el personaje y en Nicaragua es más coral, ella cede un poco esa línea emocional y la transfiere a su familia. Y ahí sí me fui adaptando en función de las cosas que iban surgiendo, no podía hacerla de otra forma que eso, pactar por esa realidad y ese azar.
Esta construcción de identidad contingente y de alta puesta en escena me parece una de las ideas centrales. También está en el título, la idea de un “hombre nuevo” sobre en todo en términos de esa puesta en escena de Estefanía, ella constantemente se transforma en muchos personajes que se ponen en escena en retratos, poses, fotos del Facebook.
Ella es un personaje que se autoconstruye constantemente, incluso a veces la dificultad que tuvo fue tratar de hallar el mismo personaje en todas las situaciones, porque siempre hay cambios. Cosa que es muy rico en un punto, pero por otro lado puede generar muchas contradicciones, entonces hay que tener mucho cuidado. Con respecto al título sí, no es un título inocente, pero yo creo que hay varios hombres o posibles hombres nuevos dentro del relato. Desde lo religioso, ni hablar de lo político, ni hablar de la condición identitaria. A mí me parece que en ese sentido queda abierto y que cada uno pueda interpretar. Insisto, no tengo la capacidad filosófica para decir este es el hombre nuevo, para mí hay muchos ahí, yo me quedo con partes de todos juntos y que cada uno piense lo que quiera.
(Pregunta del público) Sobre la manera cómo se representa el personaje en el sentido en que hay detrás una producción y quedó claro una puesta en escena que bordea mucho la ficción. Y esto lo relaciono a la situación de que a veces el personaje está casi en una indigencia. ¿Cómo se lidia desde la realización, considerando que hay una producción, un recurso, una puesta en escena, tiempo de la persona, versus el proceso mismo de la película?
Hay dos cuestiones. Uno tiene que ver con ser una producción y el tiempo, eso está más que claro de que esa es parte de la producción. Por lo tanto, su tiempo cuesta dinero, por más que esté cuidando autos y además ella es socia del proyecto, lo que lamentablemente no le pudo resolver del todo, le pudo resolver en parte esa situación, yo no digo de indigencia, si no casi indigencia, porque ha tenido muchas recaídas en otros asuntos y hay momentos que son muy críticos que no se ven en la película porque no iban al caso. Entonces hay una producción que trabajó en dos sentidos, uno en contener a la persona y la otra en construir al personaje, hubo como un desdoble del trabajo que no es habitual generalmente en las producciones. Yo he hecho varias cosas y es la primera vez que me encontré con eso, que el rodaje no terminaba cuando se apagaba la cámara, el rodaje seguía en contener muchas otras situaciones que sabíamos que jamás iban a estar en la película.
Entonces cuando se trata así la realidad, yo reniego mucho de la idea de realidad fílmica, creo que en definitiva uno retrata momentos y representaciones de alguien, y extractos de tiempo y realidades muy subjetivas, pero la realidad en el caso de Estefanía existe y es tremenda. Si la película hubiera tomado ese punto de vista sería otra producción con el mismo personaje. Y que incluso cuestionaría la presencia misma del documental en algún punto, porque vos te presentás a un fondo presentando a un personaje, presentando a una persona que quieres transformar en un personaje que vive esta situación y te vas a preguntar un montón de cosas desde el punto de vista ético-moral, hasta dónde vas, qué quieres hacer con esto. Yo de entrada tenía claro qué quería hacer con esto y también le presenté de forma muy clara de que esto le podía ayudar en algo, pero no le podía resolver su situación de fondo. Resolver en algo, qué quiere decir, más allá de algún peso que le haya dejado, es decir, volver dos veces, ella volvió a viajar a Nicaragua por su cuenta y ahora sí podía conciliar y negociar con su familia.
Y lo otro que es muy importante, que es un valor más moral es reivindicarse. Esta historia que sale acá ella durante años la contó en las calles, “yo estuve en la revolución…” y nadie le creía. Y este relato la hizo apoderarse de su propia épica de su vida, “esto es mío, es cierto y esto soy yo”, y eso, aunque parezca algo relativamente normal para ella fue muy importante. O sea, su autoestima, a su persona, le hizo muy bien. Entonces es una producción atípica donde pasó a otra cosa más de un trabajador social, pero sin ningún afán de hacer caridad ni nada por estilo, tuvo particularidades muy diferentes, que me hizo aprender mucho y preguntarme por esa relación, la realidad, la verdad, documental, la producción. Generalmente cuando te enseñan producción en una escuela de cine no te enseñan estas cosas, te enseñan a lidiar con muchas cosas que no vienen al caso, pero esto no se enseña.
Una cosa que me parece importante es la autoconciencia que tiene el retratado, que tiene que tener claro todo lo que se hace, absolutamente claro y de forma muy sana. Eso me preocupa mucho, que el que está adelante no sepa lo que estamos haciendo. Gasto mucha energía en intentar hacer entender al retratado qué es lo que se está haciendo con su imagen, con su vida, con su voz.
Iván Pinto Veas