Una película de policías: Reiteración de la mentira para volverla realidad
La polifonía de la voz narrativa funciona como un espiral dramático donde la historia se cuenta una y otra vez, pero cada aproximación es siempre una invitación a profundizar y revertir las creencias y seguridades que habíamos afianzado. A partir de esto nuestros juicios comienzan a debilitarse, la vulnerabilidad se convierte en una declaración y, sin cohonestar, una inevitable empatía se hace patente en nuestros corazones.
Una película de policías está construida a manera de matrioshka. Desde el principio, el lenguaje de deconstrucción se convierte en intencionado pretexto para ahondar en la trama. La ambigüedad con la que cada capítulo del film se desarrolla articula hasta el final la pregunta central de qué es una película de policías, a la que Alonso Ruizpalacios responde con un diálogo entre la ficción y la no-ficción con el que logra particularizar un título genérico -como lo es “Una película de policías”-, en una historia personal que por su pertinencia y verdad sobrepasa a sus protagonistas y sus fronteras.
A partir de infiltrar a dos actores a la capacitación (“formación”) policial se comienza a reelaborar la trama de la película, ya que configura a Raúl Briones y Mónica del Carmen como representantes de la voz del espectador y con esto permite cierta reconciliación entre los civiles y la fuerza civil armada. Es por esto que su mayor virtud no es el hecho de que la ficción y la no ficción dialoguen de manera disruptiva, polifónica y descarnada sino cómo a través de esa técnica eufemística logra desnudar a los protagonistas, Teresa y Montoya, frente a los espectadores hasta presentarlos solos, inermes y vulnerables, vale decir, con sus denostados saberes profesionales inconformes y atípicamente “deliberantes” y, aun así, no desprovistos de mística, valía y honor ya que, como los delincuentes delatan y defraudan, los actores personifican, engañan e interpretan únicamente para alcanzar sus fines que no siempre son retorcidos o corruptos, sino al final cotidianos y profundamente humanos.
El relato muestra de manera indirecta, a través del filtro de la “pareja” de actores, el universo policial caracterizado por la corrupción, la brutalidad y la impunidad que trasciende las fronteras de lo público y lo colectivo para enquistarse en lo íntimo y privado. Esa constante enmarca y modula el tono grave y sensato de la película, la cual revela un engranaje compuesto por pequeñas piezas que dejan en evidencia, una y otra vez, el carácter humano y no sólo institucional que compone ese apocado cuerpo civil armado en México, donde el muerto no es el asesino sino el policía; donde se les pide a los cuidadores que cuiden a la comunidad, pero el Estado en el grueso de los casos los abandona a su suerte; donde quien entra por vocación corre el inexorable riesgo de que el sistema lo pudra en pocos meses o años; y donde los agentes se convierten por su propio talante y naturaleza en víctimas y culpables, pero que, a pesar de todo, mantienen sus méritos ganados y espíritu de lucha.
Sin dejar de lado el inevitable reproche a las prácticas y conductas inmorales y delictivas de aquellos que pertenecen a la institución, la narrativa se centra en reconocer que algunos acuden no con fines venables ni espurios sino por vocación a ese destino que parece indeseable, por lo que el honor y el sacrifico también pueden ser protagonistas en esta historia. La polifonía de la voz narrativa funciona como un espiral dramático donde la historia se cuenta una y otra vez, pero cada aproximación es siempre una invitación a profundizar y revertir las creencias y seguridades que habíamos afianzado. A partir de esto nuestros juicios comienzan a debilitarse, la vulnerabilidad se convierte en una declaración y, sin cohonestar, una inevitable empatía se hace patente en nuestros corazones.
Este estilo particular recuerda al cineasta brasilero Eduardo Coutinho en su película Juego de escena, en la que a través de intercalar las voces narrativas y las historias entre sí crea un lenguaje nuevo en el que podemos acertar en decir que no se habla en primera persona sino más bien es la voz de un grupo. En este caso, los policías, quienes después de ser fragmentados y desnudados en la pantalla, se reincorporan a la organización y nos hablan de aquellas instituciones como si se tratara de ellos mismos.
Título original: Una película de policías. Dirección: Alonso Ruizpalacios. Guion: Alonso Ruizpalacios y David Gaytán. Fotografía: Emiliano Villanueva. Reparto: Raúl Briones y Mónica del Carmen. País: México. Año: 2021. Duración: 107 min.