Roma (3): El silencio de los subalternos
César Enrique Pineda (twitter: @cesarpinedar)
Roma es la historia de la vida cotidiana subalternizada y servil de una trabajadora doméstica. No suceden grandes acontecimientos, sólo microdominaciones totalmente normalizadas que dejan muy claro, aunque de manera sutil,que hay clases, razas y jerarquías. Así es la vida de muchos de los dominados.
Es, además, una historia narrada desde el punto de vista de alguien sin privilegios, de ahí que la película esté llena, curiosamente, de silencios. Mira la vida pasar, la de quienes sí pueden expresarse, llorar, patalear, hacer drama. Es una vida heterónoma (dependiente, no autónoma) que está atada a una familia ajena que la usa físicamente como sirvienta, pero también la usa emocionalmente como nana. Si el trabajo servil es degradante porque obtura las potencias de los de abajo, el trabajo de cuidado femenino, de atención y afectos al que las mujeres son engrilladas, cierra su propia individualidad y sus historias. Servir a los demás física y emocionalmente es dar la vida por otros, es dejar que se te vaya la vida al cuidado de los otros. No es una oda ni la romantización de ello, es la fotografía de ese drama que, además de femenino, en este caso es de clase y étnico.
Lo estético en Roma ha sido equivocadamente disociado en sus interpretaciones. Sin contenido la forma es maravillosa, pero no se trata sólo de un goce visual sino del retrato del pequeño mundo subalterno enclaustrado en la servidumbre doméstica: primeros planos del piso y de la mierda de perro, la ropa en el tendedero atravesada por el sol, secuencias circulares interiores de una casa, sus detalles y sus rutinas: apagar la luz una y otra vez, abrir la puerta del garaje una y otra vez. La película comienza con el lavado del piso, y termina subiendo a la azotea a colgar la ropa en una especie de circuito interminable: la vida servil nunca acaba y nunca descansa: la vida de los otros es demandante siempre.
La película evidentemente no es feminista, pero hay un momento interclase donde las mujeres se encuentran: ese diálogo despechado de la patrona donde sabemos que ha caído en cuenta de que ha sido abandonada y que, al igual que la sirvienta, ha sido utilizada. Pero esta última calla, guarda silencio; esa complicidad y solidaridad posible entre mujeres no llega a realizarse, las separa la clase: la primera tiene voz, puede expresarse, la segunda está normalizado, ha sido educada para callar. Aunque podrían consolarse mutuamente, en realidad hay un abismo que las separa. Hay sororidad, pero bloqueada por la clase.
Es una película de alto contraste no por ser en blanco y negro, sino porque a la comodidad íntima de la casa se opone el barullo de la gran ciudad; al privilegio de la casa de campo se opone el subterráneo del pulque lleno de gente de abajo; a la casa en la colonia Roma se opone Neza y su lodazal y sus casas miserables. A la casa principal se opone el pequeño cuarto de las sirvientas, único lugar donde ríen, juguetean en su misma lengua, relativamente seguras y lejos de las patronas, igual que en los momentos de felicidad con el niño, de complicidad, donde existe una relación amorosa y maternal.
No es una película para documentar el 10 de junio ni la represión estatal, ese es su contexto. No es una película autobiográfica, aunque la mitad de todo sean recuerdos del propio Cuarón. Pero la otra mitad son recuerdos de la nana original, real, Libo. No es una película histórica, porque no es una denuncia política ni una denuncia discursiva explícita. Todas las ausencias, supuestos fallos o incompletitudes parten del equívoco de la película que otros querían y no de la que nos están presentando.
Es una historia muy sencilla, porque la vida de los dominados transcurre en una cotidianidad lánguida, pero llena de opresión y, sobre todo, de soledad. No es sorprendente que a muchos no les sorprenda, quizá porque no escuchan el silencio de la protagonista y todo lo que tiene que decir. Es una historia de tristeza porque la voz de los subalternos no llega a escucharse, a pesar de que vemos, sentimos, su propio drama y dominación. Quien sólo alcanza a ver el drama familiar clasemediero, curiosamente se conecta con su clase, pero no con el silencio subalterno de una trabajadora doméstica, cuya vida, poco asombrosa, es magistralmente presentada en Roma. Esa soledad de la protagonista, lejos de su pueblo y su madre, abandonada por el amante, silenciada por quienes dicen son como de la familia, sola y asustada en el quirófano, sola en medio de una cancha en Nezahualcoyotl y al salir del cine, sola en las tareas cotidianas, ese retrato de soledad subalterna, esa historia, es un verdadero drama necesario de escuchar. Esas microhistorias, esos gritos y dramas ahogados, son la vida de los de abajo. Son los silencios de los subalternos.
Nota del comentarista: 9.5/10
Título original: Roma. Dirección: Alfonso Cuarón. Guión: Alfonso Cuarón. Fotografía: Alfonso Cuarón, Galo Olivares. Reparto: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Marco Graf, Diego Cortina Autrey, Carlos Peralta, Daniela Demesa, Nancy García García, Verónica García, Latin Lover, Enoc Leaño, Clementina Guadarrama, Andy Cortés, Fernando Grediaga, Jorge Antonio Guerrero. País: México. Año: 2018. Duración: 135 min.