Rey (3): el juego de las máscaras
Si bien es complicado hablar de un cine chileno independiente propiamente tal (¿acaso podemos hablar de una industria audiovisual?), los estrenos chilenos de la pequeña distribuidora DCI (Distribuidora de Cine Independiente) se han enfocado en películas chilenas que se arriesgan en cierta medida por temáticas y formas que configurarían una cierta independencia de los ‘grandes’ títulos del cine nacional, como Larraín o Lelio, por nombrar algunos. Si el año pasado fue el fundamental estreno de la ópera prima de Claudia Huaquimilla, Mala Junta (2016), película que forma parte de nuestros destacados del año, ahora DCI abre el año con el estreno de Rey (2017), segunda película de Nilles Atallah.
Rey cuenta la historia de Orélie-Antoine de Tounes, un abogado francés que llega a la Araucanía en 1860 con el sueño de instaurar un reino, del cual él sería el rey, para lograr la independencia del pueblo ‘araucano’ que estaba bajo control del Estado chileno. Esto, inevitablemente, provocará un conflicto entre él y el Estado de Chile, quien no cree ni menos acepta la mera posibilidad de independencia de la Araucanía. La propuesta de Atallah no es la de presentar un biopic histórico, o un relato que se adecue a la perspectiva historicista ni mucho menos a un cuento oficial. Rey es una película sobre un sueño y por lo mismo, a mi modo de ver, la película se narra en un constante estado de ensoñación, donde realidad y fantasía se mezclan en un relato que no busca necesariamente la empatía del espectador con el personaje.
Cuando decidí escribir sobre Rey, lo primero que vino a mi cabeza el contexto en que había visto por primera y por segunda vez la película. La primera vez que me tocó ver Rey, fue en la Hivos Tiger Competition del Festival Internacional de Cine de Rotterdam el 2017. Recuerdo las primeras sensaciones fueron confusas, pero a la vez alentadoras, al ver un filme arriesgado tanto en la propuesta estética como narrativa, que trataba de diferenciarse de sus pares en el mismo festival, lo que la hizo obtener el premio especial del jurado. En ese momento, un año atrás, lo que más se destacaba era la puesta en escena de elementos estéticos que aportaban a la idea de una película perdida y encontrada, haciendo una directa analogía a la historia de Orélie-Antoine. El personaje es, aparentemente, omitido de la historia oficial y la película se transforma rápidamente en una especie de re-descubrimiento de un personaje incomprendido y relegado al olvido.
En marco de un festival donde la fantasía no está tan presente, y las historias realistas y contemplativas abundan en la pantalla, resulta lógico que la propuesta estética de la película de Atallah es lo primero que llama la atención. El hecho de haber enterrado el material filmado para darle una textura de filme ‘encontrado’, para mi resulta irrelevante si no le damos sentido a su propuesta narrativa. En este sentido, es fácil embriagarse por unas imágenes bien logradas, un foundfootage y archivo puestos al servicio de una propuesta estética compleja y lograda. Rey parece ser un filme encontrado, pero más que eso, la pregunta debiese enfocarse en qué es lo encontrado.
Y es en ese sentido donde paso a la segunda vez que vi la película, en su estreno nacional durante el pasado FICValdivia, donde Rey marcó una distancia con otros filmes dentro de la competencia, pero, sin embargo, en esta ocasión la película pasó prácticamente desapercibida. Y, creo, que la respuesta es en la pregunta sobre ‘lo encontrado’. La película puede entenderse, en cierta medida, como una analogía a la situación actual del pueblo mapuche frente al Estado chileno. En este sentido, el principal valor de la película es la escasa participación de mapuches en la historia. Es, en sí, un reflejo de como el pueblo mapuche es un objeto más que un pueblo, incapaz de ser autogobernado más por una imposición desde el poder político que por sus propios deseos. Lo mapuche solo se ve en su imaginería, en los tótems, pero se mantienen como una especie de amenaza y objeto de deseo espectral, que no logramos asimilar ni mucho menos ver.
Sin embargo, creo, que la película confunde este objeto con una mezcla de marionetas, máscaras y actuaciones teatrales que por momentos nos recuerda las últimas películas de un repetitivo A. Jodorowsky, y no permiten centrarnos en el conflicto, o en los conflictos que presenta Rey. Pese a esto, las máscaras toman sentido un relato que se trata más sobre deseos sobre un algo ajeno, algo que no le es propio y que, por lo mismo, las verdaderas intenciones de ambas partes no las logramos ver. La metáfora de las máscaras ocultando las verdaderas razones en el sometimiento del pueblo mapuche es la que puede ser interpretado como una crítica mucho más actual al conflicto en la Araucanía.
Nota comentarista: 6/10
Título original: Rey. Dirección: Niles Atallah. Guión: Niles Atallah. Fotografía: Benjamín Echazarreta. Reparto: Rodrigo Lisboa, Claudio Riveros. País: Chile, Francia, Holanda, Alemania. Año: 2017. Duración: 90 min.