Petite maman: Delicadeza narrativa
El desarrollo del relato es sutil, con un enfoque preciso, pero no sobrecalculado, que cuida cada componente como si fuese un meticuloso artesano trabajando en una pieza muy preciada. Sciamma no solo opta por dejar de lado las aclaraciones y los subrayados innecesarios, sino que prescinde casi completamente de una de las bases de la narración: el conflicto.
En una entrevista para el periódico The Guardian, la directora francesa Céline Sciamma señaló que uno de los obstáculos que marcan las relaciones entre padres e hijos es que resulta difícil que ambos se puedan entender en los mismos términos. Solo cuando alcanzamos la edad de nuestros progenitores somos capaces de comprender algunas de sus decisiones y de las preocupaciones que tenían en aquel entonces; pero cuando eso ocurre, ellos también han envejecido y se encuentran en una nueva etapa de sus vidas. En su nuevo largometraje, Petite maman, la cineasta ideó una manera de corregir esa eterna discordancia generacional, a través de un recurso narrativo tan sencillo como cautivante, que les permite a los personajes alcanzar un mejor entendimiento mutuo.
Tras el fallecimiento de su abuela materna, quien pasó sus últimos años en un hogar de ancianos, una niña llamada Nelly (Joséphine Sanz) viaja junto a sus padres (Nina Meurisse y Stéphane Varupenne) a la casa que la mujer tenía en el campo para guardar sus pertenencias. El proceso es demasiado duro para la madre de la protagonista, ya que cada habitación y objeto en la casa le recuerda a su infancia, así que una noche decide irse repentinamente del lugar. Mientras su padre continúa ordenando las cosas, Nelly se va a jugar a un bosque cercano donde conoce a Marion (Gabrielle Sanz), una niña de su misma edad con la que entabla una amistad. Lo que parece una coincidencia de nombres con su madre esconde algo mucho más extraño, ya que cuando Nelly conoce la casa de Marion descubre que es la misma casa de su abuela, pero en una versión del pasado.
El guion de Sciamma toma la idea de los viajes en el tiempo, generalmente asociada al género de la ciencia ficción con películas como Back to the Future (1985) de Robert Zemeckis -que también muestra el encuentro del protagonista con versiones jóvenes de sus padres-, y la despoja de tecnicismos e instrucciones. De esta manera, la historia se acerca más al terreno de la fantasía, algo que la emparenta con la lógica de trabajos como Groundhog Day (1993) de Harold Ramis y Midnight in Paris (2011) de Woody Allen, que tratan ese tipo de viajes con una mayor flexibilidad. No es necesario entender la causa de ese extraño fenómeno, sino que basta con ver la forma en que los personajes se desenvuelven bajo las circunstancias narradas.
La obra marca el regreso de la directora a las historias sobre infancia y adolescencia, ya que, salvo su anterior película, Portrait de la jeune fille en feu (Portrait of a Lady on Fire; 2019), el resto de sus largometrajes están protagonizados por menores de edad. Para la cineasta, la juventud no es necesariamente sinónimo de inmadurez o ingenuidad. Aunque la forma de abordar sus ideas se debe ajustar a la realidad y el lenguaje de los personajes, eso no le impide explorar cuestiones trascendentes, las que en el caso de Petite maman van desde la nostalgia hasta la pérdida de un ser querido. La particular perspectiva de sus trabajos nos permite examinar temas familiares desde nuevos ángulos, sin que la simpleza del planteamiento utilizado les quite profundidad.
Aunque tiene ocho años, Nelly es una niña que parece madura para su edad. Su personalidad es sobria y sus movimientos mesurados, algo que bajo otras circunstancias podría significar una interpretación rígida por parte de la joven actriz que le da vida, pero que en el contexto de la cinta da cuenta de un personaje autovalente, que debió crecer antes de tiempo. Por eso, el título de la película puede referirse no solo a Marion, a quien vemos la mayor parte del metraje como su versión del pasado, sino que a la propia protagonista, quien actúa como una “pequeña mamá” para su progenitora. Incluso al inicio del metraje, cuando todavía no opera el viaje temporal, somos testigos de una escena en que la niña le da comida a su madre mientras esta maneja y la reconforta al verla triste.
El desarrollo del relato es sutil, con un enfoque preciso, pero no sobrecalculado, que cuida cada componente como si fuese un meticuloso artesano trabajando en una pieza muy preciada. Sciamma no solo opta por dejar de lado las aclaraciones y los subrayados innecesarios, sino que prescinde casi completamente de una de las bases de la narración: el conflicto. Con excepción del limitado tiempo que le queda a Nelly en la casa de su abuela, ya que su estadía está sujeta a lo que se demore su padre en guardar sus pertenencias, el guion prefiere no aplicar presiones externas al viaje de la protagonista. La película se conforma con ocupar la curiosidad de la protagonista como el principal motor de la historia, así como la amistad que surge entre ella y su madre del pasado.
«Dulce» y «tierno» son dos adjetivos que, cuando describen el objetivo de una película, no necesariamente significan algo positivo. Si no se manejan con cuidado, esas motivaciones pueden caer en lo empalagoso y lo forzado, algo que Petite maman elude con una destreza que se siente natural. No hay trucos ni trampas en la obra de Sciamma, quien sin mayor esfuerzo dibuja los contornos de un relato encantador. Ya sea las delicadas conversaciones acerca de la depresión o la dicha que transmite la escena en que Nelly y Marion cocinan unas crepes, la cinta crea unos momentos de emociones genuinas, que surgen de manera orgánica en cada situación.
Frente a directores preocupados por hacer grandes demostraciones artísticas, con estilos autoindulgentes y un gran ego a cuestas, Sciamma opta por lo discreto. Con un puñado de personajes y solo 72 minutos de duración, la película apela a lo esencial, gracias a imágenes precisas que buscan evocar más que explicar. La maestría de la directora no depende de señales aparatosas, sino que de cómo ocupa los elementos a su disposición, lo que en este caso le permite construir una pequeña joya cinematográfica.
Título original: Petite maman. Dirección: Céline Sciamma. Guion: Céline Sciamma. Fotografía: Claire Mathon. Reparto: Joséphine Sanz, Gabrielle Sanz, Stéphane Varupenne, Nina Meurisse. País: Francia. Año: 2021. Duración: 72 min.